Capítulo 2: Consigo un apodo de verano

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POV: Jazmin 🌺

Esperé un par de minutos cuando mis primos Agu y Nacho salieron de la piscina. No quería dar la impresión de que había esperado a que la piscina se quedara vacía para acercarme, pero esa había sido mi idea desde el principio.

Me gustaba visitar la casa de campo por la tranquilidad. En el momento en el que en lugar de cinco personas estábamos allí quince, la tranquilidad se perdía.

Mi abuelo y mi padre estaban junto a Max y Adrián en la barbacoa tratando de encenderla. El resto de la familia nos encontrábamos reunidos alrededor de dos mesas pegadas en el rellano de la casa. Las charlas y las risas eran audibles en todo el recinto. Y no es que no me gustara aquel ambiente, pero quería disfrutar de mis vacaciones como siempre.

-Ay, Ángela a ver si remodeláis ya un poco la casa -oí comentar a mi tía Ana.

-Eso llevo diciendo yo años, pero mi padre con sus intentos de remodelarla él la deja peor.

-No sé -comentó nuestro tío Rubén-, lo de que no haya puerta en el baño le da un toque vintage.

Una nueva risa se compartió en la mesa. Cada año la historia era la misma. Lucas trataba de arreglar cierto aspecto de la casa que, aunque no estaba tan mal, él se empeñaba en mejorar, y en su lugar solo las estropeaba. Había cables en los techos de lugares en los que trató de instalar lámparas sin éxito. La entrada de la planta baja, por ejemplo, no tenía luz. Cuando daba la noche debíamos entrar con una linterna, lo cual complicaba bastante la vida teniendo en cuenta que en esa sala había una nevera donde guardábamos la mayoría de bebidas de la noche. En el baño de la planta de arriba había que hacer maniobras para tirar de la cisterna. Suerte que al menos yo habitaba en la planta baja. 

La anécdota de ese verano era la puerta del baño. Con el paso de los años se había aflojado y en un intento por cambiarla mi tío la rompió. Al parecer no habían conseguido encontrar otra puerta del mismo tamaño porque era a medida, por lo que habían colocado una cortina en su lugar y esa era nuestra puerta del baño inferior. Solo rezaba porque la cortina se mantuviera en su sitio. Prefería pasar el verano sin accidentes visuales.

Mientras Ángela seguía comentando los infinitos intentos de remodelación de su padre, yo me acerqué cuidadosamente al bordillo de la piscina, con mi toalla y un libro en mano. No quería llamar la atención. Quería pasar desapercibida y centrarme en mi libro y los rayos del sol.

Coloqué la toalla como almohada, tumbándome en el bordillo dispuesta a leer mientras me bronceaba. Notaba el abrasador calor que desprendía el sol a esa hora. Era la razón por la que hacía años había establecido aquel mi lugar para tomar el sol. Había hamacas, pero yo prefería el borde de la piscina. Me permitía refrescarme si quería sin necesidad de meterme y no tenía que preocuparme por la sombra de las sombrillas en la zona de hamacas. Mis padres y tíos solían preguntarme si no era más incómodo estar tumbada en la piedra. A mí no me importaba. Y, de hecho, prefería la soledad de tomar el sol allí que junto al resto.

Aquella preciada soledad, sin embargo, no duró más de unos minutos.

Max llegó junto a Adrián a sentarse a mi lado, con mi primo en mi cabeza y su amigo a mis pies. Ellos metieron sus piernas en la piscina y solo pude agradecer el tener un libro en la mano, porque así me aseguraba de que no me salpicarían.

-Cuéntame prima, ¿cuántos libros has traído esta vez?

-¿De verdad quieres saberlo?

Max se lo pensó por unos segundos, y finalmente pareció comprender que no era una buena pregunta.

Como si fueran los 80 [En pausa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora