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Realmente no preparó demasiado para su viaje. Salió de su habitación vestido con una blusa azul cielo con una tela de lino marrón envolviendo su cintura. En su bolsillo, solo una bolsita con unas monedas y una daga que su padre le había regalado de pequeño.

Escondió el colgante que colgaba de una cadena en su cuello dentro de su blusa y se encaminó a la habitación de su hermana, con una carta en la mano.

Al llegar, se agachó para pasar la hoja por debajo de la puerta. En cuanto paso la carta, la puerta se abrió , haciendo que el príncipe cayera hacia atrás del susto.

- Martin. Creía que te ibas a ir sin despedirte.- Maria tendió una mano a su hermano menor y le ayudo a levantarse. En cuanto Martin estuvo en pie le acercó tirando de el para darle un abrazo.

- Como sabes.. ¿Como sabes que me voy?- Le susurro al oído devolviéndole el abrazo.

- Alejandro me lo dijo. - Se separó del abrazo acunando las mejillas de Martin. - Hermano escúchame. No voy a impedir que te vayas, se que ya han intentado convencerte para que te quedes. Pero tienes que tener cuidado. Prométeme que tendrás cuidado. -

- Lo prometo. - Martin escondió su cara en el cuello de su hermana entonces.

- Prométeme que no te olvidaras de mi. - Subió sus manos a la cabeza de su hermano y lo peinó suavemente. Sabe que eso lo relaja.

- Lo prometo, nunca lo haría. -

- Haz que valga la pena, no malgastes la oportunidad. Yo te esperaré si decides volver, y te esperaré aunque decidas no hacerlo. Deja que Alejandro te ayude, es un buen amigo. Ahora vete, antes de que se haga tarde. Recuerda que te quiero.-

Martin se separó de su hermana después de besarle la mejilla y se encaminó al establo.

Alex ya le esperaba cuando llegó. El plan era bastante simple. En el puerto buscarían un barco y les ofrecerían su servicio a cambio de ser parte de la tripulación. Si eso no funcionaba, pagarían por ello, algo que seguro que ningún capitán rechazaría.

Antes de entrar al pueblo, Alex le dio una capa oscura a Martin y se aseguró de que la capucha tapaba bien su rostro para no ser reconocido. Tampoco consideraban la posibilidad de que el joven príncipe fuera reconocido, ya que su padre le tenia prohibido ir al pueblo y no solía ver a mucha gente que no fuesen los trabajadores del palacio.

Llegaron al puerto sin ningún inconveniente y eligieron el galeón que vieron esa mañana para preguntar al capitán. Unos hombres que supusieron que eran la tripulación subían barriles y cajas al barco. Alex se acercó a uno de ellos y preguntó por el capitán. El hombre señalo a la cubierta del galeón, donde otro hombre gritaba ordenando a su tripulación que hacer.

El capitán no era especialmente intimidante. Era un hombre bajito, con la barba larga y muy descuidada y su ropa estaba bastante desgastada. Subieron al barco por la rampa evitando molestar a los hombres que estaban trabajando y se acercaron al capitán.

- Buenas noches, un hombre de la tripulación nos dijo que usted es el capitán de este galeón. - El capitán se giró cuando escuchó la voz de Alex a su espalda y les repasó de arriba a abajo con la mirada.

- No me hables de usted. Si soy el capitán, ¿para que me necesitáis? Tengo mucho trabajo.-

- Buscamos formar parte de la tripulación de un barco, podemos hacer el trabajo que necesites, aprendemos rápido. -

- Que casualidad que acabo de perder cinco hombres por motivos que no queréis saber y necesito gente. - Les volvió a dar un repaso de arriba a abajo a los dos, esta vez más despacio. - Tú... podrías servirnos. Se te ve fuerte, bien entrenado. ¿Tienes experiencia con armas de fuego?- El guardia asintió. - Perfecto puedes ayudar a nuestro armero, y de paso ayudarás a los otros marineros con las velas cuando sea necesario. Tu amigo con la cara bonita no se si va a servirnos. ¿Tienes experiencia con armas de fuego? - Martin negó. - ¿Cosiendo velas o atando nudos? - El menor volvió a negar. - Para que sirves entonces, ¿para sentarte y verte bonito? Necesitamos trabajadores, si no aportas no subes. ¿Puedes limpiar o sería demasiado trabajo para ti, señorito? - El príncipe se encogió de hombros, el capitán le hacía sentir pequeño y eso no le gustaba. Asintió con la vista baja. - Perfecto entonces, ayudar a el resto de la tripulación a cargar el galeón, salimos al alba. -

Manneporte - Au majos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora