31 Allá va ella

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Marlene tenía ante sí una helada desolación. Lo que el día anterior fue jolgorio, en ese momento era soledad. Pocas personas había delante, todas donde pegaba el sol, tan así que el hielo que se formó en la madrugada sobre la explanada principal del ICS aún estaba intacto, eso debido a que la explanada estaba sombreada por los edificios de aulas.

Las edecanes de los patrocinadores daban saltitos, calentando en preparación de un día menos agitado; ¿Alumnos? Casi no había; pocas delegaciones se observaban.

-Advierto que incluso los naturales del lugar no están acostumbrados a este frío -dijo Marlene para sí.

Se alejó unos pasos del autobús, permitiendo que sus compañeras descendieran. Caminó a la jardinera que estaba junto a la bahía del estacionamiento; quería admirar cuán cubiertas de hielo estaban las plantas.

Con delicadeza, Marlene tomó la hojita de una planta de ornato encapsulada en hielo. No era una primera vez pero igual se sintió feliz de poder hacerlo.

Marlene conoció el hielo a los 7 años. Había ido al beis con su padre una mañana dominguera de nortazo. Se encontraron con que ni los ampayitas fueron, pero don Miguel aprovechó para jugar a los roletazos con su hija sobre el escarchado campo.

Unos gritos y varios silbatazos la sacaron de sus recuerdos, provenían del polideportivo de la escuela.

"¡Tania!", pensó. Justo en ese momento estaba jugando. Sintió el impulso de salir corriendo hacia allá. Lo malo es que no podía, era menester arrear a la recua de mulas que tenía por equipo.

Las chicas bajaban del autobús en el estacionamiento del ICS, estirando las piernas, un poco ateridas. El sol iluminaba la bruma que se había formado sobre el suelo proyectando sombras largas.

-Vamos a desayunar -sugirió Chris, ajustándose su parche en el ojo.

-Sí, necesito mi dosis de café -agregó Gina, bostezando.

Ah sí, Gina por algún motivo prefirió el café de la sede al de la concentración. Marlene por esta ocasión no se azoró.

Ya estaba dispuesta a aceptar cualquier cosa que viniera de ella... Bueno, casi cualquier cosa.

-Y luego vamos a buscar al coach Saldívar -recordó Didí, mientras miraba alrededor.

¡Eso! Muy importante estar cerca del coach. No se les fuera a perder. Si se les perdía volverían a regañar a Marlene.

Ella, sin embargo, no se movió. Estaba parada con los ojos entrecerrados, quería ir al partido de Tania, también quería observar con mayor detenimiento el hielo. Acudió a ella cierto recuerdo: "varios años después, estando el general ante el pelotón de fusilamiento, recordó la vez que su padre lo llevó a conocer el hielo."

Esto la hizo ponderar que si dentro de algunas horas, estando ella, la capitana, empinada contra el paredón, justo antes de que la hiciesen pasar por las armas esos dotadísimos animadores... ¿Le acudiría el recuerdo de cuando conoció el hielo jugando con su padre sobre aquel campo escarchado?

Tras meditarlo determinó que no. ¡Qué 👨‍🍳🐻! Además, seguro que también allá haría mucho frío como para... ¡en fin!

Contó a sus chicas, eran 13, obvio faltaba Charlie, le habían dicho "descansa" y se había dedicado a ello con enjundia.

Fue a ellas y le preguntó a Martina.

-¿Dejaron bien a Charlie?
-¡Sipi! -se jactó Maya- La amasé toda, le extraje todo el estrés y cansancio que traía; también la dejé arropadita y sin ganas de moverse, cual rollito de canela en el horno.

"Too much information!", repeló para sí Marlene, o sea... casi cercano a la infoxicación.

-Yo también quiero que me extraigas el estrés -pidió Jossie.
-Te va a costar, mi niña, te va a costar, a Charlie pus porque pus... ¡pero te va a costar a ti! -Maya, sonriente, casi amenazante, dejó claro que si eres buena en algo, no lo haces nomás por las gracias.

"Demasiado es demasiado", Marlene no externó el comentario, pero es que ya se estaban pasando. Giró su cabeza al polideportivo y se encontró con Yaddie observándola que, rápido, desvió la mirada.

Sonaba una única bocina, tenia rock alternativo noventero. El Maik y el Rob sin duda amarían la selección musical.

Ellos dos de hecho eran los que organizaban el proyecto del Batsuru, ese vehículo todo dado en la madre que compró papá con el fin ponerlo a punto. ¿A punto? ¡Ese vehículo era innecesario! ¡Lo que debió comprar era un coche para ella! ¡Se lo debía! ¡Se lo prometió! ¡Se lo había pedido de cumple!

Así recordaba al Rob y al Maik metiéndole mano al Batsuru, mientras trabajaban salían de su grabadora cosas como los Gin Blossoms.


-Vamos -pidió Marlene a sus chicas-. Ya hace hambre.

Las chicas le hicieron caso. Tomaron todas ellas sus cosas y empezaron a avanzar. Marlene llevaba su maleta de juego y una batera. Se preguntaba si habría de nuevo machaca verde con esos asquerosos huevos electrónicos, tortillas recién hechas a mano, café con sabor a cenizas. Ojalá hubiera novedades en el menú.

En aquella única bocina que funcionaba a esa hora comenzó a sonar "There She Goes" de The La's, el gélido aire se llenó de armonías y Marlene, para variar, se fundió en la música.

Inadvertida, empezó a caminar al ritmo de esa inchoteable rola, paso izquierdo, pausa, paso derecho, pausa.

Gina, cómo era de esperarse, lo notó. Le dio un codazo a La Chilanga, que iba a su lado, tras también darse cuenta lo comunicó a las demás con la mirada, aguantando la risa, les indicó que podían unirse al paso de la capitana.

En silencio, siguiendo el ritmo de la capitana, se alinearon atrás de ella imitándola, paso izquierdo, pausa, paso derecho, pausa, moviéndose con la música.

Marlene, ajena a todo, seguía caminando con una sonrisa boba de oreja a oreja. Las chicas la seguían sufriendo para no soltar la carcajada.

-¡Mírala! -susurró Jessie, conteniéndose.

-¡Está en la luna! -agregó Jossie, también reflejando en el rostro el esfuerzo por no descuajaringarse.

Finalmente, la canción terminó, Marlene ya estaba frente a la entrada de la cafetería. Recobrando la vista,se preguntó dónde estaban las demás, giró la cabeza y se dio cuenta que estaban siguiéndola, expectantes.

-¿Qué? -preguntó, confundida.

-Nada -respondió socarrona Chris, todavía sonriendo-. Ya vamos para dentro.

Marlene hizo cara de sorpresa, pero sólo eso, abrió la puerta de la cafetería y las chicas la siguieron. En efecto hacía hambre.















Squeeze play! Para Mamey aquel día sería juevesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora