FINAL: LA VERDAD

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Jimin se decidió por cargarlo al estilo princesa y entrar en la primera habitación que encontró. Era la cocina. Dejó al pobre chico en la barra que formaba parte del comedor y se dispuso a buscar un vaso de agua y correr a su bolsa por su celular. Cuando regresó, no esperaba ver a Jungkook totalmente acostado en la barra, sin la chaqueta y las prendas superiores botadas, su erección saltaba a la vista. El chico estaba por quitarse los pantalones hasta que vio al otro y sólo pudo llorar por el placer que lo estaba volviendo loco y el deseo que se avivaba cada vez que el otro lo miraba tan intensamente. Sentía vergüenza por ser atrapado de esa manera. 

 Aquello, le gustó, había soñaba con eso. 

Jungkook lloriqueaba por el placer, pero no lo llamó.

El joven Park dejó que aquella bestia tomara el control poco a poco. Ya no era Jimin, el chico de Busan con excelentes calificaciones y asesor de distintas materias de la Universidad de Seúl, sino Park, el hombre de 23 años que se había descubierto en Seúl que amaba someter a las personas para su propio placer. Park Jimin, era el chico que lo englobaba todo. 

El pelinegro tenía muchos filtros y muchas facetas. Por eso algunas personas lo consideraba dulce mientras que otros, decían que era un diablo. No había quien lo conociese del todo, y esa había sido la principal razón por la que le llamaba tanto la atención Jeon Jungkook. Porque mientras todos veían al suave Jungkook, Jimin también podía ver ese brillo de lujuria que a veces aparecía cuando el joven pensaba que nadie miraba. Lo veía cuando Jungkook analizaba sin ningún pudor los cuerpos sudados de los deportistas en sus prácticas, en la manera en la que rodeaba su lengua inconscientemente cuando comía una paleta o la manera en la que siempre llevaba algo a su boca. Él no sabía que hablaba con su cuerpo más de lo que decía con palabras. Cada vez que se daba cuenta de ello, pensaba que Jeon estaba hecho sólo para él, sólo para captar su atención y mantenerlo enamorado.

Jimin tomó asiento frente a Jungkook. No lo tocó. Sólo hizo una señal para que se quitara el resto de la ropa. Obedeció sin dudarlo. 

Lo vio quitarse los zapatos y el pantalón. No llevaba ropa interior, algo que le sorprendió y encantó. No veía a Jungkook en él, sino a un chico descarado que tomaba y hacía lo que quería.

El lugar estaba un poco frío, pero a ambos les vibraba la sangre con un calor sorprendente.

Ninguno habló, no era necesario.

Jungkook tenía aprisionado su miembro contra el mesón y lo frotaba lentamente mientras algo allá abajo zumbaba con fuerza, se restregaba cada vez más rápido, tenía el rostro escondido entre sus brazos, jadeaba, gemía y emitía suspiros más pesados cuando el aparato dentro de él paraba o subía de intensidad.

«Ligeramente masoquista».

Jimin dejó que se aliviara. La erección dentro de sus pantalones pulsaba, dolía y se removía por la maravillosa imagen que le daba su compañero de piso.

—¿Por qué no lo apagas? Ya has estado mucho tiempo así, Conejito.

Sus palabras salieron en modo automático, su inconsciente tomó el control dejando salir todas aquellas palabras y acciones que había reprimido y guardado para sus fantasías más sagradas, no podía detenerse y parecía que al otro chico no le importaba mucho. Jimin se acercó a él, tocaba su espalda y lo acariciaba como si fuera una flor. Tenía la piel tan suave y tersa como siempre la imaginó. Era hermoso y fantástico. Pasó sus uñas cortas de manera delicada con la suficiente presión para dejar un caminito rojizo y para que Jeon supiera que estaba ahí, a su lado, admirándolo con devoción y un hambre voraz, esperando por él y su petición.

—Ho... Hose...se, ¡ah!

Había fluidos blancuscos y transparentes en el mesón y el estómago de Jungkook, incluso una pequeña mancha en su cara que lo hacía ver de una manera tentadora y pecaminosa para Jimin, pero estaba ligeramente decepcionado. No quería que Jeon gimiera el nombre de alguien más, nunca. Sólo el suyo.

TRIP (JIKOOK)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora