El nuevo semestre trajo consigo un aire de renovación y nuevas oportunidades. A medida que las hojas empezaban a cambiar de color y el campus se cubría de tonos otoñales, sentí que también estaba en una etapa de transformación personal. Los meses que había pasado en el extranjero me habían dado una nueva perspectiva y una energía renovada para enfrentar los desafíos académicos y personales que me esperaban.
Una mañana, mientras caminaba hacia mi primera clase, me encontré con Sarah en el camino. Su sonrisa era tan brillante como siempre, y su presencia me reconfortaba.
—¡Hazel! —exclamó, dándome un abrazo—. ¿Lista para un nuevo semestre?
—¡Por supuesto! —respondí, devolviéndole el abrazo—. Me siento más preparada que nunca.
Nos dirigimos juntas al edificio de biología, hablando sobre nuestras expectativas para el semestre. Sarah y yo habíamos decidido tomar varias clases juntas, lo que hacía todo más emocionante y menos intimidante.
En el aula, nos encontramos con el profesor Mitchell, un hombre de mediana edad con una pasión evidente por la biología molecular. Su entusiasmo era contagioso, y su manera de explicar los conceptos hacía que todo pareciera más claro y accesible.
—Bienvenidos al curso de Biología Molecular Avanzada —dijo el profesor, sonriendo—. Este semestre exploraremos algunos de los aspectos más fascinantes y complejos de la vida a nivel molecular. Estoy seguro de que disfrutarán cada momento.
A medida que la clase avanzaba, me sentí cada vez más intrigada por los temas que íbamos a cubrir. La genética, la biotecnología y la investigación biomédica eran áreas que siempre me habían fascinado, y ahora tenía la oportunidad de profundizar en ellas.
Durante el descanso, Sarah y yo salimos a tomar un café. Nos sentamos en una mesa al aire libre, disfrutando del suave sol de otoño.
—¿Has pensado en qué dirección quieres tomar después de graduarte? —me preguntó Sarah, mirándome con curiosidad.
—Aún no lo tengo completamente claro —admití—. Me encanta la investigación, pero también quiero hacer algo que tenga un impacto tangible en la vida de las personas. Tal vez trabaje en un laboratorio de biotecnología o en una organización de salud pública. ¿Y tú?
Sarah sonrió, tomando un sorbo de su café.
—Me encantaría trabajar en conservación ambiental. Quiero proteger los ecosistemas y ayudar a restaurar los hábitats dañados. Es algo que siempre me ha apasionado.
La tarde pasó rápidamente mientras discutíamos nuestros sueños y aspiraciones. Sentí una conexión profunda con Sarah, y nuestras conversaciones siempre me dejaban inspirada y motivada.
Al día siguiente, durante una de nuestras clases, el profesor Mitchell anunció un proyecto de investigación que realizaríamos en grupos. Sarah y yo decidimos trabajar juntas, emocionadas por la oportunidad de colaborar en algo significativo.
Pasamos horas en la biblioteca, investigando y recopilando datos. Nuestro proyecto se centraba en los efectos de los contaminantes ambientales en la biodiversidad. Era un tema que combinaba nuestros intereses y nos permitía aprender mucho.
Una tarde, mientras revisábamos artículos científicos, me encontré con Cedric en la cafetería del campus. Estaba sentado solo, absorto en su música, con su guitarra a su lado.
—Hola, Cedric —dije, acercándome a su mesa—. ¿Te importa si me siento?
—¡Hazel! —respondió, sonriendo—. Claro, siéntate. ¿Cómo va todo?
Nos pusimos al día rápidamente, hablando sobre nuestras clases y proyectos. Me contó sobre su último recital y cómo estaba componiendo una nueva pieza.
—Deberías venir a verme tocar algún día —dijo, sus ojos brillando con entusiasmo—. Me encantaría saber tu opinión.
—Me encantaría —respondí, sintiendo una calidez en mi corazón por su invitación.
Nuestra amistad seguía fortaleciéndose, y aunque había momentos de incertidumbre y desafíos, siempre encontrábamos la manera de apoyarnos mutuamente.
Una tarde, mientras Sarah y yo trabajábamos en nuestro proyecto en el laboratorio, ella me hizo una pregunta que me tomó por sorpresa.
—Hazel, ¿has pensado alguna vez en lo que buscas en una relación?
La pregunta me dejó pensativa. Había reflexionado sobre mis deseos y expectativas en el amor, pero ponerlo en palabras era otra cosa.
—Creo que busco alguien que comparta mis valores y pasiones —dije finalmente—. Alguien con quien pueda crecer y aprender, y que me apoye en mis sueños. ¿Y tú?
Sarah sonrió, asintiendo.
—Creo que busco lo mismo. Alguien que me inspire y que quiera construir una vida juntos.
Nuestras conversaciones sobre el amor y las relaciones se volvieron más frecuentes, y sentí que estaba comprendiendo mejor lo que realmente quería y necesitaba en una pareja.
Una noche, después de una larga sesión de estudio, decidimos tomar un descanso y salir a caminar por el campus. El aire fresco de la noche y el cielo estrellado nos ofrecieron un respiro bienvenido.
—A veces me pregunto si estamos destinados a encontrar a alguien especial en un momento específico de nuestras vidas —dijo Sarah, mirando las estrellas—. Como si hubiera un plan más grande para nosotros.
—Creo que sí —respondí, reflexionando sobre mis propias experiencias—. He aprendido a confiar en que Dios tiene un plan para mí, incluso cuando no siempre es claro.
Nuestra caminata nocturna fue una oportunidad para reflexionar y reconectar con nuestras creencias y esperanzas para el futuro.
Un fin de semana, Cedric organizó una pequeña reunión en su apartamento para celebrar su último recital. Invitó a algunos amigos, y Sarah y yo fuimos entusiasmadas.
La noche estuvo llena de risas, música y buena compañía. Cedric tocó algunas de sus nuevas composiciones, y su talento siempre me dejaba asombrada.
—Gracias por venir —dijo Cedric, acercándose a mí después de su actuación—. Significa mucho para mí.
—Fue increíble, Cedric. Siempre me sorprendes con tu música.
Mientras la noche avanzaba, nos encontramos en una conversación más profunda sobre nuestros sueños y miedos. Sentí que estábamos construyendo una conexión aún más fuerte, y aunque había una parte de mí que se preguntaba si había algo más entre nosotros, también sabía que no había necesidad de apresurarse.
La amistad y el apoyo que compartíamos eran valiosos por sí mismos, y confiaba en que el tiempo revelaría lo que el futuro nos tenía preparado.
Al final del semestre, mientras nos preparábamos para los exámenes finales, Sarah y yo reflexionamos sobre todo lo que habíamos logrado.
—Hemos aprendido tanto este semestre —dijo Sarah, sonriendo—. No solo sobre biología, sino también sobre nosotras mismas.
—Definitivamente —asentí—. Me siento más segura y clara sobre lo que quiero en la vida.
A medida que el semestre llegaba a su fin, me sentí agradecida por todas las experiencias y relaciones que había cultivado. Sabía que cada paso que daba me acercaba más a mis sueños y a la persona que quería ser.
Con el apoyo de mis amigos y mi fe en Dios, estaba lista para enfrentar cualquier desafío y aprovechar cada oportunidad que se presentara en mi camino.
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Bajo su Mirada
RomanceEn el campus universitario de la Universidad Cristiana de San Marcos, el bullicio de la vida estudiantil llenaba el aire mientras los jóvenes se apresuraban de una clase a otra, con libros en la mano y sueños en el corazón. Entre la multitud, una es...