Juguetitos

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Spreen sonrió y apretó el número 3 de el controlito rosa, recibiendo unos cuantos
jadeos ahogados.

—¿No tenes más juguetitos?—

—Y-yo.. —

Spreen se agachó a la altura de la cara de Roier y lo tomo con fuerza de los cachetes, epretandolos, haciendo lucir a Roier estúpido.

—¿Tenés o no?—

Roier gimió bajito al sentirse intimidado por el azabache.

—Verga.. si, si tengo.—

Dijo, sosteniendo el brazo de Spreen con un brazo, y con el otro señalandouna mochila pequeña que estaba en la esquina.

—Sos una puta ro..—

Se puso en su posición antigua y golpeó sin fuerza la cabeza de el castaño, quien estaba intentando no venirse en sus pantalones.

Spreen apretó el botón num 4, ahora recibiendo una maldición entendible por parte de el castaño.

Observo la mochila, y se dirigió a ella abriéndola con paciencia. Abrió los ojos como platos cuando vio el contenido de esta.

Cuerdas, un dildo rosado, cosas para amordazar, tampones anales, un par de esposas de cuero y un bote chico de lubricante.

—¡Sos una re contra puta Ro!—

—¡Estaba caliente pendejo!—

Gritonearon ambos, Spreen se puso de pie y tomo la mochila. La aventó a la cama y se ubico frente a el.

—¿No te has venido?—

—N-No.—

Ignoro la respuesta y saco las esposas de cuero.

—¿Vos compraste esto?—

Roier lo miro con vergüenza, evitando el contacto visual.

—A-ahm.. si—

—Hay que probartelo.—

—¿Me vas a amarrar, enfermito?—

—¿Enfermito?.. vo fuiste el que las compraste.—

—Come verga.—

—cerrá el orto Roier, que te voy a follar.—

Se quedó congelado y se dejó hacer cuando Spreen le puso las manos contra la espalda, colocando suavemente las esposas.

Tenía que controlarse.

—¿Puedes... Mh.. bajarle tantito al.. vi..vibrador?—

—No.—

Lo tomo de el cabello para obligarlo a mirar y lo aumento al nivel 6, recibiendo una mirada tan.. tan estimulante. Sus ojos estaban entre cerrados y sus cejas un poco fruncidas, mientras que sus labios estaban presionandose.

Intento mover sus brazos, pero ya estaban completamente inmovilizados.

El pelinegro jaloneo la cabellera a un lado, dejando a la disposición su cuello y dándole un lenguetazo, escuchando una pequeña súplica de que simplemente no parará.


El castaño arqueo su espalda, estaba apunto de correrse, pero el azabache rápidamente apagó el vibrador, soltó su cabellera y separó las piernas de el castaño, para que no hubiera ningún movimiento y poniéndose a la altura de su cara.

—No sabés lo que te espera está noche.—

Su aliento choco contra los labios de el castaño, quien tenía el pecho subiendo y bajando.

—Me c-cagas.—

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