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El frío viento del otoño golpeó suavemente mi rostro. Los árboles eran testigos silenciosos del cambio de estaciones. Todos ellos tenían ese tono naranja característico en él, odiaba ese maldito color, tan chillón y escandaloso.

Los recuerdos de esa persona llegaron por milésima vez a mi mente... Detestaba recordar lo sumiso que era y lo bullicioso que fue la primera vez que lo hicimos.

—¿El consejo desea reunirse conmigo?

—Sí. Al parecer quieren cambiar la última regla. —contesté dejando de ver la ventana para caminar por el salón —. Deberías aumentar la vigilancia. Tao me dijo que la muchedumbre sigue haciendo caso omiso a tu orden. La mayoría de ellos, continúan comprando esclavos... Creo que deberías castigar a alguien para que aprendan a no desobedecerte.

Le di una mirada, Chanyeol, que seguía sumido en la lectura de ese libro. Decía que odiaba leer, sin embargo, sus ojos brillaban con una pasión que contradecía sus palabras. Al principio pudo no agradarle la idea, pero en algún momento de su larga vida, le empezó a gustar y desde entonces no paró de leer.

—No lo haré y los sabes. No puedo castigarlos cuando han estado acostumbrado a ello por mucho tiempo. Tengo que ser paciente, en algún momento, aprenderán.

—O esperarás ahí sentado a qué alguien cometa un crimen muy grave, entonces me darás la razón.

—Quizá sea así, pero no lo sabremos hasta que ese momento llegué —Cerró el libro con un estrépito que resonó en la estancia. Se levantó con gracia, estirando sus músculos tensos.—. Dile al consejo que tengo mucho trabajo, que por el momento no es posible reunirnos.

—Como ordene.

—Y vigila a Sehun.

Asentí sintiendo el peso de la responsabilidad mientras observaba que Chanyeol salía del salón. Un suspiro se escapó de mis labios cuando la puerta se cerró detrás de él.

¿¡Dónde carajos estará ese niño!?

Me apresuré en salir y empezar a buscar al pequeño diablo. Sin embargo, no sirvió de mucho, así que, en vez de seguir esforzándome por nada, decidí sentarme en la parte trasera del castillo, cerca de lago. Pues siempre aparecía por ahí, no tenía el conocimiento de a dónde iba, con quién iba y que era lo que hacía, pero él se veía feliz.

Crucé los brazos detrás de mí, mientras miraba hacia el horizonte por donde ese pequeño diablo aparecería.

Tardó más de lo normal y la preocupación se apoderó de mí. Sin pensarlo dos veces, empecé a caminar, pero ni siquiera di diez pasos cuando Sehun apareció. El niño se puso pálido como un maldito papel en cuanto me vio, consciente de que había desafiado mis límites. Le advertí que no toleraría más sus escapadas, que la próxima vez lo dejaría encerrado en el ducado.

—Espero que me dé una buena explicación, señorito —hablé severo.

He tratado de criarlo de la forma más correcta posible, pero hay cosas que no están a mi alcance. Soy alguien ocupado, tengo tantas responsabilidades, que a veces, aunque quiero estar pendiente de él, no me es posible.

Sehun apretó los labios, jugueteo con sus dedos.

—En el lago.

Error.

—¿Qué se supone que hacías ahí?

—No, no... Estaba en el gazebo.

—¿Ah, sí?

—No.

Suspiré.

—Mi madre no puede cuidarte y yo no puedo estar todo el tiempo pendiente de ti. Tienes que ser responsable de ti mismo, ¿Lo sabes no? —le pregunté y él asintió—. Ven aquí.

En La Mira Del Dragón --» KaiSooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora