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Todo era tan intenso.

Todo estaba pasando tan rápido... Era consciente de las manos de Ulises en mi espalda, en mi cintura, aferradas a mis caderas. Sus labios besando con fiereza los míos mientras yo me aferraba a la poca cordura que me quedaba besándolo con la misma urgencia con la que él me besaba.

Su lengua invadía mi boca sin piedad y yo era una masa temblorosa de terminaciones nerviosas. Ulises se apartó de mí bruscamente y me miró a los ojos con una intensidad que no le conocía.

Su respiración era tan agitada como la mía y el color de sus ojos parecía derretirse y fundirse en su iris oscuro.

Por un momento, me quedé sin aliento. Había soñado mucho tiempo con sentir la mirada de Ulises sobre la mía. Sentir la fuerza de su amor con sólo una mirada, y ahora estaba sucediendo.

¿Cómo había podido vivir tres meses sin ésos besos?, ¿Cómo había podido vivir tres meses sin estar entre esos brazos cálidos y fuertes?, ¿Cómo había podido vivir sin aquellos ojos que me miraban como si fuera la única mujer en el planeta tierra?

—Eres tú... Realmente eres tú —susurró roncamente, apartando un mechón de cabello de mi rostro. —. Tu cabello... —murmuró tomando un par de mechones entre sus dedos, observando las puntas. —, lo cortaste. —su mirada se posó en mis ojos y yo asentí.

—¿N-No te gusta? —susurré, nerviosa.

Una sonrisa lenta se deslizó por sus labios y pude ver cómo se dibujaban un par de hoyuelos en sus mejillas. —Me encanta. —susurró, acariciándolo lentamente.

Una sonrisa se filtró por mis labios y me puse de pie lentamente para cerrar la puerta, echando el pestillo.

Cuando me giré sobre mis talones para encararlo, pegué un respingo; estaba parado justo frente a mí. Su pecho obstruía mi campo de visión y alcé la vista para mirarlo a la cara.

Había olvidado lo pequeña que me sentía a su lado.

Su cabeza estaba inclinada hacia adelante y sus ojos estaban fijos en los míos. Acarició mi brazo con las yemas de sus dedos y un escalofrío me recorrió la columna vertebral.

Enredé mis brazos en su cuello y me paré en mis puntas mientras lo besaba con parsimonia.

Él correspondió mi beso, enredando sus brazos en mi cintura, estrechándome con fuerza contra su pecho. Podía sentir todos y cada uno de los músculos de su abdomen firme pegado al mío.

Una estela de besos recorrió mi mejilla hasta el punto donde mi mandíbula se une con el cuello, y entreabrí los labios involuntariamente, sintiendo cómo sus dientes se apoderaban del lóbulo de mi oreja.

Yo comencé a deshacer los botones de su camisa de lino mientras él besaba mi cuello. La mano grande de Ulises deslizó uno de los tirantes de mi vestido, dejando descubierto mi hombro, y comenzó a besarlo. Yo deslicé su camisa por sus hombros y ésta cayó al suelo. Sus manos se posaron en mis mejillas y me besó profundamente mientras yo deshacía el cinto de sus vaqueros.

Ulises deshizo el cierre de mi vestido y cayó a mis pies, dejándome en ropa interior.

—Te amo —murmuró contra mis labios mientras sus manos ahuecaban mis pechos suavemente.

Me arqueé hacia él, echando la cabeza hacia atrás, reprimiendo un gemido.

Deshice el botón de sus vaqueros y los empujé por sus piernas hasta que el salió de ellos. Sus brazos se envolvieron en mi cintura y me levantó del suelo. Enredé mis piernas en sus caderas y sentí la calidez de su pecho y abdomen contra el mío. Mis piernas desnudas tocaban el material elástico de sus bóxers y mis manos estaban aferradas a su cabello.

Aunque Puedas Verme #2 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora