Suzie Saca Fallo Critico

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Estaba ya casi acabando mi turno en la fábrica, con la mirada clavada en el reloj de pared que parecía burlarse de mí, contando los minutos lentamente. Cada segundo era una tortura, porque dentro de unas horas tendría esa cita con Suzie, y según su promesa, planeaba llevarme a la cama.

"Oye, Eugenio, ¿vas a seguir soñando con las musarañas o vas a trabajar?" gritó uno de mis compañeros, sacándome de mis pensamientos eróticos.

"Ah, sí, sí," tartamudeé, apurándome a mover unas cajas pesadas que estaban al borde de la cinta transportadora. Pero con la mente puesta en Suzie, ni me di cuenta de que había colocado mal una de las cajas. Antes de darme cuenta de mi error, la máquina empezó a hacer un ruido extraño.

"¡Carajo!" exclamé, mientras veía cómo una cadena de eventos se ponía en marcha: una caja atascada, una polea que chillaba y luego, lo peor, una enorme plancha de metal que se deslizaba hacia mí a toda velocidad.

"¡Eugenio, cuidado, güey!" gritó alguien. Estaba paralizado, viendo mi vida pasar frente a mis ojos. Esa plancha iba a partirme en dos, seguro. Pero entonces, como si fuera un chingado superhéroe, Harry apareció de la nada. Con una fuerza increible y un salto con una agilidad que no le había visto nunca, se lanzó hacia mí, empujándome fuera del camino, poniendose en mi lugar justo cuando la plancha metálica impactaba donde yo había estado un segundo antes, desviandola para protegerme. No sabía como había podido desviarla sin que lo cortara a este mismo, como si tuviera carne de marmol.

"¡No mames, Harry! ¿Cómo chingados hiciste eso?" jadeé, todavía tratando de entender cómo es que seguía vivo.

"Vamos, cabrón, ¿qué te pasa? Mira lo que provocaste" dijo Harry, mirando el desastre sin un rasguño, su traje negro lleno de polvo y aceite.

"Chale, Harry, te debo una... una grandota," murmuré, aún sin poder borrar la imagen del metal a punto de hacerme puré.

"Una grandota tienes en la cabeza, pendejo. ¿Qué no puedes mantener la concentración ni por un minuto?" Su voz era dura, pero detrás de su tono sarcástico, había algo más, como si cada palabra estuviera cargada de un poder que yo no alcanzaba a comprender.

"La cagué, lo sé," dije bajando la mirada, sintiendo cómo se me encogía el estómago. "Gracias, carnal, en serio."

"¿Gracias? No necesito tus gracias. Necesitas aprender a no poner tu vida de barata" replicó, sacudiendo la cabeza en desaprobación. "Ahora, largate. Toma el resto de la noche, reflexiona sobre tu estupidez."

"¿Pero y mi turno?" quise saber, aunque sabía que discutir con él sería tan efectivo como gritarle a una pared.

"Tu turno acabó cuando decidiste jugarle al vergas con maquinaria pesada" contestó Harry, cruzándose de brazos.

"Está bien, me voy" admití, recogiendo mis pertenencias con manos temblorosas. A medida que salía de la fábrica, la figura imponente de Harry se quedó grabada en mi mente.

"¿Cómo chingados puedo ser tan fuerte como él?" pensaba mientras caminaba por las calles solitarias de Tespicoloyo. "Ese cabrón está hecho de otra pasta." La admiración que sentía por su fuerza descomunante chocaba contra la realidad de mi propia debilidad. "Algún día" me prometí a mí mismo, "algún día voy a ser capaz de salvar a alguien así como él me salvó a mí."

Llegué a casa y comencé a prepararme. Suzie me esperaba esta noche y era en todo lo que podia pensar.

"Chingado" murmuré frente al espejo, mientras me acomodaba la corbata por quinta vez. Jamás había puesto un pie en un lugar tan fresa como Tía Giovanni y mi corazón no dejaba de martillar en el pecho. "¿Qué chingados hago yo aquí?" pensé.

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