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Cuando llegó el lunes por la mañana, Abril no dejaba de mirarme con aquella sonrisa complaciente.

—¿Entonces...? —inquirió, alzando una ceja.

Una sonrisa bailaba en sus labios.

—¿Entonces...? —repetí, frunciendo el ceño, confundida.

—¡No te hagas la tonta!, ¿Qué pasó con David cuando desaparecieron? —preguntó, mirándome fijamente.

—Nada —dije, porque era cierto. —. Sólo charlamos un poco.

—¡Oh, vamos!, el chico estaba que moría por llamar tu atención mientras bailaban. Quería que no miraras a nadie más. Tiene que haber pasado algo más que una simple charla. —se quejó, cruzándose de brazos mientras caminábamos rumbo a nuestros respectivos salones de clases.

Yo la miré, exasperada antes de decir—: Sabes que no estoy lista para una relación. ¿De verdad esperabas que algo más pasara?

Abril suspiró pesadamente. —No. Realmente no esperaba que pasara nada más.

Yo miré mis pies mientras caminaba. —En realidad no salimos para charlar. No lo planeé, quiero decir... —un suspiro se apoderó de mi garganta antes de que pudiera detenerlo. —, yo sólo necesitaba poner distancia entre Ulises, su novia y yo...

—Rick dice que no es su novia. —dijo Abril, suavemente.

—Rick puede decir mil cosas, pero yo pude notar como ella lo miraba. Ella quiere algo con él y, ¿honestamente?, no creo que pase mucho tiempo antes de que Ulises note de lo que se está perdiendo. —dije, amargamente.

—Pero él te ama a ti. —susurró Abril. No me atreví a mirarla.

Podía reconocer el tono herido de su voz. Ella creía que Ulises y yo terminaríamos juntos de nuevo, pero yo lo veía cada vez más lejos.

—No me ama, Abril... —murmuré, intentando ocultar el dolor de mi voz. —. Si Ulises me amara como dice hacerlo, no le importarían mis peticiones de estar sola. Habría ido a buscarme a mi casa. Él sabe dónde vivo. ¿Y qué es lo que ha hecho?, llenarme la bandeja de entrada del celular con mensajes de texto. ¿A mí de qué me sirve eso?, ¿De qué me sirve que le grite al mundo que me ama si no hace nada por tenerme a su lado una vez más?

Con cada palabra que decía, el coraje se apoderaba de mi pecho. Un nudo se instaló con fuerza en mi garganta, pero me obligué a tragármelo. —¿Qué haría Rick si lo mandaras a la mierda, Abril? —inquirí, con rudeza.

Abril habló en voz tan baja que apenas la escuché—Iría a mi casa y no se iría hasta hablar conmigo.

Yo asentí. —¿Lo ves?, ahí lo tienes.

Antes de que Abril fuera capaz de decir algo más, yo hice mi camino hasta mi aula.

Estaba cansada de hablar de Ulises. Estaba cansada de sentirme agobiada. Estaba cansada de sentirme dolida. Estaba cansada de que mi vida girara entorno a un chico que ni siquiera sabría reconocerme ni aunque me tuviera enfrente.

Cuando las clases terminaron, me dirigí a la biblioteca de la escuela a comenzar a hacer un trabajo sobre literatura francesa.

Tomé un par de libros que necesitaba y me arrinconé en mi mesa favorita antes de disponerme a recabar toda la información que pudiera.

Odiaba los trabajos que me dejaba el profesor
Torres, eran el tipo de hombres que buscaban hacerte trabajar el alma en un proyecto que sólo podrías hacer con información de una biblioteca. Los textos que pedía eran tan antiguos y anticuados que no había nada en internet acerca de ellos. Comencé a leer y tomar notas. Marcando las páginas y capítulos que fotocopiaría para releer en casa.

Aunque Puedas Verme #2 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora