Oh por Dios (me quedé sin ideas para el título)

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La gata blanca los llevó por un intrincado laberinto de callejones y escaleras, guiándolos con precisión a través de las medianamente antiguas edificaciones de la ciudad de Port Townsend. Hasta que finalmente, llegaron a una escuela. El gato blanco se detuvo frente a ella y giró la cabeza hacia Edwin y Charles.

—Aquí es. —dijo la gata.

Ambos se miraron el uno al otro. No esperaban que fuera una escuela el lugar donde los gatos obtuvieron sueños profundos cargados de pesadillas. A decir verdad esperaba algo más tétrico y sombrío. Las voces de los niños y los gritos de alegría típicos de una escuela parecía tan fuera de la realidad que esperaban encontrar.

—Oye gata, ¿sabes cómo sucedieron las...—Charles quiso interrogar a la guía pero cuando dirigió la mirada donde se suponía que estaría, había desaparecido.

—Quizá se escondió del peligro —dijo Edwin desinteresadamente.

—El rey gato dijo que sus gatos se estaban abriendo a un nuevo territorio, ¿verdad? —preguntó Charles—. ¿Por qué Esther Finch querría proteger una área donde hay una escuela?

Edwin se detuvo en la entrada, observando las interacciones de los niños. Al parecer era la hora del recreo y algunos de los niños jugaban y otros descansaban bajo la tenue luz del sol invernal.

—No lo protegía. —dijo Edwin con cierta resignación—Era su campo de caza.

—Esa maldita bruja... —maldijo Charles— me alegra que hayamos acabado con ella.

Una escuela en busca de posibles víctimas sería lo más idóneo si se trata de raptar niñas para conseguir su rejuvenecimiento. Es el lugar perfecto para conocer la personalidad o dinámica de comportamientos de los pequeños. Porque en ese pequeño mundo para ellos se logra identificar quién es la más adecuada para ser la próxima presa.

—Vamos Charles. Hay que buscar pistas... Separémonos e interroguemos a los profesores con los disfraces, podrían saber algo...—dijo Edwin mientras se apresuraban a encontrar pistas.

—No, Edwin. Iremos juntos. Quiero asegurarme de que este lugar sea seguro para dejarte solo —insistió Charles, avanzando hacia el interior sin escuchar objeciones.

Edwin y Charles se adentraron en la escuela. Las risas y los murmullos llenaban los pasillos, creando un ambiente alegre y bullicioso que contrastaba con la misión sombría que tenían por delante. La campana sonó anunciando el final de la hora de descanso y vieron como todos los niños volvieron a sus respectivos salones y el bullicio cesó por un momento. Mientras caminaban, observaban atentamente cada rincón de la escuela en busca de pistas que pudieran conducirlos a la verdad detrás de las pesadillas que tenían los gatos. Pero mientras hacían la investigación Edwin no pudo evitar preguntarle a Charles.

—¿No crees que estás siendo demasiado sobreprotector, Charles?

—Pues te dejé un par de horas en la agencia y ése gato se las arregló para entrar. Además... —Charles hizo una breve pausa para evaluar si continuar y finalmente prosiguió —...luego de saber lo que pasaste en el infierno yo... no quiero dejarte solo.

Parecía que Charles se había vuelto más apegado a Edwin luego de escapar juntos del infierno. Edwin sólo se limitó a mencionar que logró escapar del infierno pero nunca especificó cómo lo logró. Del mismo modo que Charles no le había contado todo sobre su padre. Ambos comprenden que se habían guardado cosas desagradables de escuchar para el otro. Quizás como forma de protegerse y no revivir esos malos recuerdos.

—Y también porque todavía no aprendes a defenderte tú solo. —bromeó Charles, esbozando una sonrisa.

—Cállate.

sin titulo todavíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora