VIII

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Y pues bien... Ese día no terminó con el mejoor de los desenlaces.

Aunque Ken tenía planeado dejar a Emma. Gracias a las suplicas sufridas de la menor, Draken término aceptando quedarse más tiempo a su lado.

A fin de de cuentas ella estaba pasando por un mal momento. Se sentiría pésimo si la dejara sola justo en un momento tan atroz como ese. Ella estaba sola, y no querría que esa desolación la consuma.

Quizá eso no estuvo bien. Pensaran.

Y es cierto. No estuvo nada bien. Pero aún así... Aquel hombre tan robusto y de apariencia agresiva era demasiado amable a comparación de cualquier otro.

Cambiando de punto. Ya era otro día. Draken había pasado encerrado en su habitación. Cualquier chica que se atreviera a interrumpir en lo que sea que estuviese haciendo era mandada a volar.

Ken no parecia muy agradable ese día. Estaba agresivo, tal parece que no deseaba compañia de nadie.

A parte de su minino.

Dentro de la habitación, Ken re leía algunas revistas que rondeaban aun por su habitación, teniendo como trama principal el habla sobre relaciones relativamente eróticas.

Estaba relajado, aunque seguía manteniendo una expresión tan serlo y dura que era difícil de creer la calma que tenía su corazón en ese instante.

El menor de los felinos estaba sobre el, recostado de lo más cómodo, se encontraba acurrucado en el pecho de Ryuguji, durmiendo sin interrupción alguna. Pues se sentía cálido y pleno. Algo que era raro en el chico que guardaba en su interior, si bien siempre se mostraba tranquila, casi nunca lo estaba realmente.

"Ohh, y vaya, que vivan los novios!" exclamó una claramente celosa minina desde lejos. Viendolos con recelo. Y a cambió recibiendo una mirada burlesca y adormilada por parte de Manjiro.

Pero esa broma no le duro mucho cuando Ken se puso de pié y lo dejó a un lado. Llendo directo a recoger su chaqueta y las llaves.

'Crac' sonó apenas la figura de su robusto dueño ya no era presente.

Manjiro le dió una mala mirada a la puerta. Como si esta fuera la culpable de que su dueño le haya dejado solo y abandonado en ese espacio cerrado.

Oh, bueno. No lo estaba, pero esa gata sucia no contaba.

"Ohh, vaya. Tu Romeo te dejo Miki~ jaja" se burló en un tono de puro coqueteó mientras resfregaba su afolpada cola contra los objetos de la habitación. Dejando una notoria irritación en el pequeño felino macho.

Mikey se puso de pie, y encaminó a un mueble directo a una ventana. No quería estar ahí. Hace mucho que había pensado en salír algún día sin que Ken lo notará. A fin de cuentas era normal que los gatos callejearan de vez en cuando, ¿no?.

Dió un pequeño salto, gracias a que en su vida de humano se metía en peleas a menudo tenía ventaja en andar por las calles. En este momento se sentía agradecido de sus pocas cicatrices por ayudarles, si no posiblemente hubiera caído al vacío de el suelo cuatro pisos abajo.

Comenzó a saltar por los sobrantes de las ventanas, pasando ágilmente por cada pequeño espacio, dejando sus patitas revolotear por cada sitió donde cabieran.

Era insesante la adrenalina que sentía. Era casi como estar entre la vida y la muerte. Si hacía un paso en falso caería y lo más lógico es que moriría.

Y eso era emocionante para el felino.

Siguió saltando paso a paso con normalidad, como si fuera costumbre o rutina. Sus pequeños patitas dieron un ligero traspié. Haciéndole caer justo cuando llegaba al límite de su edificio y el vecino.

Amor Felino [DraKey]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora