cuatro

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Empalidecer era poco, no sabía por qué estaba tan preocupado de que pudiese notar a Mark en su casa. No debería importarle. Sin embargo, no es que le haya hecho mucha gracia encontrar al canadiense vistiéndose su hoodie en la cocina.

A su suerte, Chenle venía a su compañía, hacía menos pesado el ambiente dado que estaba alegrado de ver a Mark. Rápidamente le sacó tema de conversación no prestando atención a qué hacía ahí si ya se habían cruzado en al universidad, ni siquiera cursaban materias iguales, no era lógico porque tampoco eran muy amigos.

Tal vez no era relevante ahora para Zhong, pero sí lo era para Jeno.

—¿Les sirvo algo de beber? —Renjun ofrece, apretando sus labios al sentirlos arder un poco.

—Venimos de una cafetería, pero recordé que me dejé algo aquí que necesito. —Jeno se cruza de brazos, mirándolo.

—¿Qué cosa?

—La engrapadora.

Ren hace una seña con su cabeza indicando la habitación y se dirigen allí en silencio, con la poco indiscreta mirada de Mark sobre ellos. Lee se siente nostálgico una vez ingresan al cuarto, como si una horda de recuerdos lo envolviera atajando su respiración, reconoce cada libro en la estantería y los cuadros en las repisas, aquellas polaroids pegadas en la pared, sus zapatos de ballet... todo seguía igual, nada había cambiado y no existía cosa allí que no conociera. Renjun revuelve entre los cajones tratando de acordarse dónde había puesto dicho objeto, en dónde lo había tirado con tanta furia que justo ahora deseaba que no estuviese roto.

—¿Interrumpimos algo? —Jeno, para romper el hielo, pregunta.

—¿Qué podrían haber interrumpido? —distraído, responde.

—No lo sé... con Mark nunca te llevaste bien.



Bueno, tenía razón, en su tiempo como pareja habían cosas en el canadiense que no terminaban de cerrarle, como su actitud en ocasiones altanera o esos chistes absurdos que hacía y sigue haciendo, pero no es como si a estas alturas importara mucho, ¿verdad?

—Tuvimos mucho tiempo para entendernos, supongo. —Huang agrega tratando de sonar indiferente, sus dedos sienten un frío metal al fondo de cajón y un alivio se extiende en su cuerpo. —¡Lo encontré!

Jeno coloca una mano cubriendo la lámpara de pie junto al escritorio en el cual el chino hurgaba, la cabeza del más bajo choca contra su palma y rápidamente voltea. Sus centelleantes ojos lo ven confundido.

—No aprendes más, Huang. —Jeno ríe. —¿Cuántas veces más debes darle cabezazos a la pobre lámpara? Debe estar harta de ti.

Renjun tiene su corazón acongojado. ¿Cómo es que todavía recuerda eso?

—Gracias... —agradece, avergonzado, retrocede unos cuantos pasos lejos del azabache y le extiende la engrapadora la cual mantenía abrazada a su pecho. —Aquí está, puedes irte.

Jeno la recibe y advierte que evita mirarlo, como siempre.

—¿Estás seguro que no quedaron más cosas mías aquí?

—Creo que no... Te las llevaste todas antes de desaparecer a Tailandia.

—¿No me mientes?

—No soy como tu.

—Oh, claro que no eres como yo, tu sí mientes, y mucho.

Renjun alza la mirada con molestia y ve la burlona sonrisa pintada en sus labios. No obstante, no logra enojarse con él porque sabe que solo quiere ser amistoso, de alguna manera recompensar esos dos meses sin hablar y pretender que nada malo había sucedido entre ellos. Sí, así debía ser.

𝙨𝙚𝙖𝙨𝙤𝙣𝙨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora