Rhaenyra estaba decidida. Hoy era el día en que discutiría con su padre.
Había pasado más tiempo con Alicent estos últimos días, ayudándola a comer y tratando de reavivar su amistad. La Princesa estaba segura de que nunca podría realmente compensar lo sucedido, pero nunca dejaría de intentarlo. Como muchas personas, grandes y pequeñas, no se había dado cuenta de cuánto valoraba el canto del pájaro hasta que éste se quedó en silencio. Le encantaba cuidar a su amiga, eso despertaba en ella nuevos y tiernos sentimientos.
Lo más importante para ella ahora era cumplir su promesa a Alicent: ella arreglaría todo. Rhaenyra quería mantener a Alicent a salvo siempre. La actitud protectora del dragón se había encendido en su interior. Al menos eso es lo que se dijo a sí misma. También había notado otro sentimiento flotando dentro de ella, casi imperceptiblemente, como las finas líneas de incienso que ardían en el fuego de septiembre.
La princesa se sacudió. Ahora no era el momento de insistir en esas cosas. Primero, debe asegurarse de que nadie vuelva a intentar quitarle a Alicent.
Caminó decididamente por el pasillo que conducía a los aposentos de su padre. Con la cabeza en alto y las elaboradas trenzas colocadas perfectamente, Rhaenyra parecía una Targaryen en cada centímetro. Ella asintió brevemente a la Guardia Real estacionada en la entrada de los aposentos del Rey antes de golpear con impaciencia. La voz de Visery la invitó a entrar.
Afortunadamente, estaba solo. Era lo que Rhaenyra había esperado al elegir esta temprana hora para verlo. Viserys se levantó de su cómodo sillón y saludó alegremente a su hija. —¡Buenos días mi querida! ¿Qué te trae a ver a tu viejo y estirado padre a esta hora de la mañana?
—Apenas eres mayor, Su Majestad —fue todo lo adulador que ella estaba dispuesta a hacer.
La Princesa se obligó a sonreír, debía tratar de ser amable incluso si el esfuerzo le irritaba. Cruzó la habitación, empapada por la luz de la mañana, y se sentó rígidamente en el borde de la silla frente a la de su padre. Viserys, por una vez percibiendo que algo andaba mal, volvió a sentarse en su asiento.
—¿Hija mía? —preguntó, inseguro.
Los ojos de Rhaenyra brillaron con el acero en su columna.
—Devuélvemela —el tono de sus palabras fue pequeño pero inconfundible.
Viserys estaba confundido, —¿Devolverte a...?
—Alicent —siseó la princesa.
—Mi querida niña —puso Viserys con la voz que usaba cuando quería calmar a su hija. Ahora lo encontraba doblemente irritante. —No la he robado —finalizó el Rey. La ligereza de su comportamiento enfureció a Rhaenyra. ¿Cómo podía sentarse allí y tener el descaro de afirmar su inocencia? —Sin duda la encontrarás en sus aposentos. ¿A menos que quieras decirme que se la han llevado? —Terminó con una risita. No le pareció gracioso el intento de su padre de hacer una broma.
—Sé dónde está —los ojos de Rhaenyra ardían como fuego de dragón, sus palabras ardían como brasas. —He ido a verla en su recuperación. —Enfatizó la última palabra, mostrándole a Viserys que sabía lo que había sucedido. El rostro del Rey decayó levemente.
—Fue un desafortunado accidente, mi dragón. Pero... —Fuera lo que fuese para el Rey, Rhaenyra nunca lo escuchó porque no le permitió ir más lejos. No podía tolerar que su padre descartara la casi muerte de Alicent por su propia mano.
—¿¡Un accidente!? —prácticamente gritó, con las manos apretándose en puños a los costados. El fuego en su pecho rugió al rojo vivo. —¡Cómo te atreves! ¿Cómo te atreves a llamarlo accidente? ¡Tú, que tenías toda la intención de arrastrarla al altar sin importar cómo se sintiera! ¡Lo hizo para alejarse de ti!
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The Dragonfly | HOTD
Fiksi PenggemarAlicent Hightower no quiere casarse con el Rey. Pero en un mundo con pocas opciones, el tiempo se acaba. ¿Podrá salvarse a sí misma? ¿Se darán cuenta los dragones que la rodean de lo que han hecho? ✅Esta es una TRADUCCIÓN. La obra original le perten...