𝙪𝙣𝙤: 𝘦𝘭 𝘱𝘳𝘪𝘮𝘦𝘳 𝘢𝘮𝘰𝘳...

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Cada vez que cruzaba la frontera de Busan, era como si una suave brisa marina le acariciara el alma, llevándose consigo cualquier rastro de ansiedad

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Cada vez que cruzaba la frontera de Busan, era como si una suave brisa marina le acariciara el alma, llevándose consigo cualquier rastro de ansiedad. Con cada kilómetro recorrido, Tae sentía cómo el peso del mundo moderno se desvanecía, reemplazado por una ligera felicidad que sólo esa pequeña ciudad podía ofrecerle. Había sido de esa forma desde los veranos de su infancia, cuando dejaba atrás los rascacielos de Seúl y se sumergía en la tranquilidad del hogar de sus abuelos.


Con el motor ronroneando suavemente, Tae avanzaba por las casas tradicionales del vecindario de sus abuelos. Sonrió al pasar por el pequeño mercado local, donde solía comprar dulces con el dinero que su abuelo les daba generosamente. Los aromas de la cocina de su abuela, llenos de especias y amor, parecían flotar en el aire, aunque aún estuviera a unas cuadras de la casa.


Comenzaba a imaginarse ya degustando una comida preparada con su abuela cuando pasó por el lado de un chico. Fueron solo unos segundos que estuvo dentro de su vista periférica, pero su estudio visual rápido le permitió captar todos los detalles de su presencia. El chico estaba inclinado sobre una bicicleta, ajustando la cadena con manos hábiles. Su cuerpo atlético y bien definido resaltaba incluso bajo la camiseta ajustada que llevaba. Los finos pero definidos brazos se movían con precisión mientras trabajaba, y sus piernas, tonificadas por el ejercicio, eran la base de una figura que irradiaba fuerza y sensualidad. Y ni hablar del redondo y voluptuoso trasero. El sol de la tarde que iluminaba su piel bronceada, haciendo que cada gota de sudor brillara como pequeñas perlas, solo eran un añadido más a esa idílica imagen.


Tuvo que voltear el rostro y desacelerar para mirarlo mejor, pues si bien era un chico precioso, también había algo en él que le daba un aire familiar. El rostro del joven le fue más visible, y Tae pudo admirar sus ojos, grandes y oscuros,enfocados en la tarea, pero cuando se levantó para estirar la espalda, Tae pudo ver la chispa de inteligencia y profundidad en ellos. Tae sintió un súbito golpe de asombro al reconocerlo. Era Jeon Jungkook, el nieto de la señora Jeon.


Hacía años que no lo veía, y el pequeño niño que solía correr por las mismas calles que él, se había convertido en un hombre realmente precioso. Tae frenó el coche de repente, atraído por una mezcla de curiosidad y algo más que aún no podía definir del todo. Sin dudarlo, Tae detuvo el auto. Aprovechó que el auto era descapotable y agitando una mano lo llamó.

—¡Jungkook!


El chico levantó la mirada, parpadeando contra el sol. Cuando sus ojos se encontraron, Jungkook sonrió primero con incredulidad, antes de mostrar sus perfectos dientes y una sonrisa como la de un conejo pequeño. Sin duda era Jungkook.

—¡Taehyung! ¡Cuánto tiempo sin verte!


Tae salió del coche, caminando hacia el hermoso chico con su típica seguridad. No pudo evitar notar cómo Jungkook lo miraba de arriba abajo, evaluando los cambios que los años habían traído consigo. Si Jungkook lo encontraba la mitad de agradable a la vista de lo que él lo había encontrado, no tenía nada de qué preocuparse. Al estar uno frente al otro sonrieron de nuevo.

𝙨𝙚𝙣𝙨𝙪𝙖𝙡 𝙗𝙤𝙮. TaekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora