Aquel en que el autor ya no sabe que hacer I

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Contexto: Otra escena de Vis y Jace intentando hablar. Y de nuevo no me cuadra ¿Encontré una razón? No ¿Necesito ayuda? Si.

Levanta el rostro y respira profundo. El olor de la sal es ácido, sin embargo... bastante placentero de percibir. Visenya disfruta del viento, del sol; como si en las anteriores semanas no lo hubiera hecho. Las olas violentas, junto con el viento incontrolable que pega la isla; golpea los acantilados y el sonido es sumamente precioso a sus oídos.

Antes, no hubiese jamás prestado tal atención a estos pequeños detalles; esos que acompañan la sensación de la hierba húmeda bajo sus pies; o el frío que se cuela a través de sus prendas debido a la ventisca. Encuentra así consuelo en el espiral de locura que busca llevarse su alma. Estar en casa es un regalo, y lo valora de sobremanera.

Sin embargo, la frescura del día, lo idílico de él; hoy es más real que ayer. Es diferente; lo siente en todo su ser. Es tal vez esa extraña sensación de no llevar sobre la espalda una pesada piedra que le quita el aire; la que aliviana todo su espíritu. De alguna manera hoy ha repartido el peso; aún en la locura.

Las manos ásperas de Jacaerys le peinan el cabello blanco, ese mismo que se revela con el viento. Pero a él no le importa, siempre ha adorado su cabellera; o cualquier parte de su cuerpo. Ha adorado siempre mantener los dedos sobre ella; en cualquier situación, no importaba el lugar. Visenya abre los ojos para mirarlo; el rostro joven de Jace, siempre tranquilo y apacible, frente al suyo. No importa si lo ha visto un sin fin de veces, una y otra vez a lo largo de su extraño regreso a casa; se siente exactamente como la primera vez.

Quiere hablarle, decirle un sin fin de cosas; más es extremadamente difícil. Porque ahora entiende lo que carga con él, y en sus ojos dulces abunda mucha de la oscuridad que ha traído consigo desde la calamitosa vida que ambos vivieron antes.

— No me has dicho nada — Le dice él, justo después le besa la frente en un gesto familiar — Tu silencio me destroza, Visenya.

Visenya le ha tomado de la mano un sin fin de veces antes, también le ha abrazado o tan solo rozado con los dedos. Antes era la única manera de convencer a su mente que seguía vivo, y que lo había recuperado; ahora que lo hace... es con la extraña urgencia de mantenerlo cerca, para no dejarlo ir.

— Sobreviviste a esa batalla — Visenya suspira finalmente. Jace no aparta la mirada, y la pena llena toda su expresión. Ella cierra los ojos por un momento, a su mente llegan pequeños destellos de esa carta que le destrozó el corazón cuando creyó muerto a su príncipe — Y yo te extrañé tanto... — le dice. No ha sido nunca tan buena como él para expresar sus sentimientos. Jace siempre es elocuente, su boca siempre entiende que decir, cómo endulzar sus oídos. Visenya tiene mucho de su padre como poeta; es decir... es un fracaso — Y ni siquiera debo explicarte lo mucho que dolió — susurra. Mira al príncipe; su rostro, ahora joven, es precioso. Lleno de la vida que a ambos le arrebataron antes — Porque de todos, eres quien más lo entiende.

Jacaerys le regala una sonrisa ladina, es suave y sincera. Escondido entre toda la dicha que le causa oír la voz de Visenya, está el ardor de la horrorosa pérdida. Visenya ha sido siempre bella, dulce... una perla preciosa que él, debe admitir, supo valorar. En esta vida o en la anterior. Es por ella que voló directo hacia la locura; lo haría una y mil veces de ser necesario.

Sin embargo, cree que ella no puede medir el escozor que significó tener su cuerpo sin vida entre sus brazos. Se recuerda a sí mismo doliendo físicamente por la pérdida. Rogando a cualquier maldito dios que le devolvieran a su amada. Esa pequeña esperanza que la vida le dió al abrir los ojos luego de caer en batalla, arrebatada con la simple imagen de ella muerta. Todo Desembarco del Rey pagó por ello.

Inventing VisenyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora