Capítulo 2

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Ramiro

Aprieto los labios y mantengo la respiración, el perfume de Isabella me está jodiendo la cabeza. ¿Por qué tiene que oler delicioso? Se me complica odiarla cuando huele al puto paraíso. Todos los días llego hasta altas horas a la casa para no verla, pero su jodido olor no desaparece, está impregnado en todos lados, y luego, está la cuestión de que tenerla en mi espacio no me hace bien, comienzo a notar su presencia con pequeños cambios en el departamento. Tiende a nunca cerrar completamente un cajón, puerta, repisa o cualquier cosa que necesite cerrarse, cambia de posición los cojines para que los patrones coincidan, en el baño principal hay jabones de distintos colores y distintas formas geométricas. Hay una puta alfombra peluda en la puerta de su habitación, estoy seguro que esa alfombra la lance hace tiempo al fondo de un armario. Quisiera decir que todas estas pequeñas cosas me molestan, pero no es así. Sin embargo, hay otros días en los que quiero entrar a su habitación y romperle el cuello, hacerle pagar por lo que hizo. Tengo tantos sentimientos encontrados que siento que en cualquier momento voy a perder la jodida cabeza. ¿En qué estaba pensando cuando acepté casarme con ella? La hubiera dejado en manos de Adriano.

Me doy la vuelta y salgo de ahí, ya no se siente como mi propio hogar. Hubiera tomado el consejo de Adriano, dejarla instalada en otro lado, pero no podemos correr el riesgo de que se escape. Tener a Isabella como esposa puede hacernos saber el paradero de Ian, él vendrá por ella justo como lo hizo cuando supo lo de Dante y Génesis. Pensar en Génesis me hace recordar el propósito de esta unión.

—¿Qué haces aquí? —Dante levanta la cabeza mientras deja su trago de whisky a un lado de la barra de su cocina —. Son las dos de la madrugada, Ramiro, no son horas de visitas.

—¿Por qué estás despierto? —Mis ojos vagan por su ático, no hay nada fuera de lugar, y me preocupa. Dante no ha explotado aún, uno esperaría que una vez que el amor de tu vida te deja perderías la cordura, temo que un día cuando entienda que ella no volverá haga una jodida locura.

—Acabo de llegar —Se encoge de hombros —. ¿Tú qué haces aquí?

—No soporto estar cerca de esa mujer.

—Deberías haber seguido el consejo de Adriano, llevas casi un mes casado con ella y estás trabajando como nunca solo para no estar a su alrededor —Suspira —. Hubiera sido más fácil matarla.

—Estoy de acuerdo, pero te recuerdo que fuiste tú quien estaba más animado en que esta unión se diera —Me sirvo un trago —. Nos dimos cuenta de que no te animaba mucho matarla.

—Ir en contra del Don es ponerte la soga al cuello. Isabella no vale tanto la pena como para iniciar una rebelión —Se encoge de hombros. Miente.

—No soy idiota, Dante. Esa no es la razón por la que no la matamos —Llevo el trago a mis labios y doy un largo sorbo.

Ella no quería que la tocáramos, me hizo prometerle que al menos la dejáramos explicar —Siento su tristeza. Decir su nombre no es una opción para Dante, dejó de decir su nombre una vez que Génesis se marchó y nadie se atreve a nombrarla. Incluso a mí me dolió cuando nos abandonó, esa mierdita nos hizo pasar buenos ratos —. Nunca rompería una promesa.



(...)

Isabella

Estoy cansada, aburrida, enojada y triste. No esperaba algo bueno de este matrimonio, pero tampoco esperaba morir de aburrimiento. Después de casarnos, Ramiro me había sacado casi a rastras de casa y no me había dejado despedirme de mis padres. Cuando llegamos a su departamento, de lo más lujoso, me mostró lo que sería mi habitación. Mi expresión le pareció un insulto y escupió:

DESTROZAME +18 L.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora