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Aixa despertó sobresaltada, con la respiración agitada, mientras el recuerdo doloroso de despedirse de su abuelo en su universo original la atormentaba. Su abuelo había sido como un segundo padre para ella, recordaba vívidamente los días de juegos con sus hermanos y cómo su abuelo caminaba durante horas solo para visitarlos y llevarles juguetes y comida. Era un recuerdo que Aixa atesoraría toda su vida.

Miró alrededor de la habitación en penumbra, iluminada solo por la tenue luz de la luna que se colaba por la ventana. El reloj en la pared marcaba las 3 de la madrugada.

—Tengo hambre y este vestido me molesta muchísimo —susurró Aixa para sí misma, sin darse cuenta de que había alguien en la esquina de la habitación.

Gojo había estado observando en silencio desde que Aixa había despertado. Desde el primer momento que la vio, sintió algo inusual, algo que despertó su curiosidad. No era solo el color intenso de los ojos y el cabello de Aixa, sino también la energía maldita que había detectado cuando la analizó en el coche.

—¿Quieres algo en específico para comer? —habló Gojo, saliendo de las sombras de la habitación.

Aixa se sobresaltó ligeramente al darse cuenta de que Gojo también estaba presente. Su presencia imponente era difícil de ignorar, incluso en la oscuridad.

—Nada en particular, cualquier cosa está bien para mí —respondió Aixa con una sonrisa nerviosa, sintiéndose un tanto intimidada por la situación.

—Ven —dijo Gojo extendiendo su mano hacia ella. Era un gesto inusual para él, que rara vez mostraba tal cercanía con extraños, y mucho menos desactivaba su técnica de infinito tan abiertamente.

Aixa tomó su mano, sintiendo el calor reconfortante de la piel de Gojo. Sin más preámbulos, Gojo los teletransportó a su departamento.

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Aixa titubeó, mareada por la repentina transición. Nunca antes había experimentado la teletransportación, y la sensación de su estómago revolviéndose era nueva para ella.

—Debí haberte avisado antes —comentó Gojo, su tono despreocupado contrastaba con la sorpresa de Aixa.

—No importa. ¿Dónde estamos? —preguntó, sus ojos recorriendo el lugar.

—En mi departamento —respondió Gojo con naturalidad.

Aixa se quedó sin palabras. Estaba en el departamento de Gojo Satoru, el hechicero más poderoso. Sintió una mezcla de incredulidad y emoción.

《Agárrenme que me desmayo》, pensó Aixa, sintiéndose abrumada por la situación.

El lugar era exactamente como lo imaginaba: minimalista, con colores neutros y una atmósfera tranquila, lo que contrastaba con la extravagante personalidad de Gojo. Sin embargo, para ella, era perfecto. Le gustaba más que los lugares llenos de colores llamativos.

—Ven, te daré una de mis camisetas —dijo Gojo, notando cómo Aixa se retorcía con incomodidad en el vestido de novia.

—Gracias —murmuró Aixa, notando el calor en sus mejillas. Sentía que estaba en medio de un sueño.

《Esto debe de ser un sueño.》

Gojo la guió hacia una puerta blanca que se abría a una vista espectacular de la ciudad nocturna. Aixa quedó sin aliento ante la imagen de los rascacielos iluminados que se extendían frente a ella.

—Es hermoso —susurró, sin apartar la vista del paisaje.

—Sí, lo es —Gojo estuvo de acuerdo, pero sus ojos no estaban en la vista, sino en ella. Le entregó una camiseta negra, su expresión más suave de lo habitual.

La huida - [Gojo Satoru ♡]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora