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Cuando era niño, Sae solía decirle que no debería confiar en extraños. 

Y aunque cada fibra de su ser quiere decirle a su mente que se joda Sae y que ya no es un niño, la voz de su hermano hace eco en su cabeza de todos modos. Sobre todo cuando Rin aceptó la oferta de un escalofriante y odioso hombre de rentarle un cuarto a bajo costo, con el único detalle de que estaría viviendo con alguien más. 

No es como si tuviera muchas opciones en ese momento, había tenido una de las peores discusiones que había vivido con su familia y literalmente les tomó la palabra, al igual que todo lo que alcanzó a empaquetar en una maleta junto al primer destino en tren que vio. 

Tenía veinte años, podía cuidar de sí mismo perfectamente, además de que confiaba en su propia suerte. 

Durante su viaje hasta Ota estuvo buscando opciones de hospedaje, sin embargo, al estar tan cerca de la ciudad de Tokio todo era demasiado caro para el dinero con el que contaba. 

—¿Buscas dónde quedarte? —El entrometido que se había sentado al lado suyo le habló de repente. 

Rin lo miró, se trataba de un hombre adulto, entre los treinta y los cincuenta —le importaba demasiado poco calcular correctamente—, delgado, con una mirada extraña y sombría. Era casi como esos personajes terciarios que los protagonistas de una película barata de terror se encontraban al inicio de su viaje. 

—Soy el dueño de unos condominios —el hombre, a falta de la respuesta de Rin, habló más—, uno de mis inquilinos quería un compañero de cuarto para aminorar los gastos, te ves como alguien que necesita uno de esos también.

Y así fue como Rin llegó a ese lugar, donde esperaba no encontrar un patético final como el protagonista de un slasher. No sabía qué es lo que lo había impulsado a aceptar una oferta así, quizá un poco la desesperación de la situación. No se cuestionó cómo ese sujeto, Ego como dijo llamarse, supo que buscaba una residencia a tiempo indefinido, quizá el ignorar las llamadas de sus padres, la maleta y su edad le debieron dar una idea. 

El lugar se trataba de un relativamente pequeño condominio en un barrio no tan céntrico ni periférico, de tres plantas, tres habitaciones por planta, dos escaleras a los lados y unas cuantas prendas tendidas en la pequeña terraza de dos de ellas, unas dos bicicletas bajo las escaleras y un bote de basura colectivo en buen estado general. No se veía tan barato como había imaginado en un principio, supone que el precio es por el compañero de cuarto. 

Rin no estaba acostumbrado a compartir su espacio con nadie, pero prácticamente se había independizado de la noche a la mañana y no necesitaba ser melindroso. Solo esperaba que quien sea, se centrara en sus propios asuntos y le dejara en paz. 

Miró la llave azul que Ego le había dado, indicaba que era la segunda habitación del tercer piso. Bien, al menos no tendría por qué molestarse por los pasos en el techo. Tomó su maleta de su agarradera y la levantó para subir las escaleras. 

Era de noche, y la única luz que había en ese pasillo era escasa y amarillenta, deberá irse acostumbrando. 

Cuando insertó la llave, se dio cuenta que la cerradura del cuarto 3-B es azul al igual que esta. No se fijó si acaso las otras puertas eran iguales. Ese pensamiento lo distrajo momentáneamente en lo que entraba al departamento. No se veía mal, era lo suficientemente espacioso. 

Se quitó los zapatos, pudo ver que habían unos tenis blancos algo viejos y descuidados a un lado y unas pantunflas para invitados. El pasillo de entrada era corto y se veían dos puertas al final, posiblemente los cuartos. Al dar unos pocos pasos, se encontró con una pequeña cocina y-

—Oh, ¿tú quién eres? —preguntó la persona parada en medio de aquella cocina, con un vaso de agua en mano—. Tienes una llave, entonces no eres un ladrón, aunque aún sigo confundido. 

S.O.S: ¡MI COMPAÑERO DE CUARTO ES UN NUD1ST4! 【RinBachi】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora