Una verdadera mañana de nupcias

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-¡Tío Dema! -Gritó Sveta corriendo hasta el hombre que le extendía los brazos para envolverla en un abrazo cariñoso.

Sveta casi saltó sobre él con la emoción de una niña pequeña. El moreno se quedó un poco más atrás con una expresión inalterable, como la de una estatua. Aquel hombre era alguien que sólo había visto en el club algunas veces, pero con quien nunca cruzó palabras y, apesar de su aspecto intimidante, parecía un dulce besándole la frente a su sobrina. Por cortesía, Cédric se acercó a él extendiéndole la mano como saludo. Mano que Dema apretó con más fuerza de la necesaria.

-Cuida de ella. -Encargó el hombre maduro, a lo que el moreno solo asintió.

Nebojša el padre de Cédric se acercó a besar a su nuera, visiblemente complacido por la forma en la que la muchacha se desenvolvía. Dejó un beso en cada mejilla de la rubia antes de apretarle suavemente las manos, en un gesto familiar.

-Anda, ven a sentarte. Nos aseguramos de que todo sea de tu agrado. -Sveta sonrió como respuesta. Se preguntaba porqué Nebojša era mucho más atento y accesible que su hijo quien nunca en la vida le pondría un dedo encima, aunque no necesariamente para mal.

Cédric pasó la mayor parte de la mañana en silencio, sólo conversando cuando era necesario y respondiendo con una falsa sonrisa las felicitaciones de la familia.

Un par de ojos marrones no habían dejado de observar a la rubia, hasta que después del último brindis por su boda, tuvo la oportunidad de acercarse a ella. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, levantó su copa.

-Por ti, bella. -Murmuró él con su hermoso acento.

-Por ti, Alonzo. -Respondió Sveta con una sonrisa juguetona.

-He visto viudas más felices que tú, Sve. -Dijo mientras se acercaba mucho más a ella, quedando a apenas a unos cuantos centímetros de su rostro.

Los ojos marrones de Alonzo recorrieron cada centímetro del rostro de Sveta, Aún la recordaba de sus múltiples veranos en Italia cuando todavía era una adolescente y la manera en la que sus ojos brillaban cada vez que la llevaba a alguna exposición privada.

La familia D'Rosa y la Vasil'yev llevaban una extraña buena relación, era más bien como si estuviesen conscientes de que el otro existía y que mientras no se cruzarán los límites de la cortesía, no tenían razones para una lucha. Sveta no sabía que el otro candidato a ser su esposo estaba justo frente a ella, con esa piel dorada y cabellos castaños, ojos marrones con tantas tonalidades diferentes, adornados con una pequeña cicatriz debajo del ojo. Alto y bien proporcionado, pero eso no era lo más atractivo, la rubia podía asegurar que lo más hermoso que tenía el italiano era esa sonrisa. Una sonrisa inocente cargada de picardía que podía deshacer hasta al humano más íntegro. ¿Lo mejor? Alonzo había sido el primero y único hasta ese momento para Sveta.

-Sabes que siempre puedes correr a mí, ¿verdad? -La voz del muchacho estaba tan cargada de sentimientos al ver el precioso rostro de la rusa. Un dedo furtivo delineó suavemente desde el hombro descubierto hasta la punta de la mano femenina, hasta que esta estuvo completamente en su poder y la llevó a sus labios, dejando un beso en la palma.

-Alonzo, por favor... -Una mueca atravesó las facciones de la joven, casi rogándole por piedad.

Él asintió. Sabía que había estado fuera de lugar y que era mejor dejarlo todo hasta ahí, porque si no, los Rajković saltarían en cualquier momento. Finalmente dejó un beso en la mejilla derecha de la rubia y salió del lugar sin mirar atrás.

-¿D'Rosa? ¿En serio? -Preguntó Cédric cuando ella estuvo sola de nuevo.

-No tengo por qué responderte.

-Vas por la celebración de nuestra boda coqueteándole a un D'Rosa, ¿sabes cuál es nuestra historia? -Era obvio que el intercambio había irritado al moreno.

-No. No la sé.

-Pues más vale que te la aprendas Sveta Rajković, los D'Rosa son nuestros rivales número uno. ¿Acaso eres ciega y no notaste que todo mundo estaba por empezar un tiroteo? -Tomó a la chica por el brazo, el mismo brazo que Alonzo había acariciando con tanta delicadeza. -No vuelvas a verlo nunca.

-Eso es algo que no puedo prometer. -Escupió ella mientras se zafaba de su agarre. ¿Qué sabía él? ¿Con qué cara le pedía eso si acababa de pasar por la peor humillación que una recién casada podía recibir? -No pienso ponerte en ridículo frente a tu familia, pero acabas de romper la primera regla.

"No te metas en mi vida". Sí. Cédric había roto la primera regla que él mismo puso. Pero era justificable, ¿no? Era porque necesitaba proteger su negocio, su honor, un honor que no tenía y no se había ganado.

-Ah, y nunca vuelvas a poner mi nombre junto a tu apellido nunca más. Podremos haber tenido una ceremonia muy bonita, pero yo nunca seré parte de tu familia. -Aseguró Sveta, saliendo del salón tras Alonzo.

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