Negocio fallido

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-Para ser una mujer que no quiere tener nada que ver conmigo, estás cumpliendo muy bien con tus responsabilidades. -Murmuró el serbio al ver entrar a la rusa a su habitación.

Sveta ignoró el comentario y pasó de largo al vestidor del muchacho para escoger una corbata a juego con el traje. Escogió una color gris de rayas y otra azul rey con pequeños puntos blancos. Se plantó frente a él levantando en el aire ambas prendas, esperando que él eligiera alguna.

-Azul. -Murmuró él dejando que ella se hiciera cargo del resto.

La explicación sobre porqué estaba haciendo todo aquello era simple. Había pasando los últimos tres meses tranquilizando a Martha, la ama de llaves, con que no necesitaba nada, que estaba bien, que la relación con "el señor" estaba como nunca. Sveta no tenía el corazón para decirle a la mujer que era obvio que su esposo y ella sólo eran un par de extraños viviendo juntos.

El primer día que la rubia apareció en la habitación de Cédric, ambos casi salen con una pistola apuntándose mutuamente. Ella solo trataba de hacer que todo el staff estuviese tranquilo antes de tener que cambiar a todo el personal, cosa que al serbio no le gustaba nada porque había personas que conocía desde que era pequeño, empezando por Martha. La rubia no tuvo más remedio que convertirse en la encarnación de la esposa perfecta. Le ataba la corbata todos los días, se encargaba de la cena personalmente y cuando él tenía el plato lleno, ella simplemente se refugiaba en su propia habitación al otro extremo de la mansión. Definitivamente eran extraños compartiendo el techo.

-Lydia se encargará de tu cena de ahora en adelante. -Murmuró ella mientras daba el segundo giro a la fina tela de la corbata.

El moreno se había acostumbrado a sentir las delgadas y delicadas manos femeninas rozarse ligeramente sobre su cuello, ella generalmente no hablaba nada, a menos que fuese para pedirle que se quedara quieto. Él frunció el ceño cuando escuchó aquello.

-¿Te has cansado tan rápido de mí, gatita?

-Déjate de estupideces. -Cortó ella antes de ajustar la corbata a su cuello y después acomodarle el saco en su lugar. -Voy a Roma a un curso. -No dijo de que, ni cuánto tiempo se iba, solo que se iba. -Y relájate, tampoco tengo planeado ver a Alonzo, él está en Nueva York.

"¿Y cómo sabes dónde está?" -Se preguntó él, pero no lo dijo en voz alta. Sveta le había dejado muy en claro que ninguno iba a romper las reglas de su acuerdo.

-Hmm.

Cédric había notado en las últimas semanas detalles del rostro de la joven que no había visto hasta ese momento, incluído un lunar en el pómulo izquierdo, la forma en la que sus ojos temblaban cuando el nudo de la corbata estaba chueco o incluso la forma en la que su frente se arrugaba debido a sus comentarios sarcásticos.

Esta pequeña princesa era mucho más compleja de lo que esperaba y según el reporte que había recibido de Lionz, su rutina era la misma todos los días. Después de salir de la mansión a las 8 en punto, iba directo al museo nacional, se quedaba ahí hasta las 5 y luego pasaba a un pequeño café a beber una taza. Al final regresaba a casa a eso de las 6 y veinte. Cuándo él se sentaba a la mesa a las 8 en punto, la cena ya estaba preparada. Tenía que admitir que la primera semana la dejó con la comida servida, pero después de escuchar a Lionz sobre que su padre había puesto "espías" para saber cómo era su relación, Cédric empezó a cooperar. En la familia Rajković era costumbre eso de atar la corbata y hacer la cena todos los días. Se preguntaba si Martha había tenido que ver con las acciones de la rusa.

-Usa la tarjeta negra que dejé en tu estudio. -Ordenó él mientras ella se alejaba hacia la puerta, ignorando el hecho de que él la estaba siguiendo con la mirada.

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