Al día siguiente, me levanté temprano y me preparé para otro día en el instituto. Sentía una mezcla de entusiasmo y nerviosismo mientras pensaba en el entrenamiento de fútbol de la tarde. El fútbol era mi pasión, y cada oportunidad para mejorar y fortalecer al equipo era valiosa.
Después de las clases matutinas, me reuní con Jake y Sam en el pasillo entre clases. Habíamos desarrollado una rutina de vernos en ese mismo lugar para hablar sobre nuestros planes y objetivos del día.
Hablamos animadamente sobre el entrenamiento de fútbol del día anterior y discutimos sobre cómo podríamos mejorar como equipo.
—Mira, Ethan, creo que deberíamos trabajar más en nuestras jugadas de ataque—sugirió Sam, señalando un área abierta cerca del campo de fútbol—. Pienso que podríamos sorprender al equipo contrario si perfeccionamos ese aspecto —añadió con entusiasmo.
—Tienes razón. Ethan, tú tienes una buena velocidad y control del balón. Si podemos coordinar mejor nuestros movimientos, podríamos marcar más goles en los próximos partidos—comentó Jake, asintiendo con convicción.
Sonreí, complacido por el interés y la determinación de mis amigos.
—Estoy de acuerdo. Creo que podemos ser un equipo realmente sólido si seguimos practicando juntos.
Después del almuerzo en la cafetería, donde compartimos anécdotas divertidas del entrenamiento anterior, nos dirigimos al vestuario para cambiarnos y prepararnos para la sesión de entrenamiento de la tarde. Mientras nos poníamos las equipaciones y ajustábamos los tacos, el ambiente estaba cargado de anticipación y entusiasmo. La adrenalina corría por mis venas mientras pensaba en las nuevas estrategias que practicaríamos.
Cuando llegamos al campo de fútbol, el entrenador Cooper nos estaba esperando con una pizarra en la mano. Nos explicó los ejercicios y las estrategias que practicaríamos ese día, haciendo hincapié en la importancia del trabajo en equipo y la comunicación en el campo.
Durante el calentamiento, me sentí optimista y listo para el entrenamiento. Sin embargo, noté que Bianchi y su grupo de amigos acababan de sentarse en las gradas, observándonos con expresiones burlonas. Sabía que Bianchi disfrutaba de hacernos la vida difícil, y hoy no parecía ser la excepción.
Mientras realizábamos ejercicios de dribling y pases, escuché risas ahogadas y comentarios sarcásticos de Bianchi y sus amigos.
—Venga chicos, menos caerse y más darle al balón—se burló Bianchi de Sam que acababa de caerse al suelo, haciendo que sus amigos rieran a carcajadas.
Sentí una punzada de incomodidad, pero me obligué a concentrarme en el entrenamiento. Seguí las instrucciones del entrenador Cooper y me esforcé por demostrar mi habilidad en el campo, tratando de ignorar las distracciones externas.
No obstante, las burlas continuaron durante todo el entrenamiento. Cada vez que cualquiera de nosotros cometía un error menor o perdía el control del balón, escuchaba comentarios mordaces y risas desde las gradas. A pesar de mis esfuerzos por mantener la compostura, las palabras de Bianchi y su grupo comenzaban a afectar la confianza del equipo.
Bianchi y sus amigos volvieron a reírse, agregando más comentarios desdeñosos.
—¡Mira cómo corre! ¡Parece un pato tratando de volar!—gritó Bianchi.
—¡Cuak cuak cuak!—gritaron los amigos de Bianchi mientras nos imitaban exageradamente.
Apreté los puños, sintiendo el calor de mi enfado subir por mi cuello. Traté de bloquear sus palabras y concentrarme en el ejercicio, pero cada comentario sarcástico me hacía perder un poco más de concentración. La situación se estaba volviendo cada vez más difícil de ignorar.
Sentía la molestia de las burlas de Bianchi y su grupo. Decidí seguir adelante y concentrarme en el entrenamiento, determinado a demostrar mi habilidad y mi valía en el campo. Sabía que la mejor manera de responder a sus provocaciones era seguir mejorando y no permitir que me afectaran.
Al final del entrenamiento, el entrenador Cooper elogió nuestro esfuerzo del equipo y nos alentó a seguir mejorando. Mientras recogíamos nuestras cosas y nos dirigíamos al vestuario, noté que Bianchi y sus amigos seguían observándonos con una mezcla de desdén y diversión desde lejos. Su actitud despreciativa solo aumentaba mi deseo de demostrarles que estaban equivocados.
Jake y Sam se acercaron a mí mientras caminaba hacia el vestuario.
—Ignora a esos idiotas, Ethan—dijo Jake con determinación—. No vale la pena prestarles atención.
—Tienes razón. Enfócate en tu juego y demuestra en el campo lo que vales. Eso es lo que importa—añadió Sam, dándome una palmada en la espalda.
—Gracias, chicos. Voy a seguir dando lo mejor de mí en cada entrenamiento—contesté agradecido por su apoyo.
Con determinación renovada, me dirigí al vestuario, decidido a no dejar que las burlas de Bianchi y su grupo afectaran mi rendimiento ni mi confianza en el equipo. La camaradería y el apoyo de Jake y Sam eran invaluables, y me daba fuerzas para seguir adelante a pesar de las adversidades.
Mientras caminaba hacia el vestuario, pensé en las palabras de mis amigos y en el entrenamiento del día. Sabía que con esfuerzo y dedicación, podíamos superar cualquier obstáculo. Estaba decidido a seguir practicando y mejorando, tanto individualmente como en equipo. Bianchi y sus amigos podían seguir riéndose, pero al final, seríamos nosotros quienes tendríamos la última palabra en el campo de fútbol.
Dentro del vestuario, el ambiente era de apoyo. Nos felicitamos mutuamente por el esfuerzo y discutimos algunos errores que cometimos, buscando siempre maneras de mejorar. La unidad del equipo era evidente, y eso nos daba una ventaja sobre aquellos que solo sabían criticar desde las gradas.
Jake, Sam y yo salimos del vestuario con una sensación de logro y una promesa tácita de seguir trabajando duro. Sabíamos que el camino hacia la victoria no sería fácil, pero estábamos dispuestos a recorrerlo juntos, enfrentando cada desafío con determinación y coraje.
Esa noche, mientras me preparaba para dormir, reflexioné sobre el día y las lecciones aprendidas.
Me dormí con una sensación de esperanza y determinación, listo para enfrentar un nuevo día y continuar persiguiendo mis sueños en el fútbol. Sin importar las burlas y los obstáculos, sabía que con el apoyo de mis amigos y mi pasión por el deporte, podría superar cualquier adversidad y alcanzar mis metas.
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En el Mismo Campo
RomanceEthan llegó como un rayo de sol en el último año de instituto. Alto, con una sonrisa perfecta y grandes habilidades en el fútbol. Pero no todos estaban encantados con su llegada. Alexia, una ex gloriosa corredora de atletismo que había caído en malo...