Capítulo 16: Huella en el campo.

71 10 8
                                    

Bakugo

La rubia y yo llegamos ayer por la tarde a lo que parecía ser una civilización emergente en medio de un valle. Un miserable pueblito en crecimiento, como algunos lo podrían describir. Buscamos la casucha más barata y alejada del lugar, para instalarnos a pasar un par de noches en el campo.

Mis nervios se empeñaron en mantenerme despierto toda la noche. Solo podía pensar en moverme rápido. Si conseguíamos adelantarnos al enemigo, en pocos días podría tener mi primera cita con Eijiro, en un lugar público. A la luz de las velas, sin secretos ni engaños.

Si, también sin trabajo, pero teniendo algo más valioso entre las manos.

Me levanté incluso antes de que el sol se asomara, ansioso por conseguir resultados. Mis manos se sentían inquietas e inspiradas por las ideas en mi cabeza.

Con una lámpara, una de mis libretas de bolsillo y marcadores, me apoderé de la mesa del comedor. Desplegué el mapa que conseguí en la estación y comencé a trazar mi ruta por el pueblo.

Tras horas de meticulosa planificación y después de dejar marcas de dientes en la tapa de mis marcadores, empaqué provisiones y monté la mochila en mi hombro. Pero al tocar la perilla de la puerta, las luces se encendieron solas. La rubia, en pijama, me miraba con los brazos cruzados junto al interruptor.

-Buenos días, ¿Qué se supone que estas haciendo?

¿A ti qué te importa?

-Voy a buscar comida.

-Ayer me dijiste que lo hiciera. La nevera está llena. -Sus ojos pasaron por todo lo que llevaba encima y tratando de hacer un recuento.

-No me agrada la comida que trajiste.

Sus labios se alargaron formando una sonrisa. -¡Llévame contigo!

-No tengo por qué hacerlo. -Torcí los ojos.

Intenté esquivarla, pero, a penas le di la espalda, su mano se aferró de mí camisa como una garra. -Se supone que las parejas pasan tiempo juntos.

-¡No es mi problema! ¡Deja de fastidiar!

Necesitaba un avance para el final del día y ella solo me iba a estorbar. No podía darme el lujo de llevarla a pasear en medio de una operación. Después de todo, ella solo era una coartada para venir a este viaje.

-Anda, ¿Qué se supone que haga aquí? Ni siquiera hay internet.

-No sé, ni me importa. Ponte a hacer velas o lo que quieras.

La empujé y seguí mi camino, victorioso al perderla de vista.

-No te meteré en problemas, lo prometo.

-Lo dudo.

-¡Bakugo!

Me metí en el auto de campo que renté, estacionado en un porche pegado al rancho. Ella me siguió, haciendo pucheros, mientras la veía por la ventana.

-¿De verdad me vas a dejar sola? -Puso la cara de un bebé a punto de llorar, pero no me podía afectar menos. -Pensé que las cosas empezaron a estar mejor entre nosotros.

No era mentira del todo, había congeniado mejor con ella en una noche que con mis amigos más cercanos en meses. Pero esto era una operación clandestina, no un paseo. Su actitud de niña mimada no encajaba aquí.

-Pensé que necesitabas a alguien con quién hablar sobre tus problemas y demás. -Dijo, poniendo ojos de cachorro- Supongo que si me lo estás contando a pesar de que no te caigo tan bien, es porque no tienes a nadie más con quién hablar.

Se Dice De Mí (Kiribaku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora