CAP 10

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Ya llevaba varias vueltas en los pasillos, ¿Dónde se había metido esa estúpida enfermera!?.

Akaza se detuvo al ver al pelifuego frente a él, se sonrojo un poco al verlo.

- Hola, te e estado buscando desde ase tiempos - se acercó.

- ah!, Bueno, que deseabas - bajo su rostro sonrojado y poniéndose nervioso. Rengoku dibujo una ladina sonrisa.

- Solo quería ver - garraspeo - Si mañana querías comer conmigo- akaza parpadeó varias veces, ¿Qué había escuchado?, Su rostro se volvió color tomate, estaba feliz y avergonzado.

- Y-Yo, t-tú quieres - intento hablar bien pero no podía, no sabía que carajos le estaba pasando, no quería que lo viera así - No veas por favor - se tapo su rostro, parecía un niño, no entendía por qué se ponía tanto así, solo lo estaba invitando a comer, algo que ya habían echo. Akaza se sobresalto al sentir aquella cálida mano en su muñeca.

- ¿Por qué no?, Te vez muy lindo - apartó su mano. Akaza no podía formular palabras, él estaba muy cerca.

- Y-Yo, Si! - se mordió el labio inferior - Me gustaría - suspiro para apartar su rostro, no podía verlo a los ojos.

- Entonces, nos vemos en la azotea, mañana - lo soltó - tengo algo para ti - sonrió de par en par. Akaza trago duro, ese hombre lo estaba volviendo loco.

- O-okey.

- Nos vemos entonces - se despidió.

El Omega lo miro ir al Alfa, se colocó sus manos en las mejillas, estaban calentitas. Sacudió varias veces su rostro y recodo.

- Mierda! ¡Tengo que buscar a esa estúpida enfermera!- se apresuró a seguir buscando, se le había olvidado por completo cuando miro al pelifuego.
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En ese momento su consciencia era poca, su maldito Alfa u lobo interior había elegido ese estúpido día en salir ¿Por qué? Por ese maldito niño destinado suyo, ese chico de ojos esmeraldas. El odiaba el destino, y según el destino ese niño era parte de él, desde muy joven odio el destino por sus crueldades, él no sentía amor por ese niño, solo era esa estúpida atracción carnal. Douma veía serio al chico quien parecía también estar controlado por su deseo carnal.

No sabía que hacer, su cuerpo iba a ceder, el conocía el placer que podía dar un Omega, y era normal que lo quisiera pero ahora era más ya que él era su destinado y más que no ayudaba tenerlo encima besándolo.

Douma tenía agarrado fuertemente al Omega, a pesar que decía no quererlo cerca, en ese momento él era quien lo estaba atrayendo lo.

Los besos y movimiento estaban surgiendo frutos en los dos cuerpo, el menor estaba completamente cegado en cambio el rubio mayor aún estaba un poco consiente, quería apartarlo pero no podía, quería negarse, mordió el labio inferior del Omega, eso hizo que el chico soltara un gemido. La pupila del alfa se hizo pequeña, le había encantado eso a su alfa y a él aunque lo negara, agarro sus caderas y lo acorraló, habían cambiado de lugar.

Douma no se percato de los olores amenazantes, y eso incluía ese olor a chocolate y durazno funcionado con fresa, aquel golpe llegó tan rápido, fue doloroso, lo último que bio fue el rostro del Omega cerraba fuertemente los ojos como si hubiera aguantado dolor, su calor fue quien hizo que durmiera.
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- Al fin despertaste dormilón, todos te tuvimos que traer, pesas un chingo. - dijo en un suspiro el peliazul.

Douma se tocó el entrecejo - ¿Qué me pasó ?- se sentó en la orilla de la cama, aquel golpe llegó en cuestión de segundos.

- Casi dañas a un Omega - tubo un tic en el ojo - para la otra te dejo con candado! - el pelirosa le dió un vaso de agua.

- Yo!, A quien?

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