Capitulo II

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Esa misma semana, Betty entró a trabajar en la mansión Mendoza. Era un paraíso en medio de la urbe Bogotana, tenía 500 metros cuadrados cubiertos, la arquitectura era del siglo pasado y tenía una decoración de muy buen gusto, el lote contaba con amplios jardines y una estupenda arboleda.

Esa misma semana, la cocinera renunció debido al mal carácter de don Roberto. Siempre fue un hombre amable y cordial, pero desde la muerte de su esposa se convirtió en un energúmeno gritón y amargado, nadie lo soportaba, estaba todo el día encerrado en su casa, trabajaba desde su estudio ya que, a ECOMODA, sólo iba una vez por semana.

En la residencia Mendoza, sólo quedaban dos mucamas, Betty y Aura María. Enseguida hicieron buenas migas, aunque eran muy diferentes, su nueva amiga era muy buena persona y divertida, aunque medio alocada.

Aura María: -Mija, no se me acobarde porque todos renuncien, don Roberto ladra pero no muerde.

Betty: -Pero la cocinera se fue llorando y ya oí algunos de sus gritos, me dan miedo. ¿A usted no?

Aura María: -Mija, trabajo aquí desde hace cuatro años, siempre me trataron bien, don Roberto era un pan de Dios, hasta que murió doña Margarita, pero sobre todo estoy muy agradecida porque no me despidieron cuando quedé embarazada de mi Jimmy. -le muestra una foto del bebé de un año-

Betty: -Es un bebé precioso, la felicito.

Aura María: -Lo extraño mucho, pero ni modo, lo tengo que dejar al cuidado de mi madre. Cómo le decía, don Roberto es una buena persona.

Betty: -¿Y su hijo que tal es?

Aura María: -Es un buen tipo, pero con un carácter!!! En ECOMODA lo llaman la hiena por lo gritón. Si le impresionan los gritos de don Roberto prepárese para don Armando. Eso sí, es un triple papito.

El trabajo era duro, pero su madre la había preparado para enfrentarse a todas las tareas domésticas, incluso para la cocina, porque había heredado su sazón. Además puso en práctica las clases de comida francesa de Michel, algo útil debía sacar de la relación con ese desgraciado.

Armando era apenas un fantasma en esa casa. Todas las noches se iba de juerga y volvía cuando todos dormían, a la mañana siguiente se iba muy temprano. Eso era así cuando se dignaba a volver y no pasaba la noche con algunas de sus gacelitas, pero una de esas noches, sus destinos al fin se cruzaron.

Ese día Aura María tuvo licencia, porque Jimmy levantó fiebre y se fue a la casa de su madre, por lo que a Betty se le acumuló trabajo y trasnochó limpiando la cocina. Ya había terminado, estaba a punto de tomar un café, cuando la sorprendieron las voces altas de una discusión en la puerta de entrada.

Marcela: -Cuando entremos a la casa, te acompaño a tu cuarto.

Armando: -Tú no vas a entrar conmigo a mi habitación, tú eres una bruja y me quieres poner la misma trampa que hace años.

Marcela: -Estás borracho, no sabes lo que dices, te vas a caer por las escaleras.

Armando: -Estoy borracho pero no soy tonto, no voy a dejar que te metas en mi cama y me causes problemas con mi padre. Comprende Marcela, no quiero nada contigo.

Marcela: - No me puedes negar que la pasamos muy bien esa noche.

Armando: -Esa noche si, hasta que le fuiste con el cuento a mi mamá. Y desde ahí fue todo un infierno, desde un noviazgo obligado hasta tener que huir de un compromiso, mi soltería no la negocio. Vade retro Satanás.

La discusión era ridícula y a los gritos, por lo que no solo Betty se acercó a la sala para ver qué pasaba, también lo hizo don Roberto, y como todo iba para peor, tuvo que intervenir.

Mi pequeña EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora