Capítulo 6

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-¿A dónde vamos mi vida? -preguntó Armando después de subirse al carro de Betty y ponerse el cinturón de seguridad en el puesto del pasajero.

Sabía que su mujer amaba conducir, desde la primera vez que manejó su propio auto Betty prefería ir detrás del volante y él, orgulloso de su gran habilidad y deseoso de darle gusto en todo, simplemente le cedía el control del carro, así fuera el de él mismo.

-Primero me acompañas a recoger una nueva orden de tus medicamentos y luego vamos a pasar por algo de información -explicó Betty mientras se detenía en un semáforo en rojo.

-Pero Beatriz, no tienes por qué ir tu misma a recogerlos, podrías enviar al mensajero de la empresa -dijo él observándola con atención. El solo hecho de saberla capaz de hacer tantas cosas al mismo tiempo, no solo conducir sino planear y organizar mil cosas a la vez, jamás dejaba de asombrarlo.

Ella arrancó de nuevo el auto y continuo hábilmente conduciendo a través del tráfico. Apenas estaban saliendo de la hora pico del almuerzo.

-Desde hace más o menos ocho meses lo hago yo misma - le explicó entonces Betty -porque tus nuevos medicamentos son más delicados que los anteriores, además aprovecho ese viaje a la farmacia para comprar algunas otras cosas para mí -le respondió ella con tranquilidad mientras giraba en una esquina para tomar a la derecha un calle más pequeña y salir un poco del tráfico pesado.

-No tenía idea de que ibas tu misma a recogerlos todos los meses.

-Eso ha de ser porque suelo hacerlo los sábados cuando regreso a la casa temprano o si debo hacer mercado los viernes en la noche, paso por allá primero.

-Nunca me pediste que te acompañara antes mi vida... -se quedó mirándola por un momento... lo entristecía demasiado pensar que era tan poca la atención que le prestaba a su mujer -y sí, yo sé que en ocasiones voy al club el sábado o me quedo en casa mientras tú sales de compras en las tardes...

-Después de llegar de trabajar ya es prácticamente de noche Armando, mientras tú te relajas y miras televisión no te das ni cuenta del tiempo que me demora a mi hacer mercado -le respondió Beatriz resoplando, en un evidente reproche.

Cuando Camila aún vivía en Colombia, se turnaban para ir a hacer las compras al supermercado con su hija, en ocasiones iban los tres juntos, como la familia que eran. Camila lo disfrutaba mucho desde muy niña.

Pero al quedarse los dos solos, las cosas habían cambiado y mucho.

-Perdón amor mío -le susurró Armando extendiendo su mano para tocarle levemente el hombro en una caricia -de ahora en adelante te pido que por favor, me dejes acompañarte a hacer esa clase de compras, cómo hacíamos antes Beatriz ¿Recuerdas mi vida?

El bajó su mano y ella lo miró por un momento, regresando enseguida la vista a la calle.

-Si -le respondió Betty con una ligera sonrisa nostálgica mientras se detenía en un semáforo -cuando Cami ya estaba grande y no quiso volver a salir con nosotros.

-¿Por qué no volvimos a hacerlo mi vida? -susurró Armando y su voz tembló al hablar -Dios mío... ¿Qué nos pasó Beatriz? ¿Qué le pasó a lo nuestro?

Betty mantuvo su mirada al frente y la emoción se agolpó en su garganta sin dejarle decir nada.

En el fondo ella si lo había pensado, Beatriz para sí misma lo había cuestionado, y quizás lo peor era que lo había llegado a aceptar, como algo que seguramente le sucedía a las parejas de su edad.

Cómo DuelesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora