8. Abuelo cascarrabias

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Londres, Inglaterra.

Propiedad de los Wellington

27 de agosto de 1918


Briseida estaba lista para partir, había empacado sus cosas, quizá unas cuantas de más sólo para hacer enojar al general con su presunto proceder de noble, lo cual su madre y ella se tomaban a broma, mientras que su padre y hermano intentaban hacerlas entrar en razón. Lo que ellos recomendaban era prudencia, tener la mejor disposición y paciencia, sobre todo mientras se ajustaban a los cambios. Pero Briseida estaba segura de que el general atacaría y ella planeaba defenderse.

La joven se encontraba afuera de la propiedad de sus padres, dirigiendo su mudanza con una sonrisa creciente al ver la incredulidad en el rostro de su suegro, quien la acompañaba en esa agitada mañana.

—Sí, pongan eso en el otro coche y que vayan subiendo la cuna a la recámara que ocuparé —Briseida se volvió hacia su suegro—. Estaré en la habitación de North, ¿verdad?

—Naturalmente.

—Perfecto —aplaudió—. ¡Vamos gente, continúen!

El general trataba de mostrar entereza, había logrado su objetivo, pero al final, le molestaba que la chiquilla se desenvolviera de forma caprichosa desde el primer momento. Aunque estaba tranquilo, él sabía cómo corregir una mala conducta, aunque esta hubiese sido permitida durante tanto tiempo. Estaba claro que la madre de su nieto no podía ser una mujer así, no si en serio quería educarlo.

—General Dankworth, sé que no está acostumbrado a tener una mujer en su casa, pero espero que mi hija siga teniendo la vida a la que está acostumbrada —Adam se posicionó junto a él.

—Parece algo imposible de lograr —el general lucía disgustado—, en ese caso, debería llevarla a palacio y no a mi hogar.

Adam no pudo evitar mostrar cierta diversión, sabía que aquel exagerado proceder era parte del plan ideado por su esposa e hija. Particularmente no apoyaba la idea de fastidiar al general, pero debía admitir que ese método podía ser molesto, pero seguía siendo inofensivo.

—Ella está acostumbrada a que no le falte nada.

—Y así será, todo lo que una persona necesita es comer, dormir y hacer sus necesidades, ignoraba que se requería una corona para sobrevivir.

—En una sociedad como en la que vivimos, lo más común es que sí.

El general gruñó, pero no agregó nada más.

Adam, por su parte, sabía que Briseida podría vivir perfectamente en una cabaña en medio de la nada, pero no le arruinaría a su hija la ilusión de dar batalla, en esos momentos, a lo que fuese que se pudiera aferrar era beneficioso. Odiaría verla sufrir y era casi seguro que pasara una vez que la noticia de la muerte de North Dankworth se hiciera oficial.

—Bien, estoy lista, sólo iré por Noah —dijo la joven, subiendo las escaleras de una carrera—. ¡No olviden ese jarrón!

—¿Para qué querría ella un jarrón? —se quejó Julius.

—Para poner una flor —sonrió Amanda, pasando con la porcelana.

El general se sorprendió y observó el camino de aquella insolente.

—Debería disciplinar mejor a su servicio, lord Wellington.

—Lo tomaré en cuenta, general.

Adam lanzó una mirada de advertencia hacia la doncella y esta simplemente se inclinó arrepentida ante el duque.

NORTH [Luz y Oscuridad]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora