¿A donde va Itzel los sábados?

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Desde que todos los aspirantes a héroe se mudaron a los dormitorios, Itzel utilizaba su pase para salir para visitar al Best Jeanist en el hospital. Pero no pasó mucho para que ella busca algo más que hacer.

Se sentía ahogada, incomoda siendo la única que pasaba la mayor parte parte del fin de semana en la U.A. 

Por eso es que había conseguido un trabajo. Bueno, más o menos.

—¡Niña, hasta que llegas! 

Fue lo primero que dijo la mujer al ver entrar a Itzel por la puerta del establecimiento. 

La música familiar retumbó en los oídos de la adolescente mientras más se adentraba. Ella dejó su mochila en los lockers de los trabajadores. Itzel le sonrió con nerviosismo a la mujer recibiendo una mirada juzgona acompañada de una sonrisa bonachona. La mujer le dió una palmadita en la cabeza a la muchacha.

—Me perdí. —confesó mientras se ponía el mandil con el logo del establecimiento.— Quise probar la nueva ruta que me dijo Adrián la otra vez y me perdí. 

Los presentes que iban de aquí para allá rieron al escuchar su anécdota.

—¡Qué sorpresa! —la mujer puso frente a ella una tabla de picar y varias frutas previamente lavadas. —Tu perdiéndote, muchacha, que novedad.

—No seas así, Ana.

—Nada de Ana, nada que quejas,  ponte a picar. —la mujer de acento puertorriqueño tomó su mano y le entregó el cuchillo.

—La carajita se pierde aún si le escribimos las indicaciones en la mano con un Sharpie. 

Itzel se limitó a empezar a cortar las naranjas primero. Unas en rodajas y otras con formas de flores. Una sonrisa divertida tiraba de sus labios.

—Para la siguiente hay que ponerle un papelito en la frente con la ruta completa a la morra. —otra mujer rondando en sus veintes la miró con burla mientras preparaba algunos cocteles.— Haber si así algún policía la ayudar a llegar.

—Seguro ese día se le ocurre peinar sus colochos como actriz de Hollywood y se tapa la frente.

Independientemente de las burlas hacia su persona, Itzel no pudo contener su risa al escuchar la mezcla de acentos y jergas entre los presentes. Sus acentos se escuchaban tan mezclados y diluidos a pesar de sus diferentes nacionalidades que le resultaba curioso. Curioso, divertido y agradable.

—Ya estuvo bueno. Déjenme chambear que me debo ganar el salario mínimo.

—¡El salario mínimo de Japón!

—Sigue siendo el salario mínimo. 

Itzel "trabajaba" en un local que ofrecía cocteles, botanas y alimentos, en su mayoría de origen latino. Durante las noches se convertía en un bar que frecuentaban latinos y japoneses que quisieran poner en práctica sus clases de salsa. La dueña, Ana, y la muchacha se conocieron la segunda vez que Itzel fué a visitar a Best Jeanist al hospital. Ana le sacó plática a la menor al verla tan afligida y así nació una relación con un tinte maternal.

—Itzel, voy a necesitar muchas fresas para las diez margaritas que pidieron los de la mesa cinco.

—¿Diez? —preguntó una Itzel resignada. Las fresas eran las únicas que aún no estaban limpias.

—¡Diez, así que apúrate, muñeca!

Itzel emitió una queja dirigida a su compañero. 

Ana sólo rió levemente, negando con diversión mientras se movía ágilmente por el lugar.

SUPREMA | Bakugo Katsuki x OC!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora