Capítulo 3

5 0 0
                                    


Me quedé mirando a Mikel, un poco desubicada. Después de la conversación que acabamos de tener, tengo claro que está loco, pero también que es un cobarde. La realidad es que sí quiero estar junto a Dylan, pero no en sus condiciones. Sé lo que piensa hacer, quiere encerrarme con ellos.

—¿Qué piensas hacer? —pregunté un tanto chulesca.

El miedo que le tenía se había esfumado.

—Te llevaré junto a Dylan —contestó muy tranquilo.

—¿Y si no quiero ir contigo?

—Pensaba que estabas loca por reunirte con él. ¿Has pasado cinco meses horribles, o me equivoco? —expuso mientras se carcajeaba.

—¿Tú cómo sabes eso?

—¿Todavía no te has dado cuenta? Yo lo sé todo, yo lo veo todo.

Me quedé mirándolo, tratando de comprender la magnitud de sus palabras. Era evidente que tenía un control y conocimiento que iba más allá de lo que podía imaginar.

—¿Me has estado vigilando?

—¡Claro! No creerías que todo terminaría volviendo a tu mundo, ¿verdad?

—Estás demente.

—Bien, si no tienes nada más que decir, vámonos. Se me hace tarde.

—No voy a ir contigo.

—¿Estás segura?

—Segurísima —dije mientras me cruzaba de brazos.

—Si no vienes conmigo, no volverás a verlo en la vida —aseguró mientras acariciaba su barba blanca.

—¿Por qué dices eso?

—Porque si no vienes conmigo, lo mataré.

—¿Qué? ¿Por qué? No tienes por qué hacerlo.

—Me gusta que me hagan caso y tú no lo estás haciendo.

—¿Y si voy contigo, qué me harás?

—He sido cortés contigo contestando a tus preguntas, pero como bien sabes, mi paciencia tiene un límite, así que será mejor que vengas por las buenas.

Suspiré, sabiendo que no tenía otra opción en ese momento. Debía seguirle el juego, al menos hasta encontrar una oportunidad para revertir la situación. Sin embargo, no podía dejar de pensar en Dylan y en cómo sacarlo de esta locura.

—Está bien -dije con voz firme— iré contigo.

—Sabía que elegirías bien, querida —contestó bastante contento.

Mikel, con su teléfono en la mano, comenzó a escribir un mensaje en una aplicación que no pude identificar.

—¿Qué haces? —pregunté arqueando una ceja.

—¿Estás nerviosa? —me respondió con una media sonrisa pícara en su rostro.

—No, solo no me fío de ti —respondí con cara de asco.

—Chica lista —dijo mientras ponía la palma de su mano hacia arriba.

—¿Qué?

—Dame la mano, nos vamos.

—¿En serio? No quiero tocarte, puaj.

—Niñata.


Mikel me cogió de la mano bruscamente después de rechazar dársela amistosamente. 

—¿Te sudan las manos?

Regresaré a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora