La luz matutina se filtraba a través de las cortinas de mi nueva habitación, despertándome con suavidad.
Mi primer día en el instituto del pueblo había llegado y, aunque el nerviosismo seguía presente, me sentía más preparado para afrontarlo.
Después de un desayuno rápido y palabras de aliento de mis padres, cogí mi mochila y salí andando hacia el instituto.
El edificio del instituto era antiguo pero bien cuidado, con una fachada de ladrillos grises y amplios ventanales. Al atravesar la entrada principal, me encontré rodeado de rostros desconocidos, algunos curiosos y otros indiferentes. La sensación de ser el chico nuevo era inconfundible.
Las primeras clases transcurrieron sin incidentes. Los profesores parecían amables y los estudiantes, aunque en su mayoría cerrados en sus propios grupos, no mostraron abiertamente hostilidad.
El timbre del descanso para comer sonó, y salí al pasillo con el resto de los estudiantes. En lugar de ir a la cafetería, decidí salir fuera del instituto para comer, ya que al ser el primer día no sabía muy bien dónde sentarme. Encontré un banco en el patio y me acomodé, disfrutando de la tranquilidad del exterior.
Después del descanso para comer, me dirigía a mi siguiente clase cuando de repente sonó por megafonía:
—Ethan Wilson, diríjase al despacho del jefe de estudios, por favor.
Sentí miles de miradas clavadas en mí mientras caminaba hacia el despacho, intentando ignorarlas. Al llegar, golpeé la puerta.
—Pase, pase.
Entré en la habitación y cerré la puerta. El jefe de estudios, un hombre de mediana edad con gafas y una expresión amable, me invitó a sentarme.
—Siéntate, por favor —dijo.
Me senté y tragué saliva. No estaba acostumbrado a que me llamaran por megafonía, y mucho menos a estar sentado en el despacho del jefe de estudios.
—No estés nervioso. Te he llamado simplemente para comentarte que he visto en tu expediente que formabas parte del equipo de fútbol en tu antiguo instituto.
—Sí —dije tímidamente.
—Verás, en nuestro instituto tenemos un excelente equipo de fútbol. Si te interesase, podría hablar con el entrenador para que empezases a entrenar con ellos lo más pronto posible.
—Me gustaría mucho poder jugar en el equipo de fútbol del instituto —respondí entusiasmado.
—De acuerdo. Entonces ve mañana al entrenamiento. Yo me encargaré de hablar con el entrenador para que sepa que vas.
—Muchas gracias —dije mientras salía del despacho.
Después de esto, asistí a las últimas clases del día y me fui a casa. Al llegar, mis padres me recibieron con sonrisas curiosas.
—¿Cómo fue tu primer día? —preguntó mi madre mientras dejaba la mochila en el suelo.
Les conté sobre mis clases, los profesores y, por supuesto, la invitación para unirme al equipo de fútbol. Mis padres parecían emocionados y me ofrecieron palabras de apoyo y aliento.
—Parece que todo va bien hasta ahora —dijo mi padre—. Estoy orgulloso de ti, hijo.
Subí a mi habitación con un buen sabor de boca. El día había sido muy largo.
Mientras me preparaba para dormir, reflexioné sobre todo lo que había pasado y me sentí emocionado por lo que vendría.
Con esa determinación en mente, cerré los ojos, listo para enfrentar lo que me esperaba mañana.
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En el Mismo Campo
RomanceEthan llegó como un rayo de sol en el último año de instituto. Alto, con una sonrisa perfecta y grandes habilidades en el fútbol. Pero no todos estaban encantados con su llegada. Alexia, una ex gloriosa corredora de atletismo que había caído en malo...