Prólogo.

522 21 3
                                    

-¡Hey! ¡Cuida por dónde vas! Si eres tan delicada, bailarina, no te metas en mi camino.

No me vengan con que es James. Levanto la mirada y me encuentro con su estúpida cara mirándome con superioridad.

-Pero si es James Golden... -lo miro de piez a cabeza con repugnancia.-¿Qué hace un mariscal de campo por los pasillos cuando debería estar en clases?

Su mirada reflejaba furia y, por alguna razón, se sentía bien.

-¿Y qué hace una bailarina de porcelana por aquí, eh?

-Que yo sepa, no soy de porcelana y mucho menos frágil, y yo sí tengo cosas que hacer. -hago enfasis en la última oración, me doy vuelta y doy un paso antes de que me tome el brazo.

-No sabes con quién te metiste, muñequita.

Mi mano se cerró en un puño mientras me volteaba para encararlo. -Y por lo visto tú tampoco. -dicho esto, mi puño derecho impactó en su mandíbula, el izquierdo en su estómago, haciendo una especie de gancho y sin darme cuenta mi rodilla estaba en su entrepierna.

James se encontraba en el piso, con la mandíbula tensa, retorciéndose del dolor que le acabo de causar.

-No vuelvas a decirme muñeca, niño rico.

Una última patada en su estómago y con esto ya estoy bastante satisfecha. Me doy media vuelta y me voy como si nada hubiese pasado. ¿¡Qué se cree!?

DisciplineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora