¿Nakamás? (Editado)

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En la isla que vio nacer al gran Edward Newgate, más conocido como el hombre más fuerte del mundo, Yonkou Shirohige, dos jóvenes forasteros discutían entre ellos de manera despreocupada.

—Gracias a tu imprudencia, muchos problemas podrían ocurrir —decía exasperado un chico de cabello negro y ojos del mismo color, parado enfrente de un joven a punto de llorar. Su voz temblaba ligeramente, reflejando la mezcla de enojo y preocupación que sentía.

—Mer, hermano, lo lamento mucho —respondió entre lágrimas el chico de cabello dorado y ojos azules, tratando de calmar un poco el enojo de su hermano—. No quería que esto pasara, de verdad. No sé cómo arreglarlo, pero haré lo que sea necesario.

Mer suspiró profundamente, tratando de mantener la calma. —Si con eso pudieras arreglar este desastre, Michael… —dijo lo más calmado que pudo, aunque su voz traicionaba su frustración—. Ahora solo podemos ver qué ocurre con ellos. No podemos hacer nada más por ahora.

Michael bajó la cabeza, sintiéndose abrumado por la culpa. —Yo asumiré la culpa, este error es solo mío… —se detuvo, pues nunca creyó oír las palabras que salían de la boca de su hermano. Lo miró a los ojos desconcertado, pidiendo que repitiera lo que acababa de decir. Necesitaba saber que no fue una mala jugada de su cerebro.

Mer lo miró fijamente, sus ojos reflejaban una mezcla de determinación y resignación. —No me mires con esos ojos —dijo avergonzado y tímido—. Ya lo dije una vez, con eso es suficiente —respondió a la pregunta silenciosa que le hacía su hermano, desviando la mirada hacia el suelo.

Michael frunció el ceño, aún sin entender del todo. —¿Por qué lo haces? —preguntó dudoso, aún sin creer lo que pasaba. Su mirada seguía a su hermano hasta el portal que los llevaría a su verdadero hogar. —¿Por qué asumirías la culpa por algo que yo hice?

Mer se detuvo justo antes de cruzar el portal, girándose para mirar a su hermano una vez más. —Porque soy tu hermano —dijo con una voz suave pero firme—. Y porque sé que tú harías lo mismo por mí. No puedo dejar que cargues con esto solo.

Michael sintió una oleada de emociones, desde la sorpresa hasta la gratitud. —Gracias, Mer… —susurró, su voz apenas audible. —No sé qué haría sin ti.

Mer sonrió ligeramente, aunque sus ojos mostraban una tristeza profunda. —No tienes que agradecerme, Michael. Solo asegúrate de no volver a cometer el mismo error. Ahora, vámonos antes de que alguien más nos vea.

Michael asintió, dándole un último vistazo a la isla. —Prometo que no lo haré. Vamos a casa.

Ambos hermanos desaparecieron por el portal, dejando atrás la isla y los problemas que habían causado, pero llevando consigo una lección que nunca olvidarían.

Moby Dick  . . .

La atmósfera en el barco era tensa, pero llena de expectativa. Dos de los comandantes, Marco y Thatch, regresaban de una misión en una de las islas bajo su protección. Habían tardado más de lo previsto y la curiosidad de sus compañeros se había incrementado, como un fuego que ardía lentamente, pero que esperaban que pronto estallara en llamas.

—¡Thatch, Marco, ya era hora de que regresaran! —exclamó Haruta, su rostro juvenil iluminado por una sonrisa que reflejaba la alegría de la reunión. La ansiedad en su voz resonaba con la esperanza de que todo estuviera bien.

—Haruta —dijo Thatch, abrazando al chico con una energía contagiosa—. Marco es malo conmigo. —Miró a su hermano con una expresión acusatoria, como si fuera el responsable de haber demorado su regreso. La broma, aunque ligera, escondía la presión del momento.

Vistazo al Futuro (Editado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora