IV

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Mi hermano me había enseñado todo lo que sé, todo acerca de la vida, excepto como seguir viviendo sin él.

Su ausencia dejó un vacío en mi existencia. El sentido de mi vida se esfumó en el momento en que lo perdí.

Todavía podía sentir su cuerpo helado bajo las yemas de mis dedos, un recuerdo que no dejaba de atormentarme, causando un dolor profundo en mi corazón. Y podía escuchar los gritos desesperados del viejo a mi padre cuando llegué a casa con la noticia. Fue un tormento, porque el anciano se negaba rotundamente a que Sehun y yo heredáramos algo.

Esa crisis hizo que el viejo llegara a su final y no solo eso, sino que también me forzó a madurar de golpeo. A medida que fui creciendo, perdí el respeto por los demás, la amabilidad sincera que tenía por el resto de las personas se desvaneció y una jodida máscara se convirtió en mi nueva identidad. Porque, aunque el viejo nunca quiso que me quedara con sus pertenecías, no había otra opción. Me convertí en el señor de esa casa cuando mi padre falleció, que fue siete años después de la muerte del viejo, y tuve que poner en práctica todo lo que mi hermano me había enseñado, excepto que mi amabilidad era una completa farsa.

Morí ese fatídico día junto con mi hermano, y en el proceso, arrastré conmigo a la persona más increíble que había conocido en toda mi vida. Lo lastimé después de llenarlo de falsas ilusiones, hice que ese amor se convirtiera en odio.

Lo perdí todo.

Y ahora tenía que llevarme a Sehun lejos de aquí, porque no soportaría otra pérdida, no después de todo lo que ya había sufrido.

La culpa es de ellos.

—¿Está bien majestad, este mugroso humano no lo ha tocado? —Le pregunté a Chanyeol y me dio una mirada seria. El humano, que temblaba de miedo, tomó aire.

—Va-van a matarnos.

¿Y todavía tenía las agallas de abrir la boca? Apreté mi agarre, me estaba resistiendo, pero quería, necesitaba terminar con este sufrimiento.

—No, no lo haremos —Chanyeol bajó el arma, fruncí el ceño, incrédulo. Yo no iba a ceder, no está vez—. Te dejé muy claro que no tenías que volver.

No entendía, por qué estaba haciendo esto. Por qué simplemente no daba la orden de matar estos dos parásitos. La confusión y la rabia se mezclaban en mi mente, lo que era peligroso porque me impedía pensar con claridad y temía cometer algún error.

—Sehun, sal de ahí—ordené con mi respiración agitada, me estaba conteniendo, en serio esto era una tortura.

Sal de ahí.

De forma disimulaasa pegué más la espada al cuello del humano.

¿Dónde estás?

¡Maldita sea!

Sal de dónde sea que estés.

¿Dónde es...

El alma volvió a mi cuerpo cuando el pequeño diablo salió de unos arbustos. El alivio que sentí fue tan intenso que casi me hizo tambalear.

—Si lastimas al hijo menor del rey, tendrás problemas—el niño humano me habló. ¿Pero quién se creía para dirigirme la palabra? ¿Qué le hacía pensar que podía siquiera mirarme?—. Desatarás una guerra.

Sentí la sangre hervir dentro de mí, expulsando aire por la nariz, frustrado por no poder arrancarle la lengua en ese mismo momento.

Pero que insolente.

El niño caminó hacia mi hermano, que volvió a su forma humana. Quise acercarme a él, para alejarlo de ese humano cuando se tomaron de las manos, pero antes de que pudiera moverme, Sehun me miró con una expresión desafiante y empezó a regañarme, solo para poder proteger al humano que tenía como rehén.

En La Mira Del Dragón --» KaiSooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora