El sol de la tarde caía sobre los campos verdes y los caminos sinuosos que conducían al pequeño pueblo que ahora llamaría hogar.
Observaba por la ventanilla del coche, con una mezcla de nerviosismo y curiosidad.
Mis padres y yo habíamos dejado atrás la bulliciosa ciudad para mudarnos aquí, a un lugar donde el aire era más limpio y las noches parecían más tranquilas.
Mi nombre es Ethan Wilson y, a mis dieciocho años, me encontraba en la etapa más incierta de mi vida: último año de instituto y una mudanza que cambiaba todo.
Mi padre había conseguido un empleo como notario en una empresa importante del pueblo, lo que nos había llevado a dejar nuestra antigua vida atrás.
Finalmente, el coche se detuvo frente a una casa de dos pisos con un jardín delantero lleno de flores de colores vivos.
Bajé del coche, abrí el maletero para coger mis maletas.
Por culpa de los nervios cerré el maletero con demasiada fuerza y el taxista me echo una mirada fulminante desde su asiento.Mi madre salió a recibirme con una sonrisa cálida y me abrazó con fuerza.
—Bienvenido a nuestro nuevo hogar, Ethan—me dijo con alegría genuina.
Subí hasta el segundo piso de la casa donde estaban mi habitación y mi baño.
Pasé las siguientes horas desempacando mis cosas en mi habitación para poder dejarla a mi gusto.
Cuando terminé baje para ayudar a mi madre a desempacar las cosas del resto de las habitaciones de la casa.
—Ethan, cariño, ayúdame a poner esto ahí arriba, por favor— me dijo mi madre mientras sostenía unas pesadas cajas.
—Ahora mismo mamá.
Cogí las pesadas cajas y las solté en el altillo del armario de la habitación de mis padres.
—Ethan, tú sigue ayudando a tu padre con el resto de cosas, ¿vale? Yo tengo que ir a la cocina para poder hacer la cena.
—Claro mamá. No te preocupes.
El resto de la tarde la pasé ayudando a mi padre con las cajas de la mudanza. Justo terminamos cuando mi madre nos llamó para cenar.
—Chicos. La cena ya esta lista— aviso mi madre.
Estaba hambriento y fui corriendo a la cocina y al llegar me llevé un chasco.
—Mamá, ¿la cena no estaba ya lista?
—Claro, le quedan unos cinco minutos. Ve poniendo la mesa anda.
— Vale mamá.
No me lo podía creer. Siempre caigo en lo mismo creyendo que de verdad la comida está lista y acabo poniendo yo la mesa.
Al cabo de cinco minutos nos sentamos todos a comer.
Ninguno hablamos durante la cena por el cansancio de la mudanza y al terminar de comer dejamos los platos en el lavavajillas y cada uno se fue a su habitación.
Prepare mis cosas para mi primer día de instituto mañana. No quería que se me pegasen las sabanas y llegar tarde.
Mañana sería mi primer día en el instituto del pueblo, y aunque no sabía qué esperar, sentía una chispa de emoción por las posibilidades que este nuevo capítulo de mi vida traería.
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En el Mismo Campo
RomanceEthan llegó como un rayo de sol en el último año de instituto. Alto, con una sonrisa perfecta y grandes habilidades en el fútbol. Pero no todos estaban encantados con su llegada. Alexia, una ex gloriosa corredora de atletismo que había caído en malo...