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El sol apenas comenzaba a salir cuando Minho abrió los ojos. El canto de los pájaros le indicaba que era hora de levantarse. Con un bostezo, se desperezó y se levantó de la cama. Se puso su camisa de lino y sus viejos pantalones, y salió de la pequeña casa.

El aire fresco de la mañana lo saludó mientras caminaba por las calles adoquinadas. Minho quería disfrutar de esta caminata matutina; era su momento de paz antes de que el pueblo se despertara por completo. Pero hoy algo se sentía diferente. Desde que salió de la casa, sentía las miradas de los aldeanos sobre él, miradas llenas de desconfianza y juicio.

Mientras cruzaba la plaza central, los murmullos comenzaron a intensificarse. Grupos de personas susurraban entre ellos, sin apartar los ojos de él. Minho mantuvo la cabeza alta, tratando de ignorar las miradas y los susurros.

Cerca de la fuente del pueblo, tres chicos se destacaban del resto. Sus miradas eran especialmente duras, y Minho supo de inmediato que venían hacia él. Su corazón empezó a latir más rápido, pero trató de mantener la calma.

—¡Hey, tú! —gritó el líder del grupo, un chico robusto con una cicatriz en la mejilla—. Todo esto es por tu culpa. Desde que llegaste, el pueblo está en un ambiente tenso.

Minho se detuvo y los miró, buscando las palabras para defenderse, pero no salía nada. Antes de que pudiera decir algo, uno de los chicos lo empujó, haciéndolo caer al suelo.

—¡Por tu culpa estamos todos en peligro! —escupió otro de los chicos, con la voz cargada de odio.

Minho sintió la tierra fría bajo él y el impulso de levantarse y pelear fue fuerte. Recordó a Han, quien siempre le había enseñado la importancia de la paciencia y el control. No podía defraudarlo ahora.

Con esfuerzo, Minho respiró hondo y se levantó despacio, sacudiendo el polvo de su ropa. Miró a los chicos con una calma que no sentía del todo, pero que sabía que debía mostrar.

—No quiero problemas —dijo al fin, su voz firme pero tranquila—. Solo quiero vivir en paz, igual que ustedes

Los chicos lo miraron con desprecio antes de darse la vuelta y marcharse, dejándolo solo en el centro de la plaza. Los murmullos continuaron, pero Minho decidió no prestarles atención. Sabía que mostrar fortaleza en medio de la adversidad era crucial, tanto para él como para el pueblo.

Mientras retomaba su caminata, sus pensamientos volvieron a Han y a las lecciones que le había enseñado. Minho sabía que ganarse la aceptación del pueblo no sería fácil, pero también sabía que debía enfrentar la situación con dignidad y paciencia.

Los primeros rayos del sol acariciaban el pueblo, y aunque el día había comenzado de manera abrupta, Minho estaba decidido a no dejar que la hostilidad lo definiera. Con cada paso, reafirmaba su compromiso de mantenerse fiel a sí mismo y a los principios que Han le había enseñado. La paz y la comprensión eran posibles, y Minho estaba dispuesto a luchar por ellas, incluso si significaba enfrentar las miradas juzgadoras de todo un pueblo.

Mientras Minho se alejaba, uno de los chicos, el más alto del grupo, lo alcanzó rápidamente y lo agarró por el cuello, levantándolo ligeramente del suelo.

—¿A dónde crees que vas? —gruñó, apretando con fuerza.

Minho sintió el miedo mezclado con la adrenalina. Trató de soltarse, pero el chico era más fuerte.

Justo cuando la situación parecía desesperada, una voz familiar y firme resonó detrás de ellos.

—¡Suéltalo ahora mismo! —dijo Changbin, acercándose con paso decidido. era conocido por su temperamento y fuerza, y no era alguien con quien se quisiera tener problemas.

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⏰ Última actualización: Jun 16 ⏰

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