/6/

1.5K 126 48
                                    

Al salir del campus estaba eufórica. Quería gritar y reír al mismo tiempo.

Ulises no estaba con Estrella, Ulises aún no me olvidaba, Ulises quería buscarme y yo moría porque lo hiciera.

Estaba inmersa en mis pensamientos.

Realmente quería estar con él. Realmente quería que se diera otra oportunidad entre nosotros. No había cosa que deseara más que eso.

—Mira qué bonita sonrisa presumes hoy —una voz conocida me hizo mirar hacia todos lados.

Pude mirar a un chico enfundado en unos vaqueros entallados de color negros, una playera de mangas largas y unos ojos azul intenso me miraban. David caminaba hacia mí con una sonrisa pintada en los labios.

Yo le devolví el gesto.

—¿Alguna vez te han dicho que tienes una sonrisa preciosa? —dijo, mientras metía sus manos en los bolsillos de sus vaqueros.

—No realmente —dije, sintiendo el rubor subir por mis mejillas.

—Me alegra ser el primero —dijo deteniéndose frente a mí. —. Olvidé pedir tu teléfono la otra noche. De no haber sido así, ten por seguro que te habría acosado todo el fin de semana.

Una sonrisa se deslizó por mis labios, David era un chico bastante agradable. Era fácil charlar con una persona como él.

—No te emociones tanto, sigo sin superar los pasos de Michael Jackson. —bromeé haciendo una mueca de desagrado.

—¡Eso hirió mi orgullo! —bromeó haciendo una mueca de dolor.

—Un poco de realidad no le hace daño a nadie. —dije, alzando mis cejas con superioridad.

—¿Vamos por un helado? —dijo, de repente.

Yo miré los libros que cargaba. —Tengo bastante tarea, ¿sabes? —dije haciendo una mueca.

—¡Oh, vamos!, un helado no te hará reprobar ninguna materia —dijo.

—Pero no terminar una tarea importante, si. ¿Lo dejamos para otro día? —pregunté.

—Con una condición...

—¿Cuál?

—Déjame llevarte a casa.

Me mordí el labio inferior, dudosa. —No creo que sea buena idea, David. —dije, finalmente.

—¿Estás desconfiando de mis buenas intenciones, Nicole? —inquirió, alzando una ceja.

—No es eso...

—¿Entonces? —me interrumpió.

—Sólo no creo que sea una buena idea. —dije, porque era cierto. No se sentía bien aceptar que me llevara a casa.

David me regaló una sonrisa entendedora y dijo—: Escucha, sé que aún no estás lista para salir con nadie y no pienso presionarte. Sólo quiero conocerte. Ser amigos está bien para mí.

Una sonrisa tímida se filtró por mis labios.

—Amigos suena bien.

—¿Te llevo a casa, entonces?, como amigos que somos. —David sonrió radiante.

—De acuerdo —dije, rodando mis ojos al cielo.

Tras treinta minutos en el auto de David, llegamos a mi casa. David era la clase de hombre con el que podías hablar de todo y nada sin sentir que el tiempo pasara a velocidad normal. Era la clase de chico que te hacía reír todo el tiempo y te hacía sentir cómoda con sólo una sonrisa.

Aunque Puedas Verme #2 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora