El aire se había vuelto más fresco y los colores del otoño empezaban a pintar el campus de tonos cálidos. Las hojas caían en un suave vaivén, cubriendo los senderos con un manto dorado y crujiente. El semestre avanzaba rápidamente, y con él, llegaban nuevos desafíos y oportunidades.
Sarah y yo habíamos establecido una rutina de estudio que nos ayudaba a mantenernos enfocadas y organizadas. Pasábamos largas horas en la biblioteca, rodeadas de libros y apuntes, pero siempre encontrábamos tiempo para nuestras charlas y risas. Su amistad era un pilar fundamental en mi vida, y agradecía cada momento que compartíamos.
Una tarde, mientras repasábamos notas para un próximo examen, Sarah levantó la vista de sus apuntes y me miró con curiosidad.
—Hazel, ¿has pensado alguna vez en estudiar en el extranjero? —preguntó, jugando con el bolígrafo entre sus dedos.
Me sorprendió la pregunta y me tomó un momento responder.
—Lo he considerado, pero nunca en serio. Me encanta la idea de explorar nuevos lugares y aprender de diferentes culturas, pero siempre he sentido que mi lugar está aquí, al menos por ahora.
Sarah asintió, comprendiendo.
—Yo también me siento así, pero creo que podríamos considerar opciones para el futuro. Imagínate las oportunidades y experiencias que podríamos tener.
La idea quedó flotando en el aire, y aunque no le di demasiada importancia en ese momento, sembró una semilla de curiosidad en mi mente.
Una noche, después de una larga sesión de estudio, decidí asistir a un evento musical en el auditorio del campus. Cedric me había invitado a escuchar a su grupo tocar, y estaba ansiosa por verlo en el escenario una vez más. La música siempre tenía una forma de calmar mi mente y elevar mi espíritu.
El auditorio estaba lleno de estudiantes y profesores, todos esperando con entusiasmo el comienzo del concierto. Encontré un asiento cerca del frente y me acomodé, observando a la gente a mi alrededor. Sentí una mano en mi hombro y me volví para ver a Sarah sonriendo.
—No podía perderme esto —dijo mientras se sentaba a mi lado—. Cedric es increíble en el escenario.
La música comenzó y Cedric, con su guitarra en mano, lideró al grupo con una energía contagiosa. Sus dedos se movían con gracia sobre las cuerdas, y su voz llenaba el auditorio con una calidez que me envolvía. Había algo en su presencia que me hacía sentir segura y feliz.
Al final del concierto, nos acercamos a felicitar a Cedric.
—¡Estuviste fantástico! —exclamé, todavía conmovida por la actuación.
Cedric sonrió, visiblemente satisfecho.
—Gracias, Hazel. Significa mucho para mí que estuvieras aquí.
Sarah asintió, apoyando mis palabras.
—Realmente, Cedric. Tienes un talento increíble.
Nos quedamos conversando un rato, disfrutando de la compañía mutua. Sentía que cada momento que pasaba con Cedric y Sarah fortalecía nuestros lazos y nos acercaba más.
Los días pasaban y el invierno comenzó a hacer su entrada con su frío característico. Las actividades en el campus no disminuían, y con ellas venían nuevos proyectos y responsabilidades. Cedric y yo seguíamos asistiendo al grupo de estudio bíblico, encontrando en esos momentos una fuente de apoyo y reflexión.
Una tarde, después de una intensa sesión de estudio, Cedric y yo decidimos dar un paseo por el parque cercano al campus. La nieve había comenzado a caer suavemente, cubriendo todo con un manto blanco y brillante. Caminamos en silencio, disfrutando de la serenidad del paisaje invernal.
—Hazel, he estado pensando mucho en lo que hablamos sobre el futuro —dijo Cedric de repente, rompiendo el silencio—. Me pregunto qué planes tiene Dios para nosotros.
Lo miré, viendo la seriedad en sus ojos.
—Yo también lo he estado pensando. A veces, la incertidumbre me asusta, pero confío en que Dios nos guiará por el camino correcto.
Cedric tomó mi mano, apretándola con suavidad.
—Sea cual sea el camino, estoy agradecido de tenerte a mi lado.
Sentí una calidez en mi corazón, a pesar del frío que nos rodeaba. Caminamos de regreso al campus, sintiéndonos más conectados y seguros de que juntos podríamos enfrentar cualquier desafío.
El semestre llegó a su fin y, con él, las vacaciones de invierno. Sarah y yo decidimos aprovechar el tiempo libre para hacer un pequeño viaje a las montañas. Queríamos alejarnos del estrés académico y disfrutar de la naturaleza.
El viaje resultó ser una experiencia maravillosa. Pasamos los días explorando senderos, disfrutando de las vistas panorámicas y conversando junto a la chimenea en la cabaña que habíamos alquilado.
—Hazel, estos momentos me hacen darme cuenta de lo afortunadas que somos —dijo Sarah una noche mientras mirábamos el fuego crepitar—. Tenemos tanto por lo que estar agradecidas.
Asentí, sintiéndome en paz.
—Tienes razón. A veces nos olvidamos de apreciar las cosas simples, pero estos momentos son los que realmente importan.
Durante nuestro tiempo en las montañas, tuve la oportunidad de reflexionar sobre mi vida, mis sueños y mis relaciones. Sentía una profunda gratitud por todo lo que había logrado y por las personas que me rodeaban.
De regreso al campus, nos esperaba un nuevo semestre lleno de posibilidades. Cedric y yo continuábamos fortaleciendo nuestra relación, mientras Sarah y yo nos apoyábamos mutuamente en nuestros estudios y búsquedas espirituales.
Un día, mientras estaba en el laboratorio, recibí una llamada inesperada. Era una oferta para participar en un proyecto de investigación en el extranjero durante el verano. Mi corazón se aceleró al leer la propuesta.
—¡Sarah, no vas a creer esto! —exclamé cuando la vi más tarde—. ¡Me han ofrecido una oportunidad para investigar en el extranjero!
Sarah me abrazó emocionada.
—¡Eso es increíble, Hazel! Sabía que algo así llegaría para ti.
Aunque la idea de dejar el campus y a mis amigos por un tiempo me asustaba, también me emocionaba la posibilidad de vivir una nueva aventura y aprender más en mi campo.
Esa noche, mientras caminaba con Cedric, le conté sobre la oferta.
—Cedric, me han ofrecido una oportunidad de investigación en el extranjero durante el verano.
Él me miró con una mezcla de orgullo y tristeza.
—Hazel, eso es fantástico. Sabía que algo así llegaría para ti. Pero te voy a extrañar mucho.
Sentí un nudo en la garganta.
—Yo también te voy a extrañar, Cedric. Pero creo que es una oportunidad que no puedo dejar pasar.
Cedric asintió, entendiendo.
—Tienes razón. Y aunque te extrañaré, sé que esto es importante para ti. Te apoyaré en cada paso del camino.
Nos abrazamos, sabiendo que el verano traería cambios y desafíos, pero confiados en que nuestra relación era lo suficientemente fuerte para soportarlos.
Con el nuevo semestre en pleno apogeo, me sumergí en mis estudios y en la preparación para mi proyecto de investigación. Cedric y yo aprovechábamos cada momento que podíamos pasar juntos, y Sarah seguía siendo mi compañera constante y apoyo incondicional.
El tiempo pasó rápidamente y, antes de que me diera cuenta, el verano estaba a la vuelta de la esquina. Sentía una mezcla de emoción y nerviosismo por lo que estaba por venir.
—Hazel, te voy a extrañar mucho —dijo Sarah mientras empacaba mis cosas para el viaje—. Pero sé que esto es solo el comienzo de algo increíble para ti.
La abracé con fuerza, agradecida por su amistad y apoyo.
—Yo también te voy a extrañar, Sarah. Pero prometo mantenerme en contacto y compartir cada momento contigo.
El día de mi partida, Cedric me acompañó al aeropuerto. Nos despedimos con un abrazo largo y silencioso, sabiendo que aunque la distancia nos separaría físicamente, nuestro vínculo seguiría siendo fuerte.
—Hazel, estoy orgulloso de ti —dijo Cedric—. Sé que harás cosas maravillosas.
—Gracias, Cedric. Prometo volver pronto.
Mientras el avión despegaba, miré por la ventana y sentí una mezcla de tristeza y emoción. Estaba lista para enfrentar esta nueva aventura, sabiendo que tenía el amor y el apoyo de las personas más importantes en mi vida.
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Bajo su Mirada
Teen FictionEn el campus universitario de la Universidad Cristiana de San Marcos, el bullicio de la vida estudiantil llenaba el aire mientras los jóvenes se apresuraban de una clase a otra, con libros en la mano y sueños en el corazón. Entre la multitud, una es...