Capitulo III

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MI PEQUEÑA ESPERANZA
CAPÍTULO 3
Don Roberto:  –Betty, le tengo una sorpresa… la inscribí en la San Marino, la mejor universidad de Bogotá.
A Betty se le cae una lágrima de la emoción, corre a los brazos de don Roberto a agradecerle y abrazarlo.
Betty:  –Muchas Gracias. –Avergonzada por el impulso de abrazar a su jefe.  –Perdón, ¿Pero cómo hizo, si yo no tengo cédula de identidad?
Don Roberto:  –El rector es amigo mío, le dije que usted es mi sobrina en tercer grado, la inscribí como Beatriz Mendoza.
Betty:  –Le estoy muy agradecida por esta oportunidad.
Don Roberto:  – Lo sé, hija mía, pero le advierto que durante unos meses solo irá como oyente, y cuando se ponga al día con las materias, será formalmente alumna de la San Marino.
Betty:  –Estoy feliz igual, le prometo que voy a estudiar mucho, me voy a poner al día con las materias, voy a aprobar todo, seré la mejor alumna de mi generación para que se sienta orgulloso de mí.
Don Roberto:  –No le exijo tanto, sólo que aproveche esta oportunidad.
Betty:  –Le juro que lo haré.
Betty estaba feliz por el hecho de volver a estudiar, pero por otro lado se sentía culpable por mentirle a don Roberto, por supuesto que ella tenía cédula de identidad, pero bien guardada en la casa de Nicolás, no quería arriesgarse a usar su identificación por miedo a que los Doinnel la encontraran, fue por eso, que cuando Carmencita la entrevistó le informó que no contaba con dicho documento. Tiempo después don Roberto, a través de sus contactos, le conseguiría papeles nuevos a nombre de Beatriz Mendoza.

🌷🌷🌷

Poco a poco don Roberto iba superando la muerte de su esposa, e iba retomando su vida laboral. Esa tarde tenía una reunión con Antonio Olarte, vicepresidente financiero de ECOMODA. Carmencita estaba de licencia por una gripe y necesitaba que Betty lo asista.
Betty:  –Lo siento don Roberto, pero no tengo ropa apropiada para una empresa, ni para Bogotá, sólo tengo ropa para el clima de Cartagena y no quiero hacerle pasar vergüenza.
Don Roberto:  –No se preocupe niña, en la planta baja de ECOMODA, hay un punto de ventas, antes de la reunión pasamos por allí y le conseguimos un vestuario apropiado.
Betty:  –Se lo agradecería muchísimo, perdón por traerle tantas molestias.
Cuando llegan al punto de ventas se encuentran con una bella sorpresa, allí estaba una vieja amiga de don Roberto, la señora Catalina Ángel, la relacionista pública que se ocupaba de los eventos de ECOMODA.
Cata: –¿Quiubo Roberto? Que rico volver a verte. –Mirando a Betty. –Preséntame a la niña que te acompaña.
Don Roberto:  –Por supuesto, ella es Betty, mi sobrina de Cartagena. –Mirando a Betty.  –Ella es Catalina, una gran amiga y colaboradora.
Betty:  –Un placer doña Catalina –sonriendo tímidamente –
Cata:  –Cata solamente, el doña me hace sentir vieja, –con su sonrisa luminosa. –Y bien, ¿qué hacen por aquí?
Don Roberto:  –Es que Betty está recién llegada de Cartagena y no tiene ropa adecuada para Bogotá, vinimos para equiparla, ella además de ser estudiante de economía, es mi secretaria personal y hoy me va a asistir en una reunión con Olarte.
Cata: –Entiendo. Si quieren, me ofrezco a asesorarlos en qué clase de vestuario necesitaría Betty.
Don Roberto:  –Te lo agradecería muchísimo, tú sabes que los hombres no somos buenos para esas cosas.
Catalina enseguida se dio cuenta de que Betty no era una mujer fea, sino mal arreglada, rápidamente le seleccionó un traje sastre lila y unos zapatos sin tacones.
Cata: –Por ahora, use estos zapatos sin tacones, pero se va a tener que acostumbrar a usarlos, además de esta ropa le aparté ropa más informal para la universidad.
Betty:  –Muchas gracias, pero todo esto cuesta mucho dinero.
Don Roberto:  –No se preocupe, convengamos en que usted no puede ir a la universidad con la ropa de Aura María, por dios, esa niña es una descarada.
Cata: –Es más, me ofrezco, para ir a su casa, a asesorar a Betty, para que aprenda a arreglarse.
Don Roberto:  –Te has convertido en nuestro ángel de la guarda.
La reunión fue muy fructífera. Don Antonio era un hombre muy cordial y educado, trabajaba en ECOMODA desde su fundación y estaba a pocos años de jubilarse, el trabajo se le estaba haciendo cada vez más pesado, por lo que antes de finalizar se atrevió a plantearle sus dificultades a su jefe.
Antonio:  –Como usted sabe don Roberto, he tenido problemas de salud y en verdad necesitaría un asistente, bien preparado, para que me ayude en el trabajo. Siempre creí que mi hijo Gustavo o Daniel Valencia me asistirían, pero prefirieron trabajar para el gobierno.
Don Roberto:  –Tiene mucha razón, la empresa creció mucho y hay demasiado trabajo… le prometo…
Betty:  –Disculpen mi intromisión, pero, si lo que necesitan es un economista joven, yo conozco a uno que se graduó con honores, se llama Nicolás Mora y es amigo mío.
Antonio:  –¿Es familiar de don Nicola Mora?
Betty:  –Es su hijo. ¿Usted lo conoció?
Antonio: –Sí, fue técnico mecánico de ECOMODA. Un Italiano gruñón, pero buena persona.
Don Roberto:  –Si tiene estudios, es amigo de Betty e hijo de don Nicola, vale la pena hacerle una entrevista.
Ese fue el comienzo de cómo empezó a trabajar Nicolás Mora en ECOMODA, pero eso, es parte de otra historia.

Mi pequeña EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora