Daemon estaba simultáneamente aburrido e increíblemente ansioso. Habían enviado su solicitud para el uso de la Doctrina del Excepcionalismo unos días antes y ahora no había nada que hacer más que esperar.
Esperar y tener esperanza.
En privado, Daemon ya había decidido que si los tontos de la Ciudadela los rechazaban, se llevaría a sus chicas a Rocadragón y se casaría con ellas de todos modos. El único defecto real en su plan, hasta donde podía ver, era el miedo de Alicent a los dragones.
La propia Alicent estaba sentada frente a él en el diván, bordando en silencio. Rhaenyra se había ido una vez más para atender asuntos cortesanos, por lo que los dos estuvieron inquietos toda la mañana en los aposentos de Daemon. Exteriormente, Alicent no parecía tan molesta como el Príncipe Canalla, cuyo cabello despeinado y modales apáticos delataban sus pensamientos, pero al estudiar más a fondo, había manchas rojas alrededor de sus uñas. Su cuchillo había permanecido sin usar en un cajón durante algún tiempo. Daemon se alegró de ello, no merecía sentirse tan melancólica, pero su antiguo hábito permanecía. Ahora, demostraba que ella estaba en vilo al igual que él.
Alicent suspiró ruidosamente y dejó su trabajo a un lado. Esta espera era intolerable. Había tenido mucho cuidado al escribir al Septón Supremo, señalando que era poco probable que consiguiera otra pareja y que no sería mejor para ella cumplir con su papel femenino, que esto complacería a la familia real, que aseguraría la continuación de los privilegios que goza la Fe. También se había tomado la libertad de señalar la devoción de su propia familia y cómo ahora podría ejercerla mucho más cerca de la Casa Targaryen, con suerte contagiando a sus futuros hijos (Daemon se había reído ante esta mentira obvia, pero Alicent estaba convencida de que el Septón lo apreciaría) y que Daemon ahora cumpliría su papel como esposo y padre, superando con creces su matrimonio anterior.
—¡Solo deseo saber! —declaró—. De una forma u otra, ¡solo quiero una respuesta!
—Concuerdo contigo —respondió. Daemon se acercó a donde ella estaba sentada y se arrojó a su lado, con un brazo alrededor de su hombro. Ella se acercó y apoyó la cabeza contra él.
—Me he quedado sin distracciones —se lamentó Alicent. Leer, bordar, todo era lo mismo. Nada mantuvo su mente ocupada por mucho tiempo.
—Puedo ver dos —murmuró el Príncipe Canalla entre sus rizos. Alicent levantó la vista y se dio cuenta de que estaba mirando por debajo de su vestido.
—Eres insaciable, mi príncipe. —No había corazón en su reprimenda y una sonrisa apareció en sus labios.
—Así es. ¿Por qué crees que necesito a dos de ustedes? —Él sonrió mientras tomaba uno de sus pechos y la otra mano alcanzaba la parte delantera de su vestido. Alicent puso los ojos en blanco pero lo sujetó con sus cordones. Con un suave tirón, quedó desnuda hasta la cintura.
Daemon la besó mientras sus manos encontraban sus tetas. Saqueando su boca, comenzó a masajear su carne rosada, pellizcando sus pezones de vez en cuando. Alicent gimió mientras pasaba de sus labios al lóbulo de su oreja, trazándolo con su lengua antes de darle un suave mordisco seguido de una suave succión.
Alicent se volvió hacia él y, tomando uno de sus pechos, le ofreció un pezón rígido a Daemon. El Príncipe Canalla descendió en picado y succionó con fuerza, pellizcándole el otro pezón. Él sonrió cuando ella jadeó su nombre. El fuego líquido se acumuló en sus entrañas.
Mientras intercambiaba senos, Daemon usó su mano libre para desabrocharse los pantalones y sacar su rígida verga. Alicent levantó la barbilla y lo guió de regreso a sus labios. Compartieron besos dulces y apasionados mientras ella se agachaba y lo acariciaba con toda su dureza. Daemon suspiró contra la boca de Alicent mientras sus caderas comenzaban a balancearse y una idea tomó forma.
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The Dragonfly | HOTD
FanfictionAlicent Hightower no quiere casarse con el Rey. Pero en un mundo con pocas opciones, el tiempo se acaba. ¿Podrá salvarse a sí misma? ¿Se darán cuenta los dragones que la rodean de lo que han hecho? ✅Esta es una TRADUCCIÓN. La obra original le perten...