Capítulo 2.

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Mientras Elizabeth se recuperaba de la terrible experiencia en el lago, su fiebre persistía, dejándola débil y confinada a su cama en la mansión Phantomhive

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Mientras Elizabeth se recuperaba de la terrible experiencia en el lago, su fiebre persistía, dejándola débil y confinada a su cama en la mansión Phantomhive. Ciel, consumido por la preocupación y la culpa, rara vez se alejaba de su lado. Insistió en atender personalmente sus necesidades, a pesar de las protestas de Sebastián de que era impropio que el joven maestro se encargara de tales tareas.

Una tarde, mientras Ciel estaba sentado junto a la cama de Elizabeth, ella le sonrió débilmente, sus ojos verdes llenos de gratitud y afecto. "Gracias, Ciel", susurró con voz ronca, su voz aún tensa por los efectos persistentes de su enfermedad.

El corazón de Ciel se apretó al ver su rostro pálido, su vitalidad habitual disminuida por la enfermedad. "Lo siento, Elizabeth," murmuró, su voz teñida de arrepentimiento. "Debería haber estado allí antes. Debería haberte protegido".

Ella extendió una mano temblorosa y le acarició suavemente la mejilla. "Lo hiciste, Ciel," le aseguró suavemente. "Me salvaste."

Él se inclinó hacia su toque, su propia mano cubrió la de ella. "Te amo", confesó, su voz apenas era más que un susurro. "Más que nada."

Los ojos de Elizabeth se abrieron ligeramente ante sus palabras, llenos de una mezcla de sorpresa y alegría. "Yo también te amo, Ciel", le susurró ella, su voz apenas audible.

Incapaz de contener sus emociones por más tiempo, Ciel se inclinó y sus labios rozaron los de ella en un tierno beso. Elizabeth vaciló por un momento, su cuerpo todavía débil y febril, pero el calor de sus labios contra los de ella provocó un escalofrío de anhelo a través de ella. Ella respondió vacilante al principio, sus labios encontraron los de él con una suave presión.

Ciel profundizó el beso, sus manos deslizándose a lo largo de sus costados, acercándola. Sus besos estaban llenos de una mezcla de pasión y anhelo, su deseo de sentirla cerca abrumaba sus sentidos. La besó con una intensidad nacida del miedo a casi perderla, su lengua buscando suavemente la entrada para profundizar su conexión.

Las manos de Elizabeth encontraron su camino hasta sus hombros, aferrándose a él desesperadamente. Ella sintió su calidez envolviéndola, anclándola en el momento presente. A pesar de su desgana inicial debido a su estado debilitado, no podía negar el amor y el deseo que corrían entre ellos. Ella se derritió en su abrazo, sus dedos se enroscaron en su cabello mientras le devolvía el beso con igual fervor.

A lo largo de la recuperación de Elizabeth, hubo muchos momentos tiernos entre ellos. Ciel le leía a la suave luz de las velas, en voz baja y tranquilizadora. Elizabeth escuchaba, con la cabeza apoyada en su hombro, encontrando consuelo en el sonido de su voz y el constante latido de su corazón.

Hubo momentos en los que Ciel no pudo evitar sonrojarse ante los dulces e inocentes gestos de Elizabeth. Sus sonrisas, una vez más brillantes y llenas de vida, harían que su corazón diera un vuelco. Sus abrazos, aunque inicialmente vacilantes debido a su persistente debilidad, se hicieron más fuertes y seguros con cada día que pasaba. Ciel apreciaba esos momentos y juraba en silencio no dejarla ir nunca más.

𝐄𝐍 𝐋𝐀 𝐎𝐒𝐂𝐔𝐑𝐈𝐃𝐀𝐃-𝐂𝐈𝐄𝐋𝐈𝐙𝐙𝐘-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora