capítulo 10

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Nathan Julius Johansson el hijo y único heredero de Jonathan Darío Ferdinand Johansson, el líder de  una de las tres grandes familias fundadoras de Grinburg. Así era visto por prácticamente todo el mundo, o mejor dicho no era visto sino que veían el dinero que había detrás de su nombre y apellido, después de todo era cuestión de tiempo que se convirtiera en el líder de la aristocrática familia Johansson de Grinburg y con ello en uno de los hombres mas importantes de la región, quizás incluso del estado.

Quizás Grinburg no era muy grande, de hecho solo era un pequeño condado, en comparación a su vecino más cercano Toledo (Ohio) no era más que una pequeña hormiga, claro esa hormiga era el hogar de los influyentes Johansson lo que no lo hacía tan insignificante después de todo. Nathan sabía todo eso y también sabía que ese peso algún día recaería en él.

A Nathan no le interesaba nada de eso, él solo quería vivir la vida de un adolescente normal. Lo único que alguna vez le interesó de su apellido tristemente ya no estaba en su vida.

El día de este joven muchacho comenzaba similar al de los demás, digo similar porque había varias diferencias al del resto.

Siempre se despertaba temprano, solía hacer una rutina matutina de ejercicio para mantenerse y luego se daba un baño para eliminar el sudor y los posibles malos olores. Michael le había dicho que se exigía de más pero él no pensaba igual.

Todos los días le esperaba su desayuno preparado por la señora Isabelina, una mujer que había trabajado para su familia durante muchos años, a sus cincuenta años había trabajado para tres generaciones de los Johansson y había conocido a cuatro.

No era la única empleada de la gran residencia pero si con la que Nathan tenía más contacto. Pues apenas y veía al resto. El castaño desayunó calmadamente pues a diferencia del dormilón de su primo él tenía más que tiempo suficiente. El castaño cuidaba bastante de su higiene bucal, después de todo tenía que cuidar su sonrisa, esa era parte de la vida aristocrática a la que a él no le interesa pero tenía que pertenecer. Al menos por el momento estaba lejos de eso.

Cualquiera pensaría que por tener dinero tendría tanta ropa que no podría usarla ni en un año. Pero realmente no era así, el castaño tenía su propio estilo como era el de Michael de usar cualquier tipo de ropa sin mangas y preferiblemente de colores vivos como el rojo y el anaranjado o el estilo de Jonathan que era todo lo contrario siempre con mangas y preferiblemente de colores oscuros como el negro o el azul oscuro, lo que el castaño no era tan extremista no tenía una regla en particular pero preferiría la ropa gris o marrón y normalmente usaba chaqueta.

Este día en específico había optado por un pantalón gris oscuro holgado y un suéter de similar característica además de una chaqueta negra. Se peinó cuidadosamente  para acomodar su cabello como debería ir. «Supongo que ya me hace falta un corte» —Penso mientras analizaba su ya algo largo cabello castaño.

Al terminar de arreglarse bajó caminado hacia su cochera y se percató de que el auto de Michael aún no estaba, a diferencia del tatuado Nathan no tenía un auto sino una moto. Su princesa, como el la llamaba, era Yamaha YZF-R15 de colores negro y azul oscuro, sin duda digna de ser el amor platónico de cualquier amante de las motos, siendo capaz de alcanzar los 140 Km/h aunque Nathan realmente no solía ir tan rápido, era un dato que amaba darle a quienes le preguntarán por su princesa.

Abrió la puerta de garaje y montó en su preciosa moto para comenzar su recorrido hacia la escuela, sería la primera vez que la llevaría.

Salió en su moto y la reja se abrió automáticamente, las mejoras que su padre le había hecho a la casa hacia un par de años habían sido muy útiles.

Siempre hay motivo para vivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora