26 ...Y también el martes

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Tania reposaba tendida en su cama

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Tania reposaba tendida en su cama. Oía aullar el temporal sobre su recámara y notaba cómo las ventanas se pandeaban por el viento.

No se terminaba de acostumbrar a eso. Y la gente lo veía tan normal aquí.

Cada sitio tenía su normalidad sin duda...

Una parte de ella celebraba el nortazo, finalmente un poco de fresco que hiciera más llevadera la vida; la otra, sin embargo, estaba bien estresada.

Prefirió por eso escuchar su CD favorito, uno que ella misma quemó con la ayuda de un par de orates de Sistemas del ITS y sus conocimientos del ahora legendario MiRC. Gracias a ellos supo de los bots, miles de ellos, con libros y canciones en las alforjas, deambulando por los confines de los salones de chat.

Mientras trataba de relajarse, recapituló la cantidad de cosas por las que Marlene y ella habían pasado para estar justo en este momento: demasiado cerca para ser amigas, bastante lejos de ser otra cosa.

Miró el pequeño buró junto a la puerta de su baño. Allí reposaba la carta que le estaba dando básicamente el acceso a una vida mejor que le permitiría vivir de lo que más le gustaba hacer: jugar voleibol. Pero por el otro, también señalaba el fin de su vida actual... y el de su amistad con Marlene.

¿Qué debía hacer? ¿Qué podía hacer?

Unos años atrás, ella estaba recién llegada. Su español sonaba un tanto robótico, se comía algunas letras, su pronunciación de la "a" sonaba a "o", la "e" como "i", la "o" como "u"...

Sólo pronunciaba en español bien su nombre ("Tania", no "Tanya") porque su papá siempre le dijo así, en español. Cuando ella y Marlene se conocieron, recordaba que se refería a ella como "Máalin".

En el primer día de clases de la secu se divisaron mutuamente en la lejanía. Era muy difícil que no hubiera sido así.

Marlene era imponente, altita para ser una niña de 12, pero además era muy, muy ancha. El jumper rosa del uniforme para nada le hacía justicia, le daba más aspecto de tonel que de niña de primero de secu... Y esa cola de caballo, toda mal hecha.

Tania a su vez ya estaba más alta que la maestra que les dio la bienvenida, igual tenía 12 años, hasta se encorvada un poco, además de ser tremendamente rubia y usar unos gigantescos lentes redondos que cubrían sus ojos verdes. Sobresalía de los demás chicos como un garbanzo en una bolsa de frijoles.

Por estatura ambas fueron echadas hasta atrás de la fila de su grupo, a la entrada en el patio.

Lo primero que pasó con ambas fue que se vieron a los ojos, y Marlene rápido bajó la mirada al suelo.

-¡Tomar distancia... ya! -mandó el subdirector de la escuela a todas las formaciones.

Marlene de inmediato se dio la vuelta y estiró su brazo para tocar el hombro de la chica que estaba delante de ella con la punta de los dedos. Tania no supo qué estaba pasando, vio que todos los demás pusieron la mano derecha en el hombro del chico que estaba delante. Ella imitó eso, pero posando toda la mano.

Squeeze play! Para Mamey aquel día sería juevesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora