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Hoy maratón, más capítulos y unas cuantas sorpresas más. 🥳🎂🎁

Paciencia por favor. 🙏🏼 🫶🏻

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No pude cerrar los ojos en toda la noche.

Los recuerdos pasaban por mi cabeza una y otra vez, como una película sádica, masoquista y dolorosa que no cesaba. Ulises pidiéndome hablar, Ulises a punto de beber quince caballitos de alcohol, Estrella poniendo su horriblemente asquerosa ropa interior en las manos de él, él caminando hacia ella... ¿Qué podía justificar Ulises?, ¿Qué tenía que defender cuando todo estaba claro para mí?

Los ojos me ardían por las lágrimas derramadas y todos los músculos de mi pecho dolían por los sollozos reprimidos. Después de la fiesta, Abril me trajo a casa sin decir una sola palabra, lo cual agradeci infinitamente. No estaba lista para hablar de eso. No estaba lista para afrontar nada.

Cuando miré el reloj y me di cuenta de que eran las doce del día, me obligué a ponerme de pie y desperezarme. Me metí en la ducha y ahí lloré una vez más.

Era como si mi cuerpo no se cansara de arrojar llanto. Como si no hubiera sido suficiente haber llorado una noche entera por él.

Había apagado el móvil. Si había llamado, no me había enterado. Si me había escrito, no quería leerlo. No podía creer lo mucho que podía llegar a lastimar una sola persona.

¿Cuánto daño era capaz de hacerme?, ¿Cuánto daño era yo capaz de soportar?

Al salir de la ducha, ni siquiera me molesté en mirarme en el espejo. Me daba miedo lo que iba a encontrar en el reflejo, pero casi podía imaginarlo: alguien completamente diferente a mi me estaría mirando fijamente y la frustración volvería.

Cuando bajé a la sala, me encontré con la solitaria estancia de la sala y una nota en braille en la mesa.

"Salí a casa de tu tía Agnes. Llegare tarde. Te amo." Decía.

Suspiré pesadamente y me tiré en el sillón de la sala, mirando un punto fijo en el techo.

No puedo decir cuánto tiempo pasó mientras yo dejaba mi mente en blanco, pero el timbre de la entrada me desperezó por completo.

—¡Voy! —grité, a desgana.

Cuando me puse de pie, me congelé en mi lugar.
¿Y si se trataba de Ulises?, no estaba lista para verlo. Mucho menos estaba lista para afrontar la realidad. Tragué duramente mientras caminaba hacia la puerta.

—¿Quién eres? —dije, con un hilo de voz.

—¡Oh, vamos, Nicole, ábreme! — la voz ronca y alegre de David me hizo suspirar aliviada, mientras una parte de mí, sentía una punzada de decepción.

Sin decir una palabra, abrí la puerta.

David vestía unos vaqueros claros y una playera de mangas largas de color claro. Su cabello lucía más alborotado que de costumbre y llevaba una bolsa de supermercado entre los brazos.

—¡Dios mío!, ¿te has visto en un espejo? —dijo, abriendo los ojos como platos.

Yo lo miré con cara de pocos amigos mientras me disponía a cerrar la puerta. El puso el pie para impedir que se cerrara por completo y sonrió diciendo—: Sólo bromeo. Lo lamento.
¿Puedo pasar?

Yo me mordí el labio inferior antes de decir—:
No creo que sea buena idea. No quiero hablar ahora.

—¿Quién ha dicho que he venido a hacerte hablar? —inquirió, alzando una ceja mientras una sonrisa bailaba entre sus labios.

Mi ceño se frunció ligeramente. Y él rodó los ojos al cielo mientras sacaba de la bolsa un par de películas de comedia romántica. —No sé cómo funciona eso del helado, los pastelillos y las películas en las chicas, pero he oído que así son sus terapias reparadoras. Así que, bien... El día de hoy seré una chica; he traído películas, helado y panecillos de chocolate. ¿Ahora puedo pasar?

No pude evitarlo, una sonrisa se deslizó por mis labios y dije—: Eres un idiota —pero le abrí la puerta y lo dejé entrar.

—No puedes culparme por intentarlo —dijo mientras caminaba hasta a la sala.

Yo me dirigí a la cocina y tomé dos cucharas del cajón de los cubiertos. Cuando llegué a la sala David estaba poniendo una película en el reproductor. Yo me senté en el sillón mientras abría el bote de helado de chocolate y tomaba un pastelillo. David se sentó a mi lado sin decir nada y tomó otro pastelillo mientras comía helado conmigo.

El silencio no era incómodo ni tenso. David no estaba intentando nada. No era que yo esperaba que intentara algo, sino que más bien lo agradecía. Lo que menos necesitaba era tener que lidiar con un chico intentando aprovecharse de la situación.

—Esa película fue espectacularmente mala —se quejó, mientras se ponía de pie y se disponía a cambiar la película del reproductor.

—A mi me gustó —dije, con una sonrisa pintada en los labios.

David me miró como si me hubiera vuelto loca pero no replicó. Se limitó a encogerse de hombros y decir—: ¿"Dónde están las rubias", o "El diario de la princesa"?

Me mostró ambas películas, como sopesándolas en una balanza y yo respondí-: "Dónde están las rubias".

David sonrió nuevamente y se volvió sobre sus talones para colocar la película.

El timbre de la puerta volvió a sonar y me puse de pie, excusándome un segundo.

—¿Quién es? —volví a preguntar.

Nadie respondió. Mi corazón comenzó a latir fuertemente dentro de mi caja torácica, pero me obligué a tragar mi nerviosismo y tomar aire profundamente. —¿Quién es? —volví a preguntar.

—Soy yo. —la voz ronca de Ulises me hizo congelarme por completo.

Mi corazón se aceleró aún más y odié a Ulises un poco más por aquellas reacciones que provocaba en mí. —V-Vete. —tartamudeé, pegando la frente a la puerta. Reprimiendo a aquella parte de mí que gritaba que debía abrirle la puerta.

—Necesitamos hablar. —dijo Uli. El tono de su voz era desgarrador.

—Yo no tengo nada que hablar contigo —dije, lo suficientemente fuerte como para que él me escuchara del otro lado de la puerta.

—Nicole, por favor... —su voz se quebró y yo cerré mis ojos, intentando reprimir el nudo de mi garganta, pero era imposible.

—Ulises, por favor, vete... — supliqué.

—Sólo escúchame. Prometo que... —se quedó callado unos segundos, como si estuviera midiendo el peso de sus palabras. —. Prometo que después de que me dejes hablar, me iré y nunca más te molestaré. Sólo... Sólo escúchame.

Yo cerré los ojos con fuerza y me obligué a sonar firme. Lo que iba a hacer iba a poner punto final a todas las esperanzas albergadas a lo largo de estos meses. Ulises y yo jamás íbamos a volver a estar juntos.

—No tengo nada que hablar contigo, No me interesa escuchar lo que tienes que decir. Lo único que quiero es que me dejes en paz. Lo único que quiero es que sigas con tu vida, así como yo seguiré con la mía.

—Nicole, no me pidas eso. Tú sabes lo que siento. Tú sabes que te a...

—¡NO LO DIGAS! —espeté, con la voz entrecortada. —, ¡No te atrevas a usar esas dos palabras!, no sabes su significado. No te atrevas a decir que me amas cuando ni siquiera sabes lo que es amar de verdad, Ulises. Se terminó.
Vive con ello. Yo lidiaré con ello, también.

Las lágrimas inundaban mis ojos, pero no podía importarme menos.

"Nunca más contigo, Ulises Webster. Nunca más."

Le prometí mentalmente. Y ésta vez, haría todo por cumplir mi palabra.

Aunque Puedas Verme #2 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora