Capítulo 1.

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Elizabeth Midford siempre había sido el sol radiante en la vida tormentosa de Ciel Phantomhive

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Elizabeth Midford siempre había sido el sol radiante en la vida tormentosa de Ciel Phantomhive. Sus visitas a la mansión Phantomhive eran tesoros raros que Ciel apreciaba, aunque rara vez mostraba su afecto abiertamente. Ese día en particular, Elizabeth decidió sorprender a su prometido con un ramo de sus flores favoritas. El cielo estaba despejado y su corazón estaba alegre mientras se dirigía a su oficina.

Cuando Elizabeth entró en la oficina de Ciel, su corazón se congeló ante la vista que tenía ante ella. Ciel estaba encerrado en un beso íntimo con Lady Sullivan. El ramo cayó de sus manos temblorosas, los pétalos se esparcieron como su corazón destrozado. Incapaz de soportar la traición, Elizabeth se dio vuelta y huyó de la mansión, con lágrimas corriendo por su rostro.

Ciel, tomado por sorpresa por la repentina presencia de Elizabeth, empujó a Sullivan y corrió tras ella. "¡Elizabeth, espera!" -llamó, pero su voz fue ahogada por el estruendo de sus pasos. Sebastián, siempre el leal mayordomo, observaba con una mezcla de simpatía y resignación.

El mundo de Elizabeth se había derrumbado en un instante. Sus sueños de un matrimonio amoroso parecían fantasías tontas. Corrió, sin saber adónde la llevaban sus piernas, desesperada por escapar del dolor. Sus lágrimas nublaron su visión y estuvo a punto de tropezar varias veces en su prisa.

De regreso a la mansión, Ciel estaba parado en la puerta, la frustración y la culpa lo carcomían. El beso con Sullivan había sido un lapsus momentáneo, un error nacido de sus tumultuosas emociones y confusión. Su corazón pertenecía a Elizabeth y la idea de perderla era insoportable. Apretó los puños, la imagen de su rostro surcado de lágrimas ardía en su mente.

Pasaron los días y Elizabeth se aisló en la finca de Midford, negándose a ver a nadie. Evitó las reuniones familiares, cambió su apariencia e incluso consideró romper el compromiso. Su espíritu, una vez vibrante, se vio oscurecido por el dolor y la vergüenza. No podía enfrentar a Ciel, creyendo que había sido ingenua al pensar que podía hacerlo feliz.

Ciel, mientras tanto, estaba atormentado por la ausencia de Elizabeth. La mansión se sentía más vacía sin su risa, sus visitas y su calidez. No podía concentrarse en sus deberes y sus pensamientos volvían constantemente a ella. Extrañaba todo sobre ella: su aroma, su sonrisa, la forma en que sus ojos brillaban con vida. El recuerdo de sus lágrimas lo persiguió, llenándolo de una desesperación que nunca antes había conocido.

Los días pasaron dolorosamente. Elizabeth evitó todos los eventos y reuniones familiares, decidida a no ver a Ciel. Incluso cambió su apariencia, se soltó el cabello y se vistió de manera más madura en un intento de evitar el reconocimiento. Se inscribió en una academia de mujeres y planeaba irse en una semana, una decisión que la mantendría alejada durante años. Sólo su familia conocía sus planes.

Ciel no estaba al tanto de la inminente partida de Elizabeth, pero sentía profundamente su ausencia. Cada día sin ella era un tormento, un recordatorio de su propia locura. La extrañaba terriblemente, su olor, su voz, la forma en que sus ojos brillaban cuando lo miraba. La desesperación lo carcomía y no podía perdonarse a sí mismo por lastimar a la única persona que trajo luz a su vida.

𝐄𝐍 𝐋𝐀 𝐎𝐒𝐂𝐔𝐑𝐈𝐃𝐀𝐃-𝐂𝐈𝐄𝐋𝐈𝐙𝐙𝐘-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora