Capitulo IV

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Catalina se enteró de que Betty estaría en semi reposo, entonces decidió usar esas horas libres para pulirla. Aunque le cayó bien desde el primer instante, desde el principio sospechó que ella no era familiar de Roberto.
Cata: –Dime la verdad, Roberto ¿Esa niña, no es tu sobrina, verdad?
Don Roberto:  –¿Cómo te diste cuenta?
Cata: –Es una niña educada y culta, pero sin ninguna clase de sofisticación. No me malinterpretes, esa niña me robó el corazón con su dulzura, pero si yo me di cuenta de que no es tu sobrina, imagina lo que los demás comenzarán a sospechar.
Don Roberto:  –¿Qué propones?
Cata:  –Puedo ir a tu casa a tratar de pulirla. Yo no te pido explicaciones, yo confío en ti. No hace falta que me cuentes su historia.
Igualmente, Roberto, decide contarle parte de la historia: que era una empleada doméstica y que estaba embarazada. Cata, no necesitó más detalles.
Comenzó con lecciones sobre como combinar la ropa, postura, manera de caminar, sentarse, etc. Pero la pesadilla de Betty eran los tacones, se convirtieron en su peor enemigo.
Betty: –Doña Catalina, no voy a poder, los odio.
Cata: –No exagere Betty.
Luego tocó lecciones sobre cómo comportarse en una mesa, los platos; los tenedores y para que servían cada uno de ellos; las copas, las de agua, vino, champagne, etc. Por Dios, jamás una lección de economía le había dado tantos dolores de cabeza.
Pero el drama mayor, fue llevarla al salón de belleza e intentar aniquilar ese maldito capul.
Betty:  –Doña Catalina, no me quite el capul, tengo una frente fea y mis cejas son horribles.
Cata: –Confíe en mí Betty. Su rostro se va a ver mucho mejor sin el capul.
Betty:  –Está bien doña Cata.
Lejos de enojarse, Cata, le tenía mucha paciencia y le daba ternura, la veía como una niña.

Unos días después, surgió un viaje de negocios, al que don Roberto no podría asistir. El elegido para reemplazarlo fue Armando, quien en ese momento era un ejecutivo de bajo rango, pero todo el mundo empresarial sabía que era el heredero indiscutible a reemplazarlo en la presidencia. Betty lo acompañaría como su secretaria.
El viaje sería a Barranquilla, hermosa ciudad ubicada al norte de COLOMBIA, a orillas del río magdalena y sus playas en el mar caribe. Sería una convención de industriales textiles, en época de carnavales, por lo que esa ciudad estaría muy concurrida esa semana.
Quien estaba muy feliz con el viaje era Armando, desde hacía un tiempo se sentía atraído por Betty, y mucho más desde que empezó a cambiar su aspecto: estaba triplemamita, como decía Aura María.
Cuando Betty llegó a su habitación en el hotel Las Américas, se encontró con una agradable sorpresa, su cama estaba llena de ropita de bebé, eran regalos de Armando.
Betty:  –Con lágrimas en los ojos  –muchas gracias, doctor, no se hubiera molestado.
Armando:  –Para nada Betty, me hubiera gustado ser el primero en regalarle ropita a mi princesa, pero doña Eugenia y Nicolás se me adelantaron.

🌹🌹🌹 RECUERDO
Mientras Betty estaba en su semana de descanso, la visitaron doña Eugenia y Nicolás.
Doña Eugenia:  –Es un humilde obsequio –eran una batita y unos escarpines tejidos, rosados  –espero que le guste.
Betty:  –Muchas gracias, doña Eugenia ¿Cómo sabía que era una niña?
Doña Eugenia:  –Nerviosa  –no lo sé, supongo que intuición de abuela.
La realidad era que ese regalo era de doña Julia.🌹🌹🌹

Betty:  –No se ponga celoso don Armando, su princesa malcriada se mueve y hace fiestas en mi vientre cuando lo escucha a usted.
Observando la panza de Betty, que apenas comenzaba a asomar.
Armando:  –¿Puedo tocar?
Betty:  –Por supuesto, si no lo dejo, mi hija se enoja.

La bebé comenzó a moverse más todavía, dando muestras de lo feliz que estaba. Armando, estaba emocionado porque no sólo sentía sus movimientos, sino además el corazoncito de ella. Las miradas de ellos por un momento se cruzaron, la atracción ya era inevitable.
A la noche fueron a una cena importante con los empresarios textiles. Betty, estaba asustada porque cabía la posibilidad de cruzarse con alguien de la textil San José, la empresa de los Doinnel, afortunadamente para ella, sólo mandaron a Parrita, quien no la reconoció porque sólo se vieron una vez y ella estaba muy cambiada.
Parrita:  –Buenas noches, Francisco Parra. –Con una sonrisa y unos tragos demás -de textil San José.
Betty:  –Mucho gusto, Beatriz Mendoza,  –con cara de susto  –de ECOMODA.
Parrita:  –Disculpe mi curiosidad, ¿usted es de Cartagena? Digo, por el acento.
Betty:  –Sí, soy cartagenera, pero vivo en Bogotá desde hace unos años.
Parrita:  –Me parecía, porque si me hubiese topado con una belleza así en Cartagena, tenga por seguro que la recordaría.
Betty:  –Sonriendo –muchas gracias.

Mi pequeña EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora