Warning

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-¿Qué demonios estás haciendo aquí?

La voz de Sveta resonó por toda la salita de estar del departamento que dolía usar cuando se quedaba en la ciudad.

Frente a ella estaba un Cédric recargado sobre el marco de la puerta, con una media sonrisa y los brazos cruzados.

-Vine a vigilarte. -Respondió él antes de enderezarse de nuevo, empujar suavemente el cuerpo de Sveta a un lado e introducirse en el lugar mientras sus ojos recorrían cada centímetro.

Sabía que la rubia era curadora de arte, pero nunca en la vida esperó que llevara su pasión a niveles tan extremos. En vez de un departamento, el lugar parecía más un museo con jarrones decorativos por aquí, cuadros colgados en las paredes y una que otra escultura. No iba a negar que estaba viendo un lado de la rusa que no esperó. En realidad había cosas que no sabía de ella... No sabía nada.

-No tengo cinco años, además, no puedes quedarte aquí. Largo. -Señaló ella mientras volvía a abrir la puerta para que Cédric saliera.

-Tengo malas noticias, gatita. -Murmuró él mientras se acercaba hasta ella, tomándole de la barbilla para hacer que le mirara directamente a los ojos. -Sorprendentemente pediste que alguien viniera a acompañarte. No sé porqué ni me importa, pero ya que he vendido desde tan lejos, voy a quedarme a pasar la noche. -Terminó él, sin dejarle espacio a quejarse.

Sveta sintió como su cuello se tensaba, entonces tomó la muñeca de Cédric y apartó su mano.

-Una noche. Te vas en la mañana. -Sentenció ella mientras pasaba justo a su lado, de no ser porque Cédric se quitó, ella habría pasado atropellándolo.

El moreno estaba satisfecho. No sabía exactamente cómo manejar a la rubia, pero ya que había obtenido su permiso, empezó a ponerse cómodo. Se quitó el saco a medida y lo dejó reposando en uno de los sillones de color aqua. Entonces se dedicó a observar las obras de arte, aunque una escultura en una repisa llamó especialmente su atención.

Era la figura de una bailarina en puntas. ¿Qué era tan especial? Simple y sencillamente que estaba hecha con yeso, pero era tan detallada que incluso se asomaban en las mejillas un par de hoyuelos. Para ser un trabajo que no pasaba de los 40 centímetros, era increíble la destreza del escultor.

-La hice yo. -Soltó Sveta mientras le acercaba un vaso de agua.

Cédric tomó este y asintió como agradecimiento. Gracias a que su esposa había pasado los últimos tres meses atando su corbata, no se encontraba incómodo por su repentina cercanía.

-¿Tú?

-Sí. Fue cuando aún estudiaba. -Los ojos almendrados del muchacho observaron los rasgos femeninos, especialmente esa ligera curvatura en sus labios.

-Interesante composición.

-Es el sexto intento.

¿El sexto? Estaba seguro de que tendría que haberle llevado semanas hacer algo así en un solo intento. Cédric reconocía que él no tenía suficiente paciencia ni maestría para hacer algo así.

-¿No deberías llevarla contigo si pusiste tanto esfuerzo?

-No. Es aquí donde pertenece.

El serbio no estaba seguro de haber comprendido por completo la expresión en el rostro femenino. Era una mezcla de complicidad y ¿nostalgia? La rubia encogió los hombros como restándole importancia y no dio ninguna explicación.

De nuevo ese nudo inexplicable que se formaba en la garganta de Cédric se hizo presente. ¿Había una razón por la que no pudiera hablar con ella como lo hacía con el resto del mundo? Nadie podía negar su capacidad como segundo al mando, pero cuando se trataba de Sveta Vasil'yeva se volvía un hombre torpe.

-¿Hace cuanto conoces a Alonzo? -Preguntó por fin. Su tuviera que decidir cuál era la pregunta más difícil de hacer era esa. Era enfrentarse a la realidad frente a él.

La rubia se detuvo a media vuelta. Había estado a punto de alejarse del serbio cuando escuchó su voz. Se mordió el labio.

-Perdí la cuenta. -Respondió ella en apenas un susurro.

Cédric apretó la mandíbula tratando de encontrar un poco de autocontrol.

-Se aprovechará de ti. Lo sabes, ¿no?

-¿No es eso mismo lo que estás haciendo tú? -Contraatacó Sveta, ahora con los ojos encendidos.

Era un perfecto idiota porque aún cuando Sveta tenía razón, Cédric no podía dejar de darle vueltas a un hecho que no había aceptado como era, ella ahora llevaba su apellido.

-Escúchame bien lo que voy a decirte una sola vez, Sveta Rajković. -Murmuró él una octava más baja. Se acercó a ella como un cazador frente a su presa, entonces la acorraló contra un librero lleno de pequeños alajeros. La mano derecha fue a parar a uno de los entrepaños del mueble, la izquierda se posó en la barbilla de la joven. Si era completamente honesto, le encantó ver la arruga que se formó en su frente al haberla llamado así. -Sea un negocio o no, estás casada conmigo. -Acercó su rostro hasta que sus alientos casi se mezclaron, esos ojos llenos de rencor estaban volviéndolo loco. -Y nuestro acuerdo de no meternos en la vida personal del otro no incluye que vayas por el mundo acostándote con Alonzo D'Rosa. Así que aléjate de él de una vez. Es la única advertencia que te hago.

Sveta temblaba, no sabía si era por la presencia abrumante del moreno o porque había una mezcla de coraje y expectación. Se mordió el labio al sentir esos ojos almendrados recorriendo sus facciones, como si quisiera grabarlas en su memoria.

-¿Y si no lo hago? -Retó la rubia con apenas un hilo de voz.

-Entonces no voy a poder protegerte. Y es eso exactamente lo que estás buscando.

La mano de Cédric que sostenía la barbilla femenina fue desviándose poco a poco hasta que se encontró sobre la pequeña cintura, empujándola contra la madera.

-Deshazte de Susan. -Exigió la rusa sin apenas apartar la mirada esmeralda del labio superior del moreno.

-Ya lo hice. -Sveta entonces subió la mirada llena de asombro. -¿No me crees? Confírmalo con Lionz.

Cédric sonrió de lado al ver ese rostro confuso. Sí, definitivamente era uno mucho más bonito de lo que juzgó al principio.

CapolavoroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora