Daemon tuvo suerte. No tenía que enfrentarse a su hermano, solo e inseguro. Reconociendo su debilidad, se guardó la carta en el bolsillo y buscó a Alicent en el bosque de dioses. Había leído con los ojos cada vez más abiertos, obviamente captando las implicaciones del contenido del mensaje.
En medio de la sombra de los árboles, reflexionó. Alicent no quería sacar conclusiones precipitadas, así que estabilizó su voz y enfrentó a su Príncipe Canalla. —¿Que te gustaría hacer? —ella preguntó. Alicent contuvo la respiración. El rostro de Daemon traicionó sus pensamientos confusos. Parecía vacilante... casi asustado.
—Había pensado... —comenzó, con voz suave y esperanzada—, hablar con el Rey sobre otro matrimonio. —Aquí, el Príncipe se encontró con los ojos de Alicent. Su mirada era firme, aunque en el fondo de ella acechaba la cautela. —Es decir, un matrimonio entre nosotros. Tú, Rhaenyra y yo. —Alicent soltó el aliento que había estado conteniendo. Su rostro se convirtió en una masa moteada de palidez y un intenso rubor. Sintió que la cabeza le daba vueltas y respiró hondo otra vez para calmarse.
—Si te agrada, claro está. —Daemon vaciló. —Sé que esto es repentino y nunca hemos discutido esta posibilidad debido a mi matrimonio. Pero ahora tenemos una oportunidad... —Las palabras del Príncipe Canalla fueron cortadas cuando Alicent de repente se abalanzó hacia adelante y besó sus labios.
—¡Por supuesto que me agradaría! —ella le aseguró—. ¡Nada me agradaría más en todo el mundo! ¡Éste es uno de mis deseos más fervientes! ¡Ser una familia a los ojos del Reino, donde no tenemos que ocultar nuestra felicidad!
—¡Jodidamente genial! —respondió y Alicent se rió de su vulgaridad mientras el Príncipe sonreía y la sentaba en su regazo.
Durante unos maravillosos momentos, se sentaron en el silencio y la protección del viejo bosque. Los pájaros cantaban, los insectos zumbaban, las hojas susurraban con la brisa. El Godswood parecía lleno de vida, de esperanza. Alicent levantó la cabeza desde donde descansaba sobre el hombro de Daemon. —Debemos hablar con Rhaenyra —murmuró contra la pálida piel de su cuello.
—Sí —hizo ademán de levantarse pero se detuvo—. ¿Dónde está ella a esta hora del día?
Alicent tomó su mano y se dio cuenta de que temblaba ligeramente. —Probablemente con Beesbury durante la próxima hora más o menos. Tenemos tiempo para ordenar nuestros pensamientos, mi amor.
Y considerar lo que le diremos a mi hermano, pensó Daemon para sí mismo.
::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
Los dos tendieron una emboscada a la princesa cuando ella regresaba a sus aposentos después de la comida del mediodía, que Rhaenyra había tomado con Lord Beesbury en su oficina. Detestaba el papeleo pero se daba cuenta de la importancia de las cuentas del Reino. Beesbury se había encariñado con ella estos últimos años, impresionado y alentado por su arduo trabajo y su deseo de aprender a pesar del tedio de todo.
La princesa tenía más sentido común que muchos señores que conocía. Poco a poco le había ido transfiriendo responsabilidades, pequeñas al principio y luego mayores. Ahora entendía bien el costo de administrar el Reino y era casi en su totalidad responsable de revisar los libros de la Fortaleza Roja.
Una de sus primeras lecciones después de la boda de su padre fue cómo determinar si el dinero se estaba gastando sabiamente. Rhaenyra había hecho una mueca de dolor una vez que comprendió todas las ramificaciones de los costos de la boda de Viserys y Laena. Lord Beesbury pagó todas las cuentas con desconcierto y explicó que no todas las ganancias se contaban en monedas. Los partidos ostentosos eran demostraciones de poder y tenían su lugar en la política.
ESTÁS LEYENDO
The Dragonfly | HOTD
FanfictionAlicent Hightower no quiere casarse con el Rey. Pero en un mundo con pocas opciones, el tiempo se acaba. ¿Podrá salvarse a sí misma? ¿Se darán cuenta los dragones que la rodean de lo que han hecho? ✅Esta es una TRADUCCIÓN. La obra original le perten...