Capítulo 11

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—No creo que sea buena idea —Dijo Jonathan.

—¿Y eso por qué? ¿que tiene de malo? —Preguntó Nathan un poco confundido por la repuesta de su amigo

—Ni siquiera la conoces.

—Hablas como si la mujer fuera yo.

Jonathan soltó un bufido —No es cuestión de que seas hombre o mujer. La cuestión es que si no conoces a alguien antes de iniciar una relación las cosas van a salir mal. Sabes perfectamente porque te lo digo —Explicó el pelinegro intentando mantener su usual calma.

—No tiene que pasar igual obligatoriamente, al fin y al cabo somos dos factores diferentes ¿Por que habría que esperar el mismo producto? —Argumentó el castaño.

—Si hablamos de factores y productos recordemos que siete más ocho tiene el mismo resultado que dies más cinco a pesar de ser dos ecuaciones diferentes —Replicó Jonathan, el pelinegro no entendía el por qué de que los Johansson fueran tan testarudos. Además, si Nathan no iba a hacer caso a su opinión ¿para que la había pedido?

—Es imposible ganarte en una discusión verbal.

—Tambien es imposible en una mano a mano, si eso te hace sentir mejor.

Justo en ese momento el celular de Jonathan comenzó a vibrar bastante fuerte. El pelinegro tomó sin prisa alguna su móvil pero en cuanto vió la pantalla eso cambio.

Con toda la prisa del mundo contestó la llamada y se dirigió al exterior para hablar con mayor privacidad.

Nathan se quedó sentado en un mueble mientras veía por la ventana a Jonathan hablando por teléfono. La expresión neutra de Jonathan había desaparecido mágicamente y en su lugar sus labios se curvaron en una gran sonrisa, algo que sin lugar a dudas no era común, solo habían un par de motivos por los que él dejaba su usual amargura y Nathan conocía exactamente lo que esta vez había causado su cambio drástico de humor.

Después de varios minutos Jonathan regresó al interior aún con una sonrisa y ese brillo en sus ojos que no cualquiera lograba traer de regreso. De hecho quizás solo lo lograban Nathan mismo en algunas ocasiones, la hermana de Jonathan y otra persona que al castaño no le cabía la menor duda que era la que había causado el actual estado de ánimo del usualmente neutral Tan Dooguett.

—¿Que noticias nuevas hay de Lara?

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Laura se encontraba sentada en la sala de su casa leyendo un libro que había pedido prestado en la biblioteca del pueblo “El archivo de Sherlock Holmes” el único de los libros de este mítico detective que se encontraba disponible en la biblioteca pública del pueblo. Algo que caracterizaba a Laura era su gran afición por los libros, aunque debido a sus posibilidades económicas no podía tener en físico, se las había arreglado para leer ya sea en PDF o en Wattpad.

La madre de Laura se encontraba en la cocina preparando la cena mientras explicaba desde allá donde encontró la nueva receta vegana que estaba preparando. Pues sí, la Madre de Laura era vegana y solo permitía ese tipo de alimentos en su “casa” como llamaba a ese pequeño departamento en el que vivían. A Laura no le molestaba la comida vegana, quizás porque había crecido comiéndola, pero no compartía eso con su madre. La castaña si comía carne o lácteos, de hecho algo que odiaba de su madre era la prohibición de la leche de vaca, solo permitía de Soja o de almendras que desde el punto de vista de Laura no eran leche de verdad, pero no podría oponerse a las reglas de su madre.

La castaña dejó el libro sobre la mesa que se encontraba a su izquierda y se quitó los espejuelos para limpiarlos, ella podía ver bastante bien sin ellos, apenas y tenía una ligera miopía, pero preferia usarlos ya que si pasaba mucho tiempo sin ellos solían comensarle a doler los ojos o incluso a marearse un poco.

Siempre hay motivo para vivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora