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⚠️Ataque de ansiedad explícito, mención de autolesión, depresión e inclinación suicida.⚠️ 

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— ¡ALASTORALASTORALASTOR!

La lectura fue interrumpida cuando la voz de su pareja llegó a sus oídos. Levantó la vista del libro que hasta hace un momento tenía toda su atención para ver a Lucifer atravesando todo el jardín corriendo de forma tan fugaz que por un momento sintió que veía una caricatura. Acercó el libro a su pecho en un movimiento involuntario cuando un calendario fue aplastado en la mesa de té dónde reposaba su taza de café, ahora derramada en algunas gotas.

Miró el objeto presentado y al sonriente rubio, sus filosos y grandes dientes eran el mayor espectáculo junto a la mirada tan emocionada y eufórica como pocas veces había presenciado, agitado luego de haber corrido todo el trayecto hacia el santuario personal del demonio.

Confundido, se quitó los lentes de lectura y cuestionó. — ¿Sucede algo, querido?

— ¡MIL NOVENTA Y CINCO DÍAS! — Gritó de nuevo, volviendo a provocar que el ciervo diera un pequeño sobresalto. Palmeó el calendario frenéticamente, señalando un día en específico que se encontraba tachado. — ¡¿Sabes cuánto es eso?!

Le tomó unos segundos hacer la cuenta. — ¿Tres -

— ¡TRES AÑOS!

— ...

— ¡¿TRES AÑOS DE QUÉ?!

Alastor tensó su sonrisa en una mueca incómoda, cuestionando en silencio la razón para tanto ajetreo y la insistencia de los ojos rojos que lo observaban fijo esperando una respuesta. Buscó en su memoria, puesto que al parecer él tenía las respuestas a lo que sea que estaba diciendo su alteza. Sus ojos viajaron desde las enredaderas que los rodeaban hasta las rosas blancas a unos metros recientemente regadas por los jardineros reales.

Y entonces lo entendió.

Fue casi invisible, la ligereza con la que su expresión se iluminó, la manera en que sus ojos se abrieron y el cómo sus cejas se alzaron junto a sus orejas, como si fueran dos antenas que acababan de captar una nueva señal.

Podría haber pasado desapercibido para alguien que no conociera al demonio, solía ser alguien inexpresivo y tenía una habilidad envidiable a la hora de ocultar sus emociones, cualquiera mueca que no fuera una sonrisa falsa era imperceptible para cualquiera, pero no para él. No para quien lo observaba cada día como si fuera la obra de arte más preciosa de toda la creación, no, al rey no se le escapaba nada.

Asintió repetidas veces, emocionado de que su ciervo lo hubiera comprendido. Alastor miró el calendario con una pequeña sonrisa que poco a poco creció con suavidad, el libro en sus manos fue olvidado sobre sus piernas.

El novio de papá. [RadioApple/AppleRadio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora