34 Siéntete cómoda, mi amor

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Demos un salto adelante de algunos años, aquí tenemos a una Marlene de 25 años, un poco menos crédula pero igual de desprecavida, muy esbelta pero de hombros y abdomen algo más anchos y brazos todavía más fibrudos, oyendo apanicada que el plan de Vale en aquel primer juego entre ambas era desbalancearla.

—¡No weh! —reclamó Marlene con justicia— ¡Son fregaderas ésas! ¡Cómo que me querían hacer creer que todas ustedes... conmigo!
—¡Fue tu culpa! ¡Por andar diciendo que...!
—¡Ash! ¡Ya ni me digas! Neta que si hubiera sabido todo lo que haber dicho lo de las tortillas el primer día...
—Pero lo dijiste, y... ¡es más! A más de una le hiciste palpitar el...
—¡No quiero oírlo!
—¡El corazón! ¿Pues qué pensabas? ¡Cochinilla que saliste!
—Si vieras todo lo que me salió de ese... de ese... de ese asunto. ¡Estoy harta!
—Pero no negarás que había algo de cierto, ¿no?
—Había, sí, pero no jueguen, se me acumularon por culpa de eso, y casi ni se me pegó ningún chavo por culpa de eso.
—¿Casi?

Marlene de nuevo abrió su bocaza, dio información de más. 

—Es que yo quería algo con algún vato, no uno en particular, alguien que me pudiera... ya sabes.

Vale se rió de muy buena gana.

—¡No! ¡Mi niña! ¡No! ¡Tú no estás para levantar cascajo! ¡Tú eres una reina! ¡Mi sol! ¡Mi...!
—¡Hey hey hey hey hey! ¿Acaso nunca te rindes?
—En lo que a ti corresponde: nunca lo haré, voy a conocerte así sea lo último que haga.

Marlene la miró; no supo qué decir. Vale, por su lado, se limitó a observarla con atención, sonriendo.

Sin duda se estaba imaginando a qué sabría Marlene si fuera paleta.

Se encontraban en un parquecito de La Laguna Marlene y Vale acordaron que estuviera lo más retirado que se pudiera del Colegio Hobbyshire y del hotel de concentración del equipo de Marlene, una vez más era marzo, era una tarde de suave brisa fría. Al día siguiente el ITS Tampira se enfrentaría otra vez al Colegio Hobbyshire en un juego de fase final de los regionales.

Resultaba en aquellos días que tanto Vale como Marlene eran ya las coaches de sus respectivos equipos.

Marlene llegó primero. Se sentó en una banca y se puso a observar el derredor: árboles retoñaban, un poco de fragancia primaveral por aquí y por allá. Niños que corrían detrás de un frisbee, el viento, por otro lado, indicaba que el invierno se negaba a partir.

Un silbido agudo rompió el aire, ese mismo que significa "hola guapa". Marlene giró la cabeza y se encontró con la excapitana —ahora coach— del equipo rival y, debo agregar, pretendienta suya; 28 años, casi tan alta como ella, esbelta, de cabello lacio y claro, sonrisa amable y mirada decidida. Aquel silbido era interpretado por Marlene como una declaración de intensiones además de saludito cotorro.

Tenía entre sus manos un ramo de flores: rosas rojas encendidísimas y peonias rosáceas.

Vale se acercó relajada y muy amigable.

—¡Hola! —dijo contenta de haber llegado y estar delante de Marlene, quien sonrió sintiendo un ligero rubor en sus mejillas, las flores significaban que Vale no iba a quitar el dedo del renglón.

—Hola, sí— respondió, intentando mantener ligero el tono. En esta ocasión no deseaba terminar en un motel con nadie.

Vale tendió el ramo sin mediar más palabras, Marlene lo recibió dando las gracias.

—Es bueno que hayas querido verme antes del juego —correspondió Vale.
—Tenía ganas de platicar... e igualmente tenía curiosidad de verte, ¿cómo te ha ido?
—Bien, muy bien, señorita coach... ¿Qué dice la maestría?
—Que sí y que a darle, y también que hay que seguir jugando... No deseo dejar la pelota aún. Fuera del sof universitario no hay mucho más, sería jugar botanero con las señoras y las abuelas y la verdad no me hace mucha ilusión.

Squeeze play! Para Mamey aquel día sería juevesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora